La batalla por el sistema educativo de Turquía

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El 13 de febrero de 2015, cientos de docentes y estudiantes que sostenían pancartas que exigían una “educación moderna, académica, basada en la ciencia y laica” caminaron desde la Universidad de Estambul a la dirección en Estambul del Ministerio de Educación.

Fueron recibidos por un cordón de camiones con cañones de agua y la policía antidisturbios.

La manifestación, parte de un boicot nacional a las clases pedido por grupos como el sindicato turco de docentes Eğitim-Sen, había sido declarada ilegal por el gobierno.

Los/las docentes afrontaron medidas disciplinarias y la policía dispersó a la fuerza y detuvo a los/las manifestantes.

Sin embargo, la marcha continuó.

Últimamente se puede observar un asedio reaccionario verdaderamente serio en Turquía. Estamos aquí para mostrar que no nos rendiremos ante ello”, dijo a Equal Times Semra, una profesora de secundaria de Estambul.

Firat, un estudiante de instituto de 17 años y miembro del movimiento Esperanza de los Jóvenes de Institutos (Liseli Genç Umut) dijo: “Continúan transformando nuestras escuelas en escuelas [religiosas]. Estamos aquí para luchar contra ello y defender nuestros derechos”.

La política educativa es polémica desde hace tiempo en Turquía y actualmente – no por primera vez – la religión está definiendo el debate.

Tras una reforma de la educación en 2012, que introdujo el denominado sistema ‘4+4+4’ (por el número de años de educación primaria, media y secundaria), el número de escuelas de formación profesional religiosa —denominadas Imam Hatip, o escuelas para predicadores—está aumentando y los cursos sobre el islam se han convertido en obligatorios.

El Presidente Recep Tayyip Erdoğan ha dicho que quiere educar a una “generación más pía”.

Los/las defensores/as lo ven como una corrección de la discriminación sufrida durante décadas por los/las musulmanes/as suníes devotos/as a manos de los/las ‘laicistas’ antirreligiosos/as y un ejército que controlaba el Estado turco.

Todo el mundo está de acuerdo en que un gobierno islámico, conservador y muy popular está reformando la república turca e incluso el propio concepto que Turquía tiene de sí misma.

Muchos/as lo celebran como una revolución. El partido en el gobierno, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), dice que está fundando una “Nueva Turquía”.

Sin embargo, con el estancamiento de la introducción de una nueva constitución en el parlamento turco — la actual se remonta al régimen militar tras el golpe de estado de 1980—, el marco jurídico para este cambio es ambiguo.

 

“Debate superficial”

Por otro lado, muchos/as se oponen a los cambios actuales en el sistema educativo.

Los/las críticos/as, en particular los de las comunidades minoritarias de Turquía, como los alevíes, los kurdos, los no musulmanes y los no religiosos, dicen que una ideología musulmana suní mayoritaria está tomando el control del sistema educativo y no está haciendo nada para mejorar el nivel educativo.

Algunos/as expertos/as de la educación temen que la naturaleza muy cargada de religiosidad de los debates deje sin abordar los retos prácticos y pedagógicos.

Como Turquía no está manteniendo un debate plural sobre su identidad y su futuro – un debate que debería darse en el contexto de la redacción de una nueva constitución – el [conflicto y la disputa dimanantes] se transmiten a diversos niveles y sectores de la sociedad, incluida la educación”, dijo Batuhan Aydagül, director del grupo de reflexión turco Education Reform Initiative, a Equal Times.

“Cuanto más tiempo se mantenga esta tensión, más tiempo se mantendrá el debate superficial y menos energía y espacio tendremos para debatir nuestros verdaderos retos”.

El llamamiento inicial para el boicot de las clases se produjo el 8 de febrero.

Bajo nubes cargadas de lluvia que casi no consiguen contener un chaparrón, decenas de miles de manifestantes se reunieron en torno a la plaza principal en el distrito de Kadıköy de Estambul.

Imágenes de bolsillo de los iconos alevíes Ali y Hüseyin decoraban puestos cercanos. Un cartel decía: “Si haces la educación religiosa, haces esclavas a las mujeres”.

Una pancarta popular declaraba: “Mi alevismo es un derecho”.

