Ayudar a los estudiantes refugiados a construir puentes en Alemania

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Mariana, refugiada siria, ha tenido que luchar a brazo partido para abrirse paso entre la burocracia alemana para estudiar en la Universidad Humboldt de Berlín. Lo mismo hizo Sameer, un afgano que huyó de su país cuando los talibán solían cebarse con los lugareños que trabajaban con extranjeros. Ambos recibieron ayuda de organizaciones no gubernamentales, pero señalan que las políticas de integración de Alemania deberían ser más “acogedoras”.

Cuando llegó a Alemania en 2014, Mariana cuenta que “necesitaba un amigo que pudiera hablar alemán, lo cual ya era una barrera. Fue sumamente complicado cambiar mi situación legal, ejercer mis derechos como refugiada y acceder a las posibilidades de financiación disponibles para mí.

“Hice filas de espera durante horas solamente para enterarme de que la persona que trataba mi caso no hablaba o no podía hablar otro idioma distinto al alemán”, cuenta Mariana, de 25 años, a Equal Times.

Cuando se rechazó su solicitud de financiación, encontró a dos estudiantes de derecho a través de la iniciativa Willkommen Flüchtlinge (Refugiados Bienvenidos) que se ofreció a acompañarla a las oficinas correspondientes. Ahora se siente relativamente tranquila, pero dice que se lo debe a la generosidad de los activistas y no a la eficacia de las instituciones estatales.

El drama de Sameer ha durado décadas y aún continúa. Pidió no ser identificado por su verdadero nombre, ya que teme ser devuelto a Afganistán en virtud de una polémica nueva política de la Unión Europea, cuya finalidad es repatriar a decenas de miles de solicitantes de asilo afganos de los Estados miembros de la Unión Europea cuya solicitud ha sido rechazada.

Durante la guerra soviético-afgana, la familia de Sameer huyó a Pakistán. Luego, ya adolescente, se trasladó a la India y obtuvo un diploma en administración de empresas para luego regresar a Kabul y trabajar como agente de viajes y gerente de marketing de una aerolínea muy conocida.

Visto que las pocas agencias de viajes que existen en Kabul trabajan estrechamente con nacionales del ámbito internacional, este empleo convertía al personal en un objetivo privilegiado para la extorsión, la intimidación y el acoso. “Nuestro jefe solía desplazarse con un enorme dispositivo de seguridad, ya que los miembros del personal eran objeto de amenazas constantes de parte de los talibán”, señaló.

Sameer y algunos de sus compañeros decidieron recurrir a sus contactos en la embajada para huir a Alemania, donde el proceso de su solicitud todavía está en curso.

A pesar de los obstáculos burocráticos, el choque cultural y los reveses personales, ha podido beneficiarse de la amplia red de iniciativas formales e informales movilizadas después de que la Canciller Angela Merkel permitiera a más de 850.000 refugiados entrar a Alemania en 2015.

Sameer logró evitar el destino de los cientos de miles de personas condenadas a hacer peligrosos viajes a través del Mediterráneo y el mar Egeo. Sin embargo, el destino de otros afganos, como el hermano de Sameer que está tratando desesperadamente de reunirse con su familia en Alemania desde Lituania, pesa mucho en su estado psicológico.

 
Resistencia cultural

Sameer está actualmente inscrito en un programa de posgrado de ciencias sociales en la Universidad Humboldt de Berlín. El programa se imparte en inglés, brindándole lo que él denomina “una oportunidad en oro”.

Sameer recuerda una amarga experiencia anterior con una universidad privada en Berlín en la que había solicitado una de las codiciadas plazas de un prestigioso programa de negocios.

Sameer cree que las justificaciones de la universidad para rechazar su solicitud fueron meros pretextos, “porque ser un refugiado sin respuesta a tu solicitud asusta al departamento de admisión de las universidades, ya que no saben si deben inscribirte o no”.

