La guerra de los drones

 

Imagínese, si se quiere, un día no muy lejano en el tiempo.

Usted y sus compañeros de trabajo, todos miembros sindicales de pleno derecho, acaban de salir de una reunión de estrategia.

Para las autoridades, usted es un “militante sindical saboteador” debido a su campaña para exigir un voto de huelga en la planta industrial en la que trabaja.

Durante meses, todas sus telecomunicaciones -correos electrónicos, llamadas de teléfono móvil- han sido interceptadas y vigiladas. A los ojos y oídos de los espías y de las fuerzas de seguridad usted ha establecido “una pauta de comportamiento”. Usted es culpable de “sabotaje económico”.

Luego puede dirigirse caminando hasta su coche, donde lo esperan su esposa y su hija pequeña para llevarlo a casa, al tiempo que una pequeña aeronave no tripulada vuela sobre su cabeza lista para matar.

Al abrir la puerta del coche el avión no tripulado, operado a cierta distancia por un controlador desde un profundo búnker subterráneo, hace estallar una carga explosiva. Usted y su familia, hasta ahora denominada “daños colaterales”, quedan borrados del mapa. El Estado acaba de quitarse de encima a otro “militante sindical”, a otro “enemigo del Estado”.

¿Un futuro imaginario y contrautópico? Vaya a preguntárselo a un campesino inocente o a un aldeano de las Áreas tribales bajo administración federal de Pakistán noroccidental. O a los sobrevivientes de un ataque aéreo a un autobús público en Yemen.

“Los asesinatos y ataques selectivos con aviones no tripulados en zonas donde no hay guerra, por ejemplo, en Pakistán y Yemen, es ilegal. Se viola el derecho internacional y los derechos humanos. Es como una pena de muerte sin juicio”, afirma Catherine Gilfedder, abogada que trabaja con Reprieve, una organización benéfica que defiende los derechