De la pobreza a la riqueza sindical en India

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En 1993, cuando el primer ministro Narendra Modisolo era un principiante en provincias y el calentamiento global todavía no formaba parte del léxico general en los ámbitos político y social, un innovador sindicato inició una revolución medioambiental en la ciudad de Pune, al oeste de India.

Encabezada por mujeres y centrada en el empoderamiento de los recolectores de basura y recicladores de la casta dalit (la “más baja entre las bajas” en la sociedad india), dicha revolución tuvo poca credibilidad en sus inicios.

Sin embargo, hoy en día India y su clase política por fin están empezando a despertar gracias al trabajo pionero del KKPKP: el Kagad, Kach, Patra, Kashtakari Panchayat, es decir, el sindicato de recolectores de material reciclable de India.

La primera medida política que tomó Modi tras su arrasadora victoria electoral en mayo del año pasado consistió en lanzar la campaña Swachh Bharat o “India limpia”.

Después de destruir el consenso político dominado desde la independencia por el Partido del Congreso, quizá la motivación de Modi fuera tanto simbólica como práctica, una demostración literal del dicho: “una escoba nueva lo deja todo más limpio”.

Sin duda, consiguió inspirar a un ejército de cientos de miles de sus partidarios que se armaron con escobas para limpiar el país durante los primeros meses de su gobierno.
Aun así, una ciudad en la que no necesitaron sus servicios fue la metrópolis de Pune en el estado de Maharashtra, la ciudad natal del movimiento del KKPKP.

“Tenemos 11.000 miembros aquí en Pune. Es decir, muchas escobas propias. No necesitábamos traer todas esas escobas de Delhi”, declaró Shailajah Aralkar, una portavoz del sindicato que se autodenomina cuadro del KKPKP.

“En este sindicato no hay líderes”, explicó Shailajah, una mujer de 40 años clara y decidida. “Aquí todas somos trabajadoras, cuadros”.

Pune es la segunda ciudad del estado de Maharashtra después de Mumbai y tiene una población de alrededor de ocho millones de personas.

Famosa por sus universidades y ashrams (monasterios) y por ser la antigua ciudadela de la dinastía Peshwar (que gobernó Maharashtra antes de la conquista de los colonialistas británicos), se calcula que en Pune hay 25.000 recicladores o kabadi wallahs trabajando en la economía informal relacionada con los residuos.

Hoy en día, el sindicato cuenta con 11.000 miembros. El 90% son mujeres, el 95% pertenecen a las castas dalit y el 5% son musulmanes. El sindicato también tiene miembros que trabajan como limpiadores de retretes y curtidores.

 
“Esto es poder sindical en su máxima expresión”

El KKPKP fue el primer sindicato de recolectores de residuos de India. Hoy en día, el movimiento se ha extendido por todo el país, con sindicatos aliados en Delhi, Mumbai, Chennai, Bengaluru, Bhopal, Indore y Patna, entre otras ciudades.

“Somos un ejemplo de poder sindical y organización en su máxima expresión”, explicó Shailajah en inglés a Equal Times.

“Ya hemos acabado con gran parte de la explotación. Antes, la gente nos llamaba ’ladronas’. Ahora las mujeres han recuperado sus derechos”.

Una de las primeras campañas organizadas por el KKPKP se centró en erradicar el trabajo infantil en las familias de los trabajadores y trabajadoras.

“Al principio había muchos niños trabajando. Pero si ahora usted ve a niños trabajadores, estoy absolutamente segura de que no son hijos de nuestros miembros”, recalcó Shailaja.

“Los niños de nuestros miembros estaban en la calle, así que empezamos a organizarnos para fomentar su educación. Hoy en día, cada vez hay menos niños que no van a la escuela”.

El sindicato ha luchado con éxito a favor de los derechos de los niños de sus miembros, para que coman gratis en la escuela y reciban gratis los cuadernos y los libros de texto. Asimismo, el sindicato ofrece a sus miembros préstamos sin intereses de 20.000 rupias (alrededor de 300 USD) para ayudarles a pagar las matrículas o tasas universitarias.