“Me sentí furioso y muy decepcionado y me dirigí a ASTRA, el consejo estudiantil de Berlín para pedirles asesoramiento jurídico. Allí conocí a un abogado y decidimos ir a los tribunales”, comenta Sameer. Actualmente está esperando asistencia jurídica.

Para Sameer, el mercado de trabajo de Alemania también es muy cerrado desde el punto de vista cultural, ya que no solo exige una diversidad de competencias sino también un cierto tipo de capital social.

“Desde mi experiencia personal, no miento si digo que los refugiados son vistos como trabajadores para empleos menores, no se nos tiene en cuenta para puestos de trabajo apropiados a menos que probemos nuestra ‘germanidad’”, aseguró Sameer a Equal Times. “La gente espera que estemos agradecidos y, créame, lo estoy. Pero a menudo no son conscientes de las dificultades por las que tenemos que pasar en nuestra vida personal y en el mercado de trabajo”.

Mariana coincide con este punto de vista: “Personalmente, creo que la integración no puede darse de un solo lado, la gente en Alemania podría ser más comprensiva respecto a nuestra situación, y tratar de integrarnos en el mercado de trabajo”.

Según Nikolas Kretzschmar, de la Oficina Federal para las Migraciones y los Refugiados (BAMF), no existe una regla general para la gestión de las experiencias de los refugiados.

“La integración es un proceso que toma tiempo. Es un proceso recíproco y multigeneracional, que incluye activamente a todas las partes de la sociedad”, comentó a Equal Times. “Los obstáculos burocráticos dependen de cada caso en lo individual”.

 
“Juntos somos fuertes”

En 2014, Alemania aprobó la Ley de Educación Superior. Esta ley suprime las restricciones que prohibían a las personas con una situación de residencia poco clara (literalmente traducida al español como “persona en situación de residencia tolerada”) acceder a la universidad.

Kretzschmar señala que “obtener las competencias requeridas en alemán en un corto período y adaptarse a una cultura de enseñanza y aprendizaje a menudo diferente, puede ser uno de los mayores obstáculos cualitativos que han de afrontar los estudiantes refugiados”.

La nueva Ley de Integración de 2016 contempla la integración como un proceso bilateral. Bajo el lema “Juntos somos fuertes”, la ley esboza dos aspectos como intrínsecamente interrelacionados: “apoyo a la integración” y “obligaciones de la integración”.

Según el sitio web del Ministerio Federal de Trabajo y Asuntos Sociales, el “apoyo a la integración” abarca las medidas de integración de los refugiados, incluido un mayor apoyo a la formación profesional.

Entre tanto, la canciller Angela Merkel es blanco de una presión creciente para que renuncie a su postura relativamente favorable a los refugiados, especialmente a raíz del ataque del 19 de diciembre contra un mercadillo navideño en Berlín en el que murieron 12 personas.

Merkel ha prometido repatriar a muchos de los refugiados admitidos en Alemania el año pasado, al tiempo que sostiene además que a aquellos que se queden no se les permitirá crear una “sociedad paralela”.

Kretzschmar, Sameer y Mariana coinciden en que el reto de la integración es colosal, que abarca un proceso que acarrea cambios profundos y fundamentales tanto para los refugiados como para las comunidades de acogida. Algunos de los consejos más valiosos que Mariana ha recibido durante su proceso de establecimiento en Alemania provienen de refugiados con experiencias similares. Está convencida de que los refugiados más jóvenes y ya establecidos pueden aprovechar su posición para ejercer un impacto positivo en la vida de los refugiados menos afortunados que afrontan luchas similares y no tienen acceso a mejores oportunidades.

“Creo que los refugiados más jóvenes y preparados pueden desempeñar un papel muy importante en la construcción de puentes entre las culturas”, afirma Mariana. “Pienso que somos nosotros los que podemos defender los derechos de los menos afortunados que carecen de acceso a información de crucial importancia y requieren apoyo, tanto material como emocional”.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.