El Mediterráneo bate en 2015 un récord horrendo

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La temporada de más afluencia de migración irregular en el Mediterráneo (de abril a septiembre) comienza con una ignominia.

El domingo fallecieron 800 personas ahogadas al volcar el pesquero procedente de Libia en el que intentaban llegar a Italia.

Sólo hay 28 supervivientes en una de las peores tragedias marítimas en tiempos de paz de la historia moderna.

Mientras los ministros de exteriores de la UE abordan hoy la crisis sin precedentes que está ocurriendo en los puertos europeos, uno de los supervivientes declaró ante el fiscal italiano que unas 300 personas estaban encerradas en la bodega del barco cuando se hundió.

La semana pasada, el guardacostas italiano rescató a unas 10.000 personas, respondiendo a docenas de llamadas de socorro. De ellas, unos 400 migrantes fallecieron al naufragar sus embarcaciones.

Antes de esta última tragedia, miles de refugiados, solicitantes de asilo y migrantes, en su mayoría subsaharianos, habían resistido las condiciones invernales de las aguas de la costa de Libia. El número de víctimas mortales no para de aumentar día a día.

En 2014, en este mismo periodo y en la misma ruta migratoria, fallecieron 17 personas. Es decir, el número de personas fallecidas es 53 veces superior al del año pasado en esta misma época, de acuerdo con datos de Amnistía Internacional, que a finales de abril publicará un informe sobre emergencia migratoria.

Estamos llegando a familiarizarnos con la incómoda realidad de las muertes multitudinarias en el mar y con las imágenes de barcos desvencijados abarrotados de personas desesperadas e indigentes.

Sin embargo, funcionarios y observadores llevan meses advirtiendo que los patrones migratorios que estamos observando en 2015 en el Mediterráneo serán muy distintos de los de años anteriores.

Los conflictos que estallaron en todo el Mundo Árabe, unidos a la inestabilidad en Libia, amenazan con inducir flujos migratorios que superarán incluso las 218.000 personas que cruzaron el Mediterráneo en 2014.

Algunos vienen en busca de una vida mejor, otros huyendo de la guerra y la represión. El resultado es una mezcla sin precedentes de refugiados, solicitantes de asilo y migrantes que intentan llegar a Europa cada vez en mayor número.

Los agentes de seguridad y aduanas vienen también advirtiendo una evolución en las tendencias de la migración clandestina: los traficantes son cada día más crueles y los terroristas hacen uso de las porosas fronteras para perpetrar atentados en la Europa continental.

 

Barcos fantasma

El año pasado comenzó con varias noticias sobre una táctica novedosa, los llamados ‘barcos fantasma’. Los traficantes que operan en la costa mediterránea de Turquía están adquiriendo cargueros desvencijados y atestándolos de cientos refugiados sirios desesperados, para más tarde abandonarlos en alta mar.

En la reunión sobre inmigración mantenida por el Parlamento Europeo a mediados de enero, el tema al que más atención se prestó fue el de dos barcos fantasmas: el Blue Sky-M y el Ezzadeen.

A pesar de que se logró rescatar a todas las personas a bordo, la constatación de este nuevo modus operandi de los traficantes de personas en la ruta mediterránea hace temer que más vidas correrán peligro.

Un informe de Frontex, la agencia encargada de las fronteras exteriores de la Unión Europea, afirma que “los grandes beneficios y el mínimo riesgo para los grandes contrabandistas probablemente desencadenará incidentes similares en el futuro”. La noticia llegó a las portadas de los medios de comunicación de toda Europa.

Sin embargo, un programa de la cadena de televisión alemana ARD reveló que, el primer buque, el bandera moldava Blue Sky-M, no fue abandonado por su tripulación, ni tenía problemas.

El incidente, según informó ARD, muestra “lo lejos que llega la guerra propagandística contra la migración ilegal de la policía de fronteras de Europa”; los comentaristas sugieren que estos “barcos fantasmas” se utilizaron simplemente como justificación para renovar los controles fronterizos.

El responsable de operaciones de Frontex, Klaus Rösler, acabó admitiendo a Vice Germany que habían recibido nuevos datos, pero insistió en que “el fenómeno [de los barcos fantasmas] y la conducta criminal… siguen siendo reales”. Aunque desde entonces no se han producido más noticias sobre barcos fantasma.

Funcionarios de la UE continúan señalando como culpables a “contrabandistas y traficantes de seres humanos” de las “continuas pérdidas de vida de migrantes en el mar”. También hemos conocido noticias de traficantes armados que han amenazado e incluso disparado contra socorristas.

