El rostro de la violencia antisindical en Colombia

 

Las expresiones de la violencia en Colombia son múltiples.

Además de una larga historia de violencia política, existe un largo conflicto entre las fuerzas gubernamentales, los grupos insurgentes y los paramilitares.

 

En el plano social, las cifras oficiales indican que las mujeres han sido las más afectadas por el conflicto civil que ha asolado el país desde hace medio siglo y que ha generado una de las peores crisis de refugiados internos en el mundo.

El organismo gubernamental Acción Social ha registrado 1,9 millón de mujeres refugiadas en el país, y de este número, el 30 por ciento han abandonado sus hogares debido a la violencia doméstica.

Además, los activistas sociales y, en particular, los dirigentes sindicales suelen ser algunas de las víctimas más comunes.

Una de las realidades que caracterizan a Colombia es su alto índice de violencia antisindical.

Las cifras son inapelables: 2.932 asesinatos desde 1986 hasta hoy, 5.915 amenazas de muerte y 298 intentos de asesinato.

Esta violencia afecta de manera desproporcionada a las mujeres.

Según datos de la Confederación Sindical Internacional (CSI), entre 1986 y 2011 fueron asesinadas 274 mujeres sindicalistas.

Sin embargo, detrás de las estadísticas hay sindicalistas como María Victoria Jiménez, bacterióloga del Hospital de Santafé de Antioquia y Presidenta en su municipio de la Asociación Nacional Sindical de Trabajadores y Servidores Públicos de la Salud – Anthoc.

 

Brutal ataque

En 2009, María Victoria, al regresar de vacaciones, encontró que algo comenzaba a tramarse de manera soterrada.

Fue el caso de dos hombres que en dos ocasiones vio en una moto merodeando en la ruta que ella usaba para ir al trabajo.

En la noche del 24 de septiembre al regresar a su casa, observó que el portón estaba a oscuras.

Cuando introdujo la llave en la cerradura sintió una mano sobre su boca, y el cuerpo de un hombre que la retenía desde detrás y la golpeaba en diferentes partes.

De inmediato las luces de la casa se encendieron.

María Victoria se movía desesperada, hasta que cayó al piso, momento en que advirtió que eran dos los hombres que la atacaban.

Intentó levantar la cabeza para mirarles el rostro, pero antes de lograrlo un último golpe impactó su cara.

Asustados por la luz y los gritos de su mamá los dos hombres huyeron, dejándola tirada en el suelo.

La llevaron de urgencia al hospital donde llegó herida de 7 puñaladas y con la nariz destrozada por el último golpe que recibió en el suelo.

En total le serían realizadas 12 operaciones, en especial para la reconstrucción de la nariz.

 

Los sindicatos

El drama que ha vivido María Victoria es fruto de su actividad como dirigente sindical.

Antes del atentando, había denunciado un nombramiento hecho sin el debido concurso de méritos.

Paralelamente, se dio cuenta de que se estaban registrando robos por parte de los contratistas, y se dio a la tarea de investigarlos.

Cuando se recuperó del atentado, regresó a su puesto de trabajo, a compartir el mismo espacio con la persona que ella sospechaba que estuvo involucrada en el atentado.

Pero al poco tiempo la situación tomó un giro inesperado. Su familia empezó a recibir insistentes llamadas intimidantes y amenazas.

La solución que una de sus primas encontró para que las dejaran en paz, fue ofrecerle dinero al hombre que las estaba amenazando.

Entonces todo cambió. El hombre no sólo dejó de amenazar a su familia sino que, a cambio de dinero, les envió pruebas y nombres de las personas que estuvieron detrás del atentado.

A pesar de que María Victoria le entregó esta prueba a la Fiscalía, y de que el investigador designado logró identificar a seis personas implicadas en el intento de homicidio, poco ha avanzado la investigación.

Según ella, el ingrediente de género ha tenido un fuerte peso, tanto en las presiones que la administración del hospital ha ejercido, como en el supuesto móvil pasional que argumentó la Fiscalía.

“Si hubiera sido un hombre el que estuviera en mi situación, las cosas habrían ocurrido de otra manera”, concluye.

Hace pocas semanas la investigación de su caso se reactivó, pero la sindicalista teme que todo quede en la impunidad.

En los últimos meses ha tenido que lidiar con nuevas situaciones de acosos e intentos de amedrentamiento contra ella y su familia.

Sin embargo, cada una de las situaciones y angustias, en vez de doblegarla, la han fortalecido.

No sólo regresó a Santafé de Antioquia, sino que además retomó la presidencia de la subdirectiva del sindicato.

Tampoco quiere guardar silencio ni dejar de secundar a sus compañeros en la defensa de sus derechos.

Todo lo contrario: sigue dispuesta a imponer su voz sobre aquellos que quieren silenciarla. (Agencia de Información Laboral)

 

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.