Egipto: “Las cárceles están llenas de gente libre”

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Al tiempo que la comunidad internacional expresa su enérgica condena contra la sentencia dictada por Egipto contra tres periodistas de Al-Jazeera, una colección de cartas se constituye en portavoz de los miles de personas que se encuentran detenidas desde el golpe de Estado del verano pasado.

Islam Badr tiene 17 años. Escribió una carta tras haber sido detenido por la policía cuando una manifestación invadió la calle por la que él pasaba. La carta ha sido reproducida en el nuevo libro electrónico “Letters from Behind Bars” (Cartas desde la cárcel) publicado por el Centro El-Nadeem para la Rehabilitación de las Víctimas de la Violencia y la Tortura.

“Yo iba de camino a jugar al fútbol con algunos de mis amigos” explica. Islam se refugió en un edificio residencial y se quedó allí escondido esperando a que la manifestación terminara de pasar por el barrio y que la situación se tranquilizara. Pero la policía le encontró y le metió en la cárcel.

“Me encontré en Egipto con una injusticia inesperada, con el futuro de los científicos malbaratado, con la policía de mi país machacando a todo aquel que se interpone en su camino, aunque la persona tenga razón. No soportaría ver tratar a un animal de la forma en que la policía trata a la gente. He descubierto que la policía odia lo que Dios ama.”

El-Nadeem, una ONG independiente con sede en El Cairo, establecida inicialmente en 1993, ha recopilado una fracción de las decenas de miles de voces – como la de Islam – que se encuentran actualmente silenciadas en las cárceles de Egipto.

El libro “Cartas desde la cárcel” recoge las historias que la persistente oleada represiva en Egipto ha dejado desperdigadas por las calles y hogares. Presenta, además, un retrato más personal de los nombres que han aparecido en los titulares internacionales, después de que tres periodistas de Al-Jazeera fueran condenados el lunes a penas de entre siete y diez años de cárcel.

En un tribunal de El Cairo atestado de gente, Baher Mohamed, Mohamed Fahmy y Peter Greste recibieron el lunes condenas de siete años por cargos supuestamente relacionados con actividades terroristas, y Mohamed fue condenado a otros tres años más y a una multa por estar en posesión de un único cartucho de bala.

El Secretario de Estado de los Estados Unidos, John Kerry, que se encontraba la víspera realizando una visita de un día a El Cairo, hizo constar ante el Ministerio de Asuntos Exteriores egipcio el “grave disgusto” que siente su administración con respecto al veredicto, calificándolo de “escalofriante y draconiano”, a pesar de ofrecer al Presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi una suma de 572 millones USD para nuevas ayudas militares y de seguridad.

“Las declaraciones de repulsa se repetirán una y otra vez y aparecerán en Tweeter hashtags de libertad. Después, todo desaparecerá, excepto para los que están sufriendo estas injusticias”, tuiteó Nancy Okail, Directora Ejecutiva del Tahrir Institute for Middle East Policy en Washington D.C., y una de las acusadas en el Juicio a las ONG en Egipto en 2013. “No hay nada más amargo que la sensación de impotencia e incapacidad para corregir la injusticia.”

 

“Se creen Dios”

Al igual que Islam Badr, Hossam Meneai, cineasta y ex detenido, también habla de Dios cuando habla de la cárcel. “Pienso que [la policía] está enferma, lo juro “, declaró a Equal Times. “Se creen Dios y con derecho a hacer lo que les dé la gana.”

“Dios hace cosas buenas…pero a ellos les encanta hacer cosas malas. Les gusta pegar, insultar, sentir que tienen el poder.” Durante el tiempo que pasó en el campamento de las Fuerzas Centrales de Seguridad, Meneai fue testigo de palizas y de humillaciones constantes, viéndose el mismo sometido a ellas en repetidas ocasiones. Durante uno de los interrogatorios, un agente de policía le puso una pistola en la cabeza y le amenazó con matarle.

“Pero las personas que están dentro [de la celda de presos políticos] son gente extraordinaria”, afirma Meneai. “Me recordaba mi participación en una sentada en la Plaza Tahrir durante la revolución, en una tienda, sentado con personas, ¿sabe lo que quiero decir? Había gente de todo tipo de ideologías – salafistas, izquierdistas, ultras… Allí dentro sí vi democracia”, y sonríe ante la ironía de la situación.