La preocupación principal [por las políticas educativas actuales] viene de la comunidad aleví y se puede ver fácilmente en el grupo de manifestantes de hoy. No quieren que a sus hijos/as se les enseñe el dogma suní en la escuela… para ellos, es una forma de asimilación”, dijo Mustafa Görkem Doğan, presidente de la sexta sección en Estambul del sindicato de docentes Eğitim-Sen y profesor auxiliar de ciencias políticas en la Universidad de Estambul, a Equal Times.

Los/las alevíes forman una rama heterodoxa del islam chiita, aunque pocos se muestran de acuerdo en cuanto a su definición precisa.

Entre 10 y 20 millones de los 78 millones de personas que viven en Turquía son alevíes y aunque el Estado turco les ha privado históricamente de derechos, muchos apoyan la secularidad, en buena parte como baluarte contra la dominación suní.
Para los/las suníes, este baluarte ha sido parte del problema.

La secularidad en Turquía no significa la separación entre el Estado y la religión. La secularidad ha operado en Turquía como una ‘secularidad autoritaria’ durante muchos años. Esto significó una supervisión estricta de la educación religiosa y la prohibición de ciertos tipos de educación religiosa”, dijo el Dr. Kenan Çayır, director del Centro para Sociología y Educación en la Universidad Bilgi de Estambul, a Equal Times.

Los/las republicanos/as turcos/as consideraban el islam suní como un posible gran rival. Esta ‘secularidad autoritaria’ fue reforzada tras el golpe de estado de 1980 y de nuevo después de que el ejército derrocara a un gobierno islámico en 1997.

Muchas escuelas secundarias religiosas fueron cerradas. A muchos/as bachilleres de Imam Hatip—la mayoría de los cuales no se convierte en predicadores— se les restaron oficialmente sus resultados del examen de acceso a la universidad, lo que les impidió acceder a las universidades buenas del país, y se prohibió a las mujeres que llevaban velo que entraran a los recintos universitarios.

 

Diferencias de identidad

El Estado no ha reprimido simplemente la religión; durante décadas ha integrado y utilizado el islam suní (y marginado a alevíes y no musulmanes) para reforzar interpretaciones oficiales del nacionalismo turco.

Del mismo modo, el Estado turco eliminó durante mucho tiempo las diferencias de identidad. Hasta la década de los noventa, el Estado turco negaba oficialmente la existencia de los/las kurdos/as.

Hasta 2004, las minorías, especialmente los/las 50.000 armenios/as de Turquía, eran presentadas en los libros de texto para las escuelas como posibles “enemigos internos”.

Sin embargo, desde la llegada al poder de AKP en 2002 el péndulo ha oscilado en otra dirección.

Los actores conservadores de hoy en día no se identifican con la historia republicana, sino con la historia otomana”, dijo Çayır.

El pasado otomano de Turquía fue denigrado en general por los/las republicanos/as turcos/as. Y aunque la nostalgia de la sociedad otomana—donde el islam suní prevalecía sobre una jerarquía imperial de comunidades desiguales y sometidas—no puede generar una sociedad moderna e igualitaria, la reacción contra la república de la que forma parte esta nostalgia y las referencias de la comunidad conservadora a la mezcla caleidoscópica del imperio de lenguas, culturas y religiones ha creado espacio para el reconocimiento de diferencias de identidad que la República Turca asimilacionista nunca permitió, según Çayır.

Un resultado es la oferta del gobierno de cursos optativos en kurdo y otras lenguas minoritarias en las escuelas.

Si conoces la historia de Turquía, se trata de una medida progresista”, dijo Çayır.

Sin embargo, cuando analizamos los libros de texto de historia y otros libros de textos escolares, la población kurda todavía sigue sin existir. Hay una discrepancia entre la política y la educación. La política introduce cursos optativos e inicia un proceso de paz. La educación, por otra parte, todavía se centra en una identidad nacionalista turca muy estéril”, dijo Çayır.

Sin embargo, no importa el control que la ideología nacionalista turca ejercía sobre la religión, siempre se ha asumido que un “turco” es un musulmán suní. Esta suposición no se ha eliminado.

