“Con sus fronteras militarizadas, Australia no puede dar peor ejemplo”

Sam Wallman es un caricaturista australiano que durante un tiempo trabajó como organizador en el sindicato National Union of Workers (NUW). Su cómic At Work Inside Our Detention Centres: A Guard’s Story, sobre un vigilante en un centro de detención, publicado en 2014, ofrece una visión inédita de los centros penitenciarios australianos externalizados. En esta entrevista con Equal Times habla sobre las fronteras militarizadas de Australia y la necesidad de poner fin al ataque contra las comunidades indígenas del país.

 
Tony Abbott, ex Primer Ministro australiano, acaparó recientemente las portadas de la prensa mundial por instar a los dirigentes europeos a seguir el ejemplo australiano de cerrar las fronteras a los refugiados. ¿Qué opinión tiene al respecto?

 
El gobierno australiano quiere hacernos creer que sus esfuerzos por impedir la llegada de los barcos con solicitantes de asilo se debe a motivos humanitarios. Insiste en que, si nos preocupan los refugiados, debemos apoyar la política del gobierno; si no, esta gente continuará muriendo ahogada cuando sus embarcaciones intenten alcanzar la costa australiana, por los peligros que entraña el océano. Esto es de una hipocresía pasmosa porque, en realidad, su estrategia consiste en que las fuerzas armadas interceptan todas las embarcaciones que están llegando y las obligan a volver a alta mar, incluso cuando las embarcaciones tienen una vía de agua o los suministros justos para llegar a Australia. Las fuerzas armadas australianas están arrastrando a aguas internacionales a las embarcaciones repletas de refugiados y las dejan allí para que se ahoguen. Como es ilegal que las autoridades informen sobre dichos actos, jamás escuchamos hablar de ello, pero está sucediendo en estos momentos.

 
¿Qué descubrió trabajando sobre la política australiana hacia los refugiados?

 
Todo el mundo viene observando a Australia como banco de pruebas de la política de inmigración. Sobre todo porque los Estados se están preparando para las repercusiones del cambio climático y las masivas migraciones de personas que pronto presenciaremos en todo el planeta. A no ser que luchemos contra estas políticas, veremos cómo se exporta a otros países la militarización de las fronteras. Por ejemplo, fuimos testigos de cómo Australia dio el peor ejemplo posible durante la crisis rohingya, a principios de año, dejando a gente a la deriva, en medio del océano. Todos los gobiernos de Asia-Pacífico decía que, si hasta Australia se negaba a aceptar a estas personas, ¿cómo se podía esperar que les acogieran los países más pobres y en desarrollo de la región? Australia, el país más rico de la zona, fue quien colocó el listón para la ocasión, normalizando la brutalidad de abandonar las embarcaciones llenas de solicitantes de asilo flotando en medio del océano, convirtiéndolas en lo que la ONU llamó “ataúdes flotantes”. Este tipo de cosas no ocurría desde la Segunda Guerra Mundial. Si Australia no cambia, estas actitudes y políticas amenazan con convertirse en una de nuestras principales exportaciones al resto del mundo. Y, de continuar así, Australia debería contar con una Campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones, similar a la impuesta a Israel y Sudáfrica.

 
¿Por qué se deporta a los refugiados a los que Australia deniega la entrada a países más pobres como Papúa Nueva Guinea?

 
Australia tiene uno de los sistemas penitenciarios más privatizados del planeta. Cada uno de los centros de detención de inmigrantes del país lo gestiona una gran empresa multinacional, en lugar del gobierno, incluidos que hemos construido en otros países. Nuestras prisiones convencionales también están en su mayoría privatizadas. Al parecer, tenemos un mayor porcentaje de prisiones privatizadas que los Estados Unidos. Un tema aparte, pero importante, es el de los aborígenes australianos. Son objeto de un nivel de vigilancia y encarcelamiento desconcertante. Hay más indígenas australianos en prisión que sudafricanos negros encarcelados durante la era del apartheid. Los aborígenes australianos suponen alrededor del 2% de la población, pero el 25% de la población reclusa. Todos estos temas están conectados: las fronteras militarizadas, la falta de control del pueblo aborigen sobre sus tierras, la dominación corporativa de la vida cotidiana. En algunas poblaciones pequeñas, el único empleo que se puede conseguir es trabajar para una cárcel privada. El complejo industrial penitenciario está inmerso en el entramado de la vida cotidiana. Es sorprendente la rapidez con la que se normalizan estas cosas.

 
Los primeros pobladores de Australia padecen una discriminación en la educación, el empleo, la vivienda y la sanidad. En su documental de 2013 Utopía, el veterano periodista John Pilger describe la situación como de apartheid. ¿Qué opina sobre la situación de los indígenas australianos y las disculpas presentadas por el ex Primer Ministro Kevin Rudd a las “generaciones robadas”?

 
No me siento cómodo comentando abiertamente la lucha del pueblo aborigen, así que me resulta difícil responder. Si diré, en relación a las disculpas de Rudd, que mucha gente las consideró puro teatro. Porque al tiempo que ofrecía esta disculpa simbólica, Rudd expandió la ’Intervención Territorial del Norte’, un conjunto de medidas políticas que obligaban a suspender la Ley sobre Discriminación Racial, por primera vez desde su introducción en los años 60. Esto formaba parte de un intento de expulsar al pueblo aborigen de comunidades remotas, de alejarles de su forma tradicional de vida y trasladarles a ciudades más grandes, para facilitar la obtención de licencias mineras en enormes franjas de terreno.

Recientemente se anunció la eliminación de los servicios a 150 comunidades aborígenes en lugares remotos del país y el cierre forzoso de sus ayuntamientos. Jamás se ha aplicado una medida semejante a localidades con mayoría de raza blanca, sería inimaginable que esto sucediera en estos lugares. El Primer Ministro de entonces, Tony Abbott, dijo que los contribuyentes no tenían por qué pagar los servicios de poblaciones que eran fruto de su “elección de un determinado tipo de vida”, en lugar de reconocer los 50.000 años de íntima conexión con la tierra que posee este pueblo. Se convocaron numerosas manifestaciones multitudinarias en contra de estos cierres, que lograron paralizar varias ciudades del país. La idea era que si el gobierno quería cerrar comunidades aborígenes a su antojo, la ciudadanía optaría por cerrar los ayuntamientos de las grandes ciudades también.

 
¿Cuales es el principal reto que tiene el sindicalismo en Australia y cómo pueden ayudar los cómics a superarlos?

 
Los retos que afronta sindicalismo en estos momentos son similares a los que afronta en el resto del mundo desarrollado. Los principios de individualismo y neoliberalismo y su normalización. Los cómics pueden ser útiles porque permiten explicar ideas complejas de una manera accesible. La idea central del sindicalismo es la colectividad, una noción que ya no es tan intuitiva para la gente como en el pasado. No podemos seguir asumiendo que comprenderán automáticamente el sentido que tiene permanecer unidos. Los cómics y los dibujos animados son una forma de hacer llegar a la gente mensajes políticos o históricos áridos, sin que se aburran o se esfuercen. Por alguna razón, cuando alguien lee un cómic no se pone a la defensiva. Incluso mi abuela, cuando lee cada día el periódico, va directamente a las tiras cómicas políticas. Cuando alguien descodifica un cómic político y descifra qué significa cada símbolo, a qué político representa cada personaje, la gente siente que comprende un poco mejor las fuerzas que gobiernan su vida. Y les hace sentirse bien.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.