El virus de la peste porcina se ceba con los criadores de cerdos bálticos

Artículos

Regina Paluckienė y su marido Gytis tuvieron un comienzo prometedor como agricultores orgánicos. Después de cambiar la vida en la capital lituana de Vilnius por el distrito de Kupiškis, en el noreste, escribían con entusiasmo en su blog acerca de su casa con techo de paja y sus cerdos exóticos criados al aire libre. Sin embargo, al cabo de menos de dos años, un virus letal ha puesto fin a su sueño.

En enero de 2014, Lituania notificó su primer caso de peste porcina africana (PPA), una enfermedad hemorrágica muy contagiosa y con altas tasas de mortalidad que afecta a cerdos, facóqueros y jabalíes. Poco después se dieron casos en Polonia, Estonia y Letonia. Los brotes se registraron en explotaciones agrícolas de subsistencia y en pequeña escala, así como en grandes explotaciones porcinas comerciales, lo que llevó a la Comisión Europea a restringir el transporte y el comercio de cerdo en las zonas afectadas.

La PPA se transmite principalmente a través de la carne, las heces y el forraje. No existen vacunas ni tratamiento para la enfermedad y, aunque no afecta a los humanos y no generó la movilización vista contra otras formas de gripe porcina o aviar, la Unión Europea temía que fuera una amenaza para sus exportaciones.

Como resultado, entre 2014 y 2015 más de 22.000 cerdos fueron sacrificados en Estonia, 777 en Letonia y más de 19.000 en Lituania. Por desgracia, este año todavía se han registrado nuevos brotes de PPA.

Lituania, el país de la región que lleva más tiempo lidiando con el virus, ha reducido su población de jabalíes en casi dos tercios según datos del Ministerio de Medioambiente, pero las granjas siguen siendo víctimas de la PPA.

Además de sacrificar a los animales, se ha prohibido la alimentación con residuos alimenticios en pequeñas granjas y las explotaciones en áreas afectadas han tenido que introducir medidas estrictas de bioseguridad para aislar a los cerdos de otras áreas.

Otra medida polémica para intentar controlar la transmisión del virus ha sido el decreto de que cuando una granja no cumple las nuevas medidas, las granjas vecinas también deben sacrificar los cerdos no infectados. Los expertos dicen que esta medida es inevitable, pero que ha dejado a muchos granjeros devastados y sin empleo en zonas rurales que ya tienen niveles altos de desempleo.

La crisis también ha enfrentado a los granjeros a gran escala con los granjeros a pequeña escala y cada lado culpa al otro de la emergencia sanitaria.

“Sacrificar a los cerdos lituanos es la forma más fácil para los grandes ganaderos de deshacerse de los competidores”, dice Vidas Juodsnukis, presidente de la unión de agricultores familiares lituanos, a Equal Times. Citó el ejemplo de dos municipios en los que se ordenó a ganaderos que pagaron para instalar medidas de bioseguridad que sacrificaran a sus cerdos porque se había declarado que su región estaba contaminada.

Regina y Gytis descartaron la cría de cerdos al aire libre, que no necesitan instalaciones especiales, y cerraron su negocio. Ahora Regina se queda en casa para cuidar de sus hijos y Gytis trabaja en la ciudad.

Como otros pequeños granjeros, se suponía que iban a recibir consejo de las autoridades veterinarias de su municipio, pero Regina piensa que los funcionarios “están más acostumbrados a sancionar y prohibir que a informar”.

Por otro lado, el Servicio Estatal de Alimentación y Veterinaria de Lituania ha criticado a algunos aldeanos por practicar una cría “irresponsable”, citando el ejemplo de un hombre que enterró a un cerdo infectado en su jardín trasero en lugar de notificarlo a las autoridades.

La Asociación de productores porcinos lituanos estima que los productores comerciales en las zonas más restringidas perdieron 447.000 euros (500.000 USD) entre diciembre de 2015 y julio de 2016. El presidente de la asociación, Algis Baravykas, dijo que seis empresas han cerrado porque se encontraban en zonas restringidas y que 105 productores porcinos en Lituania han perdido su empleo desde 2014.

Sin embargo, Baravykas sigue siendo pragmático: “Todas estas conversaciones sobre tradiciones y destrucción de la vida de los pueblos es poética, pero la situación es crítica y exige medidas extremas”.

En una carta dirigida al comisario europeo de Lituania, Vytenis Andriukaitis, la asociación se quejó de que los países afectados, así como la UE en general, no habían controlado la transmisión del virus desde Belarús a través de la migración de jabalíes, el comercio y el tráfico indocumentado de productos cárnicos ‘inseguros’.

Según la asociación, las medidas de la UE que regulan el transporte, las ventas y las exportaciones de carne de cerdo no incentivan a los pequeños productores –que pueden tener hasta 100 cerdos– a mantener los niveles más altos de bioseguridad.