Un asunto polémico actualmente son los cursos obligatorios de “cultura religiosa y educación moral”. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos confirmó recientemente su decisión de que estos cursos violan los derechos humanos.

El Ministerio de Educación dice que es un curso de ‘cultura religiosa’, pero nuestro análisis muestra que no es así. [Los libros de texto] hacen referencia a ‘nuestro’ profeta, ‘nuestra’ religión. Si se habla de ‘nuestra’ religión se asume que todo el mundo que lee el libro de texto es un musulmán suní”, dijo Çayır.

Este curso supone una pura violación de los derechos humanos en Turquía cada día”, dijo Aydagül.

Revisando con un bolígrafo un examen modelo de “cultura religiosa y educación moral” para escuelas de enseñanza media, Aydagül marca las preguntas que estima que violan los derechos humanos. En dos páginas ha marcado nueve de diez preguntas.

Una pregunta de opción múltiple pregunta a los/las estudiantes la definición correcta de la obligación de cubrirse el cuerpo (setr-i avret) durante la oración de rodillas (namaz).

Se trata de enseñanza religiosa confesional. No se puede enseñar religión como curso obligatorio. Es una violación absoluta de los derechos humanos”, dijo.

 

Oportunidad desperdiciada

Según Aydagül, el gobierno “desperdició una oportunidad de oro” con las reformas educativas de 2012.

Aydagül dijo que como primer gobierno en volver a redactar la ley educativa tras el golpe de estado militar, los/las responsables de la formulación de políticas no consultaron al público, ni “encontraron puntos comunes… [basados en] valores universales [como] el pensamiento crítico, los derechos humanos, el pluralismo”, ni abordaron el verdadero problema en la educación turca, que es la “falta de calidad” general.

En general, Turquía obtiene puntuaciones bajas en encuestas internacionales sobre resultados académicos. Las clases tienen demasiados/as alumnos/as y muchas escuelas hacen “dobles turnos” para acomodar a los/las estudiantes matriculados/as. Los/las estudiantes aprenden de memoria.

El sistema educativo está produciendo una clase trabajadora inculta. Esto es para que los niveles salariales y otros derechos de los trabajadores puedan ser socavados”, dijo Mustafa Görkem Doğan, de Eğitim-Sen.

El sistema 4+4+4 está aumentando el trabajo y el matrimonio infantiles en Turquía… el número de niños/as que abandonan sus estudios tras la escuela primaria aumenta cada año”, dijo Burcu Yilmaz, una portavoz de Eğitim-Sen, a Equal Times.

El género es otro gran reto. Según Yilmaz, en Estambul se abrió más de una docena de escuelas Imam Hatip solo para chicas en 2014. “El gobierno quiere eliminar la enseñanza mixta”.

El análisis realizado por Çayır en 2014 de los libros de texto turcos mostró que aunque las representaciones positivas de género están aumentando en los libros de texto turcos, sigue existiendo una tendencia marcada a presentar roles en función del género sexistas y desiguales como normas sociales.

La presentación de los derechos de la mujer y de la evolución histórica del movimiento de las mujeres es sumamente problemática”, escribe Çayır en ¿Quiénes somos? Identidad, ciudadanía y derechos en los libros de texto de Turquía.

El problema, considera Çayır, es el esencialismo: según los libros de texto turcos, las mujeres obtuvieron todos sus derechos con el establecimiento de la república en 1923 por el fundador de la Turquía moderna, Mustafa Kemal Atatürk.

Hay poco o ningún reconocimiento de que los derechos se obtuvieron a través de un proceso de lucha.

En general, “el sistema educativo turco no está impulsando la igualdad”, sino reproduciendo la desigualdad socioeconómica, dijo Aydagül.

Si eres pobre, vives en una zona rural, eres una niña, el nivel de educación de tus padres no es alto y tu madre es analfabeta, empiezas con desventajas. El papel de la educación debería ser, en la medida de lo posible, paliar esas diferencias”.

Este es el quid del problema, desde el punto de vista de Aydagül: el reto de promover la educación de calidad y la igualdad para todos.

Si no lo hacemos, afirma, “no contaremos con los recursos necesarios y competentes para sacar al país adelante”.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.