El sector privado cubano en pleno auge

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“Hace siete meses lancé mi negocio. Aunque tengo algunos clientes extranjeros, la mayoría son cubanos. Trabajar por cuenta propia es más rentable,” señala Maykol, peluquero en el centro de la Habana.

“Pero supone más responsabilidades también. No tienes ninguna seguridad sobre lo que ganarás al fin del mes,” advierte.

Maykol es uno de los 28.000 cubanos que han abierto negocios en el sector privado desde el principio del año.

Según las últimas cifras oficiales, en Cuba hay ahora cerca de 500.000 personas que trabajan por cuenta propia, lo que representa un aumento de unas 3.000 personas por mes.

Pese a ser una cifra récord, sigue siendo muy inferior a la de los funcionarios en la isla.

De los 5 millones de cubanos económicamente activos, alrededor de 4,5 millones trabajan para el Estado.

Sin embargo, el número de funcionarios ha ido disminuyendo desde que Raúl Castro asumiera las riendas del país.

Según el informe anual de la Central de Trabajadores de Cuba, desde 2009 se han suprimido cerca de 600.000 puestos de funcionarios en la isla.

Ese proceso que no ha finalizado aún. En el sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba, las autoridades preveían una disminución de 1,8 millones de funcionarios en el país.

En cuatro años se ha alcanzado un tercio de ese objetivo, lo que tiene importantes repercusiones económicas para las arcas del Estado que, no solo gasta menos, sino recauda una tasa más elevada del impuesto sobre la renta, que se ha fijado en 50%.

 

Se intensifica la liberalización

La libertad empresarial, que antes se reservaba a las profesiones relacionadas con el turismo, se ha hecho extensiva a oficios más manuales como los agricultores, los plomeros o comerciantes, y se ha integrado en vastos sectores de la economía.

La población ha respondido presente. “Ahora me gano mejor la vida,” asegura Fidel, que es zapatero. “Bajo Fidel, no podíamos hacer nada. Ahora tengo más libertad y mi trabajo reditúa lo que es justo,” opina este ciudadano, muy crítico del antiguo Líder Máximo.

Lo que lleva a los cubanos a ser cuentapropistas, según lo que han declarado con mayor frecuencia a Equal Times, es el hecho de poder ganar más haciendo el mismo trabajo.

“La señora a la que alquilo la terraza en la que he instalado mi peluquería está jubilada y recibe una pensión mensual de solo 300 pesos cubanos (12 dólares de EE.UU.),” aclara Maykol, el peluquero. “Eso no basta para vivir aquí. Yo me las arreglo mucho mejor”.

Si bien es discreto en cuanto a la cifra exacta de sus ingresos mensuales, indica que por un corte de pelo a un extranjero le cobra 3 CUC (peso convertible), que equivale a 3 dólares EE.UU. (en Cuba, coexisten las dos monedas).

Según el último informe de la Oficina Nacional de Estadística e Información, el salario mensual medio de un cubano asciende a 471 pesos cubanos (es decir, 19 dólares EE.UU.).

Eso representa una mejora neta para algunos cubanos, ya que la remuneración nominal ha aumentado en más de 100 pesos desde 2005. No obstante, varios economistas y ciudadanos cuestionan el método de cálculo.

La Central de Trabajadores de Cuba denuncia que, si se toma como base el salario real, los cubanos han perdido una parte considerable de su poder de compra en los últimos 10 años a causa de la inflación.

En cambio, para las personas relacionadas con el turismo, el poder de compra ha aumentado de forma patente.

“Puedo ganar hasta 500 CUC (500 dólares) por mes con mi taxi,” nos dice Rudi, que conduce a viajeros de una ciudad turística a otra a un precio inferior a las tarifas exorbitantes que cobran los autobuses reservados para ellos.

Por otra parte, los restaurantes en casas privadas, el transporte en taxi y las casas de huéspedes, en ese orden, son las actividades más populares en el sector privado, aunque los guías, arrendadores de motos o camareros se ganan muy bien la vida en comparación con el resto de sus compatriotas.

 

“Pies secos » y bolsillos llenos

Algunos no esperaron esta liberalización para enriquecerse. Pero optaron por otra vía: el exilio.

“Salí del país en 2008. Éramos 35 personas en un pequeño barco con dos motores potentes. El mar estaba muy agitado y tuvimos que detenernos en una isla entre Cuba y Florida. Pero el día siguiente llegamos a buen puerto,” recuerda Ermel, un orgulloso cincuentón que luce sus cadenas de oro en Playa Larga, frente a la Bahía de los Cochinos.

Se instaló en Florida, donde vive un millón y medio de cubanos, es decir las tres cuartas partes de la población cubana en exilio.

Cada año, unos 40.000 cubanos intentan hacer el viaje hacia los Estados Unidos, donde rige aún la política de los “pies secos, pies mojados”.

Una vez en suelo estadounidense, tienen muchas probabilidades de recibir una de las 20.000 visas que se expiden anualmente por sorteo.

“El Gobierno de Estados Unidos ofrece a los inmigrantes cubanos que logran pasar por las mallas de su red dinero para vivir,” prosigue Ermel. “Luego, un año y un día después de haber llegado oficialmente al territorio estadounidense, nos dan una tarjeta de residencia legal”.

La nacionalidad tampoco es tan difícil de obtener: su mujer la obtuvo y él espera recibirla pronto.

Mientras tanto, puede regresar sin problemas a la isla y seguir enviando dinero a su familia desde Florida, como muchos otros expatriados.

Si bien las cifras no son enteramente fiables, ya que son difíciles de verificar, se considera que las remesas son la principal fuente de divisas del país, por encima del turismo.

Según una agencia de consultores especializada en Cuba, solo en 2013 las remesas se elevaron a 3.500 millones de dólares.

“No tengo ningún problema aquí. Puedo ayudar a mi familia y darles dinero, además de llevar puestos mi reloj y mis joyas, lo que no me atrevo a hacer en Miami”. Puede también darse la buena vida, a juzgar por el número de cocteles con los que se agasaja.

Ya ha reembolsado los 8.000 dólares que tuvo que pagar por la peligrosa travesía por mar. Actualmente, acumula un pequeño capital con el que piensa volver algún día a la isla, donde viven todavía su hijo y su hermana.

“Es aquí donde quiero vivir cuando me jubile. Es el lugar más bello del mundo.”

“Pero entonces, ¿por qué se fue?,” le preguntamos. “Gano 3.500 dólares por mes trabajando como jardinero en los EE.UU. Nunca podría ganar eso aquí,” responde, acariciando su cadena de oro.

 

Este artículo ha sido traducido del francés.