Alemania: ¿refugiados de hoy, trabajadores explotados de mañana?

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Wajdi llegó hace tres meses a Alemania. En Siria estudiaba derecho. No pudo traer consigo su titulación. Después de su recorrido a través de Europa, de su país de origen solo conserva su pasaporte y su smartphone.

Como él, desde principios de 2015 más de un millón de migrantes y de demandantes de asilo llegaron a territorio alemán.

Una vez superadas los primeros trámites, les espera un nuevo periplo: el de su integración en el mercado de trabajo de su país de acogida. Y, a este respecto, la legislación alemana no les facilita la tarea.

« Teóricamente, un refugiado tiene derecho a trabajar pasados tres meses de su llegada al territorio. En octubre se aprobó una ley que amplía ese plazo a seis meses. A continuación, durante más de un año, no puede presentarse a ningún empleo si existen candidatos alemanes o europeos para ese puesto en la misma región. Incluso después de dicho lapso de tiempo, deben obtener una autorización de las autoridades para poder firmar un contrato de trabajo. Este trámite puede tardar semanas”, explica a Equal Times Franziska Hartmann

Ella trabaja para Arrivo, el proyecto berlinés que desde hace un año acompaña a los demandantes de asilo y refugiados en el recorrido para llevarles hacia un empleo.

En pleno corazón de la capital alemana, esta asociación pone en contacto a los migrantes con empresas, les ofrece cursos de alemán para preparar sus entrevistas y alberga un taller de artesanía de la madera.

Ese día del mes de diciembre, una docena de hombres procedentes de todo el mundo trabajan, inclinados sobre las máquinas y herramientas, ofreciendo un concierto de sierras de cinta, lijadoras y martillos. “En Berlín, las empresas artesanas no encuentran suficientes aprendices y a los refugiados les resulta muy difícil encontrar un empleador”, señala la joven. La idea consiste en poner a las dos partes en contacto y ofrecer el taller a los recién llegados, como lugar de transición.

Unas 60 empresas se han asociado ya a este proyecto, que ofrece empleo en sectores predominantemente masculinos. Pero hay otras iniciativas similares en la ciudad, en sectores más abiertos a las mujeres, como la restauración o los cuidados a personas.

Desde hace un año, Arrivo ha acompañado a más de cien personas. Cuarenta de ellas iniciaron su formación profesional en septiembre pasado. Una vez finalizada, tendrán una herramienta muy valiosa para no convertirse en mano de obra explotada.

« Muchas personas llegan aquí sin diploma ni certificado de formación, bien porque no lo tienen o porque no pudieron traerlo con ellas. Esto les sucede sobre todo a quienes se ven obligados a huir de su país. En esta situación, cursar estudios oficiales de formación profesional es el mejor medio de encontrar a largo plazo un empleo que merezca la pena en Alemania. Sobre todo, constituye una protección para no quedarse limitado a trabajar en negro o por salarios muy bajos”, subraya Hartmann.

Porque este peligro acecha también a los cientos de miles de refugiados y refugiadas que han elegido Alemania como tierra de acogida estos últimos meses.

 
¿Una excepción al salario mínimo?

El economista más influyente del país, Hans-Werner Sinn, pide desde hace semanas que los refugiados sean excluidos del salario mínimo alemán. Este, fijado 8,50 EUR brutos la hora (9,30 USD), entró en vigor apenas hace un año, en enero de 2015.

Esta posición, que convertiría a los refugiados en trabajadores de segunda, la comparte una parte de la clase política de derechas. Los sindicatos alemanes se oponen categóricamente a esta discriminación. “No se debe enfrentar a unos trabajadores contra otros o a los desempleados de aquí contra los refugiados en busca de empleo”, insiste Sasha Howind, responsable de la poderosa federación sindical de la industria metalúrgica, IG Metall.

“En IG Metall reflexionamos sobre cuál es la mejor forma de integrar a los refugiados en el mercado laboral”. El sindicato ya ha tenido un primer gesto, al liberar medio millón de euros para apoyar iniciativas de acogida a los demandantes de asilo en sus divisiones locales.

Las autoridades alemanas parecen también tomar el camino de la apertura. “Están sucediendo muchas cosas que facilitan el acceso de los refugiados al mercado laboral”, constata Hartmann.

Por ejemplo, desde el otoño, los demandantes de asilo que tienen la posibilidad de obtener la condición de refugiados (es decir, según la situación actual de la política de acogida alemana, los nacionales de Siria, Irak, Irán y Eritrea) pueden incorporarse a un curso de alemán poco después de su llegada.

Antes debían esperar meses, incluso años, para que su demanda de asilo fuera procesada.

La agencia alemana de empleo ha puesto en marcha en todo el país un equipo especialmente dedicado a los demandantes de asilo. Se personan en los centros de acogida y se entrevistan con los refugiados para evaluar sus conocimientos del idioma y sus cualificaciones.

De este modo, si llevan con ellos su diploma, el procedimiento de reconocimiento puede iniciarse de inmediato y se gana mucho tiempo. Porque también este procedimiento es muy complejo. “El reconocimiento de cualificaciones tarda mucho y cuesta varios cientos de euros al demandante”, indica Hartmann.

Y el resultado no siempre está a la altura de las expectativas. “Acompañamos a un paquistaní, ingeniero aeronaval en su país de origen, pero al terminar el procedimiento no le concedieron más que la condición de mecánico”.

Son, pues, múltiples los obstáculos que deben superar los refugiados de hoy para convertirse mañana en trabajadores como el resto.

Pero hay algo que debería facilitar mucho las cosas: su juventud. El 70% de las personas que presentaron en 2014 una demanda de asilo en Alemania tiene menos de 30 años, según las estadísticas de la agencia federal de migraciones y refugiados.

Más de la mitad tiene incluso menos de 25 años.

Este artículo ha sido traducido del francés.