Entre otras victorias sindicales, en 1996 el KKPKP ejerció presión para que el Ayuntamiento de Pune otorgara a todos sus miembros documentos oficiales de identidad, un importante factor para acabar con el trato discriminatorio por parte de la policía y con el acoso a los trabajadores y trabajadoras.

En 2004, el gobierno municipal finalmente accedió a pagar las primas del seguro médico de los trabajadores/as.

“Antes nos trataban como si fuéramos basura. Pero a raíz de afiliarnos al sindicato empezamos a ser respetados”, asegura Anil Shirsad, un recolector de basura de 27 años.

“Antes, si buscábamos en los contenedores de basura, la policía llegaba para detenernos o acosarnos. Muchas veces nos obligaban a vaciar nuestras bolsas para asegurarse de que no llevábamos nada más”.

“Nos trataban como si fuéramos ladrones, aunque estábamos prestando un servicio muy importante. A veces nos obligaban a pagarles sobornos”, explicó Anil.

Él y su esposa Nita, de 25 años, son dos de los siete miembros del sindicato que trabajan en la Ravi Raj Housing Society, una urbanización privada a las afueras de Pune.

Gracias al KKPKP disponen de un contrato fijo adecuado para prestar servicios a los 285 apartamentos de la urbanización: recogen la basura de cada domicilio seis días a la semana (el domingo es el día libre), hacen compost con los residuos orgánicos para utilizarlo en los jardines comunitarios y separan y clasifican cualquier residuo restante para su posterior reciclaje.

A cada trabajador/a le pagan 4.300 rupias (alrededor de 68 USD) al mes y gana, de media, otras 1.200 rupias (19 USD) al mes gracias al reciclaje.

“Nos pagan siempre a tiempo el día ocho de cada mes”, señaló Nita con una apacible sonrisa de satisfacción.

“Antes nunca había hecho un trabajo de este tipo y al principio pensaba que era muy sucio. Pero ahora me he acostumbrado y estoy contenta con mi trabajo”, añadió esta antigua trabajadora agrícola.

“Si alguien se queja, los supervisores intervienen y resuelven el problema. Protegen nuestros puestos de trabajo. Es muy beneficioso para nosotros, los trabajadores”.

 
El creciente consumismo

Refiriéndose al sindicato, Sadthana Bhagwat, miembro del comité de la Ravi Raj Housing Society, declaró: “Esta gente es importante. Está educando a la gente sobre la necesidad e importancia del reciclaje y la separación de la basura”.

“Cada vez hay más gente en India que está adoptando un estilo de vida consumista y, por tanto, hay cada vez más residuos de plástico”.

A una hora en autobús del centro, en el suburbio de Pimpri, trabajadores y trabajadoras del KKPKP esperan su entrega vespertina.

Una flota de pequeños camiones se detiene en la ’tienda de desechos’, como se conoce al centro de reciclaje.

Lanzan al suelo grandes sacos de plástico llenos de basura y los trabajadores/as se ponen en marcha, cribando, clasificando, amontonando y separando los desechos de la India moderna y brillante.

Shailajah Aralkar se muestra orgullosa y combativa. “No estamos pidiendo al gobierno que nos dé un trabajo. Somos autónomas. Somos trabajadoras del medio ambiente. Este es un trabajo fundamental”, reivindicó.

“Todo lo que ve aquí es reciclado. Los recolectores de residuos ahorran a los ayuntamientos millones y millones de rupias en todo el país. Tan solo en Pune ahorran al ayuntamiento 16 crores de rupias (2,5 millones USD) al año”.

“Luchamos por todo lo que se extiende bajo el cielo”, concluyó. “Cuando nuestros miembros se encuentran con un problema, el sindicato siempre acude. Somos las más empoderadas”.

De la pobreza, el KKPKP ha conseguido sacar una riqueza sindical.

 
Este artículo ha sido traducido del inglés.

Este artículo ha sido traducido del inglés.