Martin Xuareb, Director de la organización privada de búsqueda y rescate Migrant Offshore Aid Station (MOAS), con sede en Malta, que ayudó a unos 3.000 migrantes durante el apogeo del tráfico ilegal de migrantes del año pasado, explicó a Equal Times que “los traficantes se sienten impunes, por eso cada vez actúan con más osadía y descaro”.

Pero los grupos defensores de los derechos humanos responsabilizan también de las muertes a las políticas fronterizas —como la decisión de sustituir la misión de rescate marítimo italiana, Operación Mare Nostrum, por la tibia Operación Tritón de Frontex—.

Human Rights Watch denunció la semana pasada que “es frecuente escuchar estos días la retórica de la UE insistiendo en la necesidad de frenar a traficantes y contrabandistas, cuando el objetivo fundamental es, en realidad, impedir la entrada de los pasajeros”.

Esta respuesta “deliberadamente miope, unidimensional e… inadecuada” fue importante para llegar a las redes criminales que explotan a las personas vulnerables, afirma HRW, pero utiliza un doble lenguaje casi orwelliano que disfraza de humanitarismo el control fronterizo.

 

Contraterrorismo

Europa comenzó la lucha contra los traficantes a través de operaciones de espionaje como Mos Maiorum y la nueva policía continental inaugurada por Europol a principios de año.

Pero el contraterrorismo ha impuesto otro enfoque hacia la migración que prioriza la seguridad, sobre todo ante la amenaza terrorista a las fronteras del sur de Europa que plantea el auge del Estado Islámico (EI) desde la península egipcia del Sinaí, Siria, Irak y, más recientemente, Libia.

A mediados de febrero, EI difundió un video desde Libia con la decapitación de 21 cristianos en puertos del Mediterráneo. En un horrendo momento de simbolismo sanguinario, mostraban la sangre de las víctimas fluyendo en las aguas mediterráneas, presumiblemente para mostrar a Europa que el EI se está acercando.

Según un documento supuestamente escrito por un propagandista del EI, la “extensa costa de Libia… mira hacia los Estados cruzados del sur, a los que puede llegarse con facilidad, incluso con una embarcación rudimentaria. Si esta posibilidad se explotara y se desarrollara estratégicamente, incluso parcialmente, el sur de Europa podría convertirse en un pandemónium”.

Este no es el primer supuesto vínculo entre el EI y las rutas de tráfico de seres humanos del Mediterráneo.

Según un informe de Buzzfeed, las redes del EI podrían haber aprovechado ya los barcos de refugiados que zarparon de puertos turcos, para transportar a Europa a sus combatientes.

La semana pasada, la revista Foreign Policy sugirió también que la negativa de Italia a inscribir a los refugiados sirios que llegan a sus puertos, un intento aparente de reducir sus responsabilidades según el Acuerdo de Dublín, está abriendo la puerta a la infiltración de terroristas.

Pero estos informes están lejos de ser concluyentes.

Según Sasha Jesperson, una analista del Royal United Services Institute (RUSI) de Londres, especializada en crimen organizado, no hay pruebas reales de que ninguna organización terrorista esté utilizando las rutas de la inmigración ilegal.

“Aunque sí existe el riesgo de que [esas rutas] puedan ser captadas,” admite.

Bruselas está preparando varias políticas preventivas para afrontar otro año sin precedentes en el Mediterráneo, como externalizar los centros de recepción de emigrantes y las patrullas de migrantes, a terceros países “confiables”, como Egipto y Túnez.

Pero los tiempos son un problema, según Elizabeth Collett, Directora del Instituto de Política Migratoria Europa.

“La UE está intentando aplicar un enfoque global, …[pero] el problema es que la crisis está sucediendo ahora y los procesos de la UE tienden a prolongarse mucho tiempo.

“Hay que lograr el apoyo de los 28 Estados miembros”, afirma, y concluye que “muchas de estas iniciativas no cosecharán frutos hasta dentro de años”.

Si bien el contexto de la migración en el Mediterráneo puede estar cambiando —los conflictos están creando nuevos flujos de refugiados y migrantes; las políticas fronterizas desvían las rutas de la migración ilegal— lo fundamental no ha cambiado.

En 2015 seremos testigos de un número sin precedentes de migrantes y de muertes. Mientras Europa continuará contemplándolo desde la otra orilla del mar.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.