 

El comercio se ha resentido

La Comisión indica que la cepa del virus se originó en Rusia, país que compra un cuarto de la carne de cerdo exportada por la UE y el 18% de la de Lituania. La propia Rusia introdujo una prohibición de la importación de carne de cerdo de toda la UE en febrero de 2014. La prohibición fue objeto de una reclamación presentada por la UE ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la UE recibió una decisión favorable en agosto.

Los Estados bálticos ejercieron presión para que la Comisión Europea permitiera el comercio interno de carne de cerdo de las áreas afectadas, con algunos resultados. Sin embargo, según Amanda Cheesley, encargada de prensa de Copa-Cogeca, que representa los intereses de los granjeros europeos y cooperativas agrícolas en el ámbito de la UE, estas medidas estrictas “garantizan que los cerdos y los productos porcinos se puedan poner de forma segura en el mercado de la UE y exportarse a los socios comerciales”.

En agosto de este año, la Comisión Europea amplió las medidas de control de la PPA a ciertas áreas en Polonia después de la notificación de nuevos brotes. Copa-Cogeca dice que la zonificación estricta después de cada brote, que causa pérdidas a las explotaciones comerciales, se debería combinar con una compensación adecuada de la UE.

Los productores lituanos podían solicitar compensación de un fondo de 379.000 euros (425.000 USD) este año. Sin embargo, muchos de ellos no lo han hecho porque piensan que será muy complicado, mientras que otros no han cumplido el plazo de solicitud.

Aldona Pigagienė, propietaria de un negocio de procesamiento de carne de cerdo en la aldea de Nedzingė en el municipio de Varėna, en el sureste de Lituania, explicó a Equal Times que sacrificó a sus cerdos y despidió a seis trabajadores del matadero cuando su municipio fue uno de los primeros afectados. Durante un tiempo intentó hacer queso.

Ahora Pigagienė dice que lamenta haber invertido en la adaptación de su matadero para que se ajustara a las normas de la UE en 2008 porque ahora su empresa compra carne importada. No pidió subvenciones porque temía que el proceso de solicitud llevara demasiado tiempo. “Una vez solicitamos fondos y tuvimos que devolverlos; el precio del equipo que necesitábamos se duplicó mientras esperábamos los documentos”.

Sin embargo, los granjeros no son los únicos que están frustrados con las nuevas normativas. Eugenijus Tijušas, director adjunto para el sector de la caza de la Unión lituana de cazadores y pescadores, no tiene pelos en la lengua cuando habla de algunas de las medidas propuestas para combatir la PPA.

“La mayoría de estos funcionarios solo ha visto a un jabalí por televisión. Los cazadores se burlan de las medidas, pero las tienen que cumplir”, dice, haciendo referencia a una directiva de Bruselas que pide que se limite la alimentación de jabalíes y que la caza se centre en los jabalíes hembra con el fin de reducir la población.

“Los jabalíes son animales estrictamente territoriales. Cuando su densidad es baja, caminan mayores distancias para aparearse y formar manadas más grandes. Los países con la mayor densidad de jabalíes no padecen la PPA”, cuenta Tijušas a Equal Times.

 

Aprender a vivir sin cerdos

Para Janina (que declinó dar su apellido), una agricultora de subsistencia del distrito de Vievis, situado entre Vilnius y Kaunas en la región centro-oriental de Lituania, sacrificar prematuramente a sus cerdos este verano ha supuesto más que una pérdida económica. “La vida es más fácil cuando tienes tu propia carne”, dice Janina, que está jubilada. La pensión media en Lituania es de solo 255 euros (285 USD) y los habitantes de los pueblos en general proporcionan carne al círculo familiar extendido y los parientes de las ciudades.

Janina, como muchos otros aldeanos, se queja de que el cerdo es el único animal que vale la pena criar desde el punto de vista financiero. “Nadie viene a comprar nuestra leche, pero los cerdos crecen bien cuando se les da leche. Cocíamos patatas, calentábamos harina y lo mezclábamos con leche. Engordaban 200 kilos en un año”.

Al igual que Regina y Gytis, Janina destaca que mantener a los cerdos es barato, a lo que se añade su buena adaptación al ecosistema local. Esto hace difícil reemplazarlos por otros animales, a pesar de la disponibilidad de subvenciones para este propósito específico.

El Ministerio de Agricultura ha prometido unos 355.000 euros (398.000 USD) para reemplazar a los cerdos por otros animales este año, pero hasta ahora se ha desembolsado menos de una décima parte. Pigagienė, que lleva trabajando 20 años en el negocio de los cerdos, se muestra pesimista: “Si pudiera retroceder en el tiempo, me lo pensaría dos veces antes de criar cerdos”.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.