Antes de la sentencia de Al-Jazeera el lunes, hubo quienes manifestaron su confianza en una mayor indulgencia por parte del Estado en el futuro. El pasado martes otro periodista de Al-Jazeera, Abdullah El-Shamy, fue puesto en libertad tras haber pasado 10 meses en prisión y más de 100 días en huelga de hambre.

Dicho esto, las recientes muestras de indulgencia se producen después de meses de abusos concertados contra los derechos humanos.

Según los registros de WikiThawra y el Centro Egipcio para los Derechos Económicos y Sociales (ECESR), se calcula que, desde julio, 41.000 personas han sido encarceladas o acusadas. Otras estimaciones sitúan la cifra en 16.000.

Las historias de torturas, desapariciones forzosas y condenas en juicios arbitrarios son ahora corrientes.

Al parecer los peores abusos se cometen en las instalaciones militares. Una carta anónima de la cárcel militar de Al-Azouly en Ismailia, reproducida por El-Nadeem, describe el amplio uso de la tortura en un lugar descrito por un activista e investigador de los derechos humanos, como el “secreto más oscuro de Egipto”.

“Torturan a los presos colgándolos de una puerta, vertiéndoles agua hirviendo y aceite hirviendo, aplicándoles descargas eléctricas”, explica la carta. “Hay cientos de detenidos que no han cometido ningún crimen. Varios jóvenes detenidos murieron durante las sesiones de tortura.”

Unainvestigación a fondo realizada por Patrick Kingsley de The Guardian concluyó que unas 400 personas han desaparecido en la tétrica instalación del campo militar de Al-Galaa de Egipto.

Allí vuelven a salir a la luz historias de aceite hirviendo, electrocución de genitales, feroces palizas interminables... Las familias, los abogados y los grupos defensores de los derechos humanos desconocen el paradero de los allí detenidos.

 

Esperanzas de cambio

La pregunta que no dejarán de plantearse las organizaciones de los derechos humanos es cómo detener estos abusos y terminar con la impunidad que los autoriza.
Se ha vuelto a hablar de indultos presidenciales y se ha observado una disminución de la represión en Egipto, a pesar de que al-Sisi ha dicho más bien poco con respecto a los activistas arrestados y detenidos.

La semana pasada el presidente sí sugirió que la “reconciliación” seguía siendo una opción, siempre y cuando tuviera que ver con individuos y grupos que no estuvieran “manchados con la sangre del pueblo egipcio”.

Al mismo tiempo, el Ministerio del Interior ha anunciado planes para introducir un sistema de vigilancia de las redes sociales parecido al sistema PRISM para combatir las “ideas peligrosas” en la sociedad (es decir, todo lo que vaya desde ayuda y complicidad con el terrorismo hasta el sarcasmo y la sátira).

Pero aunque el régimen decida perdonar y poner en libertad a algunos de los detenidos, cada semana vuelve a detener a más personas. Efectivamente, el mismo día del veredicto de Al-Jazeera, 23 manifestantes volvieron a ser detenidos por desafiar la Ley de Manifestaciones, 238 simpatizantes de la Hermandad fueron condenados a penas de entre un año de cárcel y cadena perpetua, mientras que un periodista de Coptic fue encarcelado por escribir sobre violencia sectaria en la provincia de Minya. Dos hombres fueron también encarcelados durante un año por acusaciones de acoso sexual.

Una reciente declaración conjunta de Human Rights Watch y Amnistía Internacional advertía de una “crisis de derechos” en Egipto, instando a al-Sisi a “poner fin a estos abusos descomedidos”, como son las condenas a muerte masivas impuestas en los últimos meses a cientos de supuestos miembros o simpatizantes de la Hermandad.

“Si Egipto no realiza investigaciones creíbles sobre los asesinatos y torturas ilegales, los mecanismos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU serán utilizados para llevar a cabo una investigación internacional”, advirtió Joe Stork, Director Adjunto para Oriente Medio y el Norte de África en Human Rights Watch.

Hasta que no se presione lo suficiente al Gobierno de Egipto, ya sea por parte de activistas, grupos defensores de los derechos humanos o Gobiernos extranjeros que buscan establecer relaciones fiables en un Oriente Medio que gira vertiginosamente fuera de su control, la represión parece destinada a continuar.

Y teniendo en cuenta los veredictos del lunes, seguirá habiendo más detenidos. Y más cartas.