Alemania: el difícil abandono del carbón

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Las casas de vibrantes colores, los parques y las animadas terrazas de Cottbus hacen olvidar rápidamente que nos encontramos en Lusacia, en la cuenca minera al este de Alemania.

Sin embargo, en esta ciudad de 100.000 habitantes, la decisión del Gobierno alemán de cerrar las antiguas centrales alimentadas con lignito (un tipo de carbón) es motivo de inquietud para numerosas personas.

Efectivamente, Berlín se ha comprometido a reducir las emisiones de CO2 que tenía en 1990 en un 40% para el año 2020. No obstante, el país todavía sigue obteniendo más del 40% de su electricidad de la combustión de carbón, una energía particularmente contaminante.

De ahora a 2019, deberán suprimirse de la red eléctrica ocho unidades de producción. No obstante, deberán mantenerse en reserva durante cuatro años para volver a ponerse en marcha en caso de que fuera necesario.

En Lusacia, la central eléctrica de Jänschwalde, a 15 kilómetros de Cottbus, deberá reducir su producción. Con una potencia de 3.000 MW, es una de las centrales más grandes de Europa, pero también una de las más contaminantes.

Emite anualmente 26 millones de toneladas de CO2, por lo que cerrará dos de sus seis unidades de producción entre 2018 y 2019.

“Esta decisión del Gobierno inquieta a mis conciudadanos, ya que la industria del carbón es vital para la región”, afirma Holger Kelch, alcalde de Cottbus. En la antigua Alemania del Este, cuya economía ha sufrido mucho después de la reunificación, es difícil desprenderse de un empleador como Vattenfall, propietario de las minas y centrales eléctricas de Lusacia. Trabajan para esta empresa sueca 8.000 personas en la región y otras 9.000 trabajan para sus subcontratistas.

Como compensación por el cierre de las centrales, el Estado alemán pagará un total de 1.600 millones de euros (1.800 millones de USD) a las empresas afectadas.

Las medidas fueron aprobadas a finales de mayo por la Comisión Europea, precisando que “las posibles distorsiones de la competencia causadas por las ayudas deberán ser compensadas en gran medida por los beneficios para el medio ambiente”.

En Lusacia, gracias a estas ayudas, no se prevé ningún despido en Vattenfall.

“Sin embargo, los trabajadores jubilados no serán reemplazados”, lamenta Philipp Zirzow, miembro del sindicato industrial de trabajadores de la mina, la química y la energía Industriegewerkschaft Bergbau Chemie, Energie (IG BCE).

“Además, las ayudas no tienen en cuenta a los subcontratistas. Calculamos que finalmente desaparecerán 1.000 puestos de trabajo”, añade.

 

“La gente de aquí defiende el carbón”

Si el impacto es soportable, es probable que represente solamente el principio. Después del abandono de la energía nuclear en 2022, Alemania desea abordar el carbón. En enero, la ministra de Medio Ambiente, Barbara Heindricks, anunció el desarrollo de un plan para abandonar esta energía fósil en 2050.

Uno de los motivos principales es que el carbón no es muy popular entre los ciudadanos. De acuerdo con una encuesta publicada en diciembre de 2015, el 68% de los alemanes desea que se desmantele para 2035

Además, el pasado mes de mayo 3.500 activistas se reunieron en Lusacia para bloquear las centrales. Una acción que no gustó los habitantes de la región.

“En general, la gente de aquí defiende el carbón”, analiza el profesor Harald Schwarz, especialista en energía de la Universidad Técnica de Cottbus- Senftenberg. “Cuando se dan grandes manifestaciones de este tipo, calculo que solo un tercio de los participantes proviene de Lusacia”.

Por otra parte, para este científico el abandono del carbón “no es posible antes de 40 o 50 años”.

En realidad, la energía solar y la eólica no producen energía de forma continua. Por lo tanto, es necesario tener la capacidad de almacenar la electricidad generada durante los picos de producción con el fin de inyectarla en la red cuando se necesite.

“No obstante, no se tendrá una capacidad de almacenamiento a gran escala antes de 30 años”, prevé Schwarz. “Hasta entonces no podemos desmantelar ninguna planta de energía tradicional”.

Del lado de los sindicatos se escucha el mismo discurso: “La transición energética es positiva, pero resulta costosa”, asegura Philipp Zirzow.

“El lignito es la fuente de energía más económica que existe en el mercado, junto con la energía nuclear, y tiene la ventaja de extraerse en Alemania. Este elemento nos permite evitar un aumento excesivo de los precios de la electricidad, lo que sería nefasto para la industria”.

En el ayuntamiento prefieren no obstante prever con antelación un futuro sin carbón. Para el alcalde Holger Kelch, es crucial mejorar la imagen de su ciudad para atraer nuevos residentes y turistas: “Tenemos que desarrollar ofertas culturales y deportivas. Es así como una antigua mina de Cottbus va a transformarse en un enorme lago artificial”.

Sin embargo, el turismo no puede por sí solo sustituir los empleos industriales. “También tratamos de facilitar la instalación de nuevas empresas. Por ejemplo, hemos conseguido dar un permiso de construcción en seis semanas a una empresa de logística. El director nos dijo que nunca había visto esta diligencia en otros lugares del país”.

Wolfgang Krüger, presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Cottbus, considera que, ante todo, debe ayudarse a las empresas de la región a liberarse de la dependencia del carbón. “Muchas empresas de aquí son contratistas o proveedores de servicios de Vattenfall. Deben empezar desde ahora a reconvertirse y a desarrollar nuevos productos o servicios”.

“No obstante, este es un proceso muy difícil. De las 37.000 empresas miembros de nuestra Cámara, la mayoría tiene solamente entre 15 y 20 empleados. Por lo tanto, su capital propio y su capacidad de innovación son muy limitados”.

Es así como la Cámara de Industria y Comercio se ha asociado con la Universidad Técnica, la Cámara de la Artesanía y con dos asociaciones empresariales locales para fundar la empresa Innovationsregion Lausitz (Región de la innovación Lusacia). Dotada de un millón de euros y cuatro empleados, esta estructura debe buscar soluciones para preparar la transición económica de la región.

Hans Rüdiger Lange, antiguo empleado de Vattenfall, es el responsable de las actividades.

“Hemos realizado entrevistas exhaustivas en las empresas directamente afectadas por el cierre de las plantas de carbón para entender sus preocupaciones y expectativas”, afirma este especialista en economía energética. “También organizamos talleres para ayudarles a desarrollar nuevas estrategias y a abordar nuevos mercados”, expone.

Lange y su equipo acompañan ya proyectos de reconversión muy concretos. Trabajan con una empresa de escaladores industriales especializada en realizar obras en las grandes torres de las plantas de carbón. Asociándose con una miniempresa innovadora local, la empresa se está reconvirtiendo en la limpieza de turbinas eólicas.

“También trabajamos con la Universidad Técnica de Cottbus. Reunimos a los equipos de investigación con las empresas para ayudarlas a desarrollarse”, añade Lange.

Con sus 8.200 estudiantes, la Universidad Técnica a menudo se percibe como un componente clave del futuro desarrollo de Lusacia.

“Existe un gran potencial de innovación”, afirma entusiasmado el alcalde de Cottbus, que también espera que la Universidad desempeñe un papel en el desarrollo de una solución para el almacenamiento de la electricidad.

Pese a estos prometedores proyectos, el futuro de la región sigue presentándose esencialmente incierto.

No obstante, Kelch se niega a ceder al pesimismo. A su juicio, no cabe duda de que existe una vida después del carbón; incluso en Lusacia.

Este artículo ha sido traducido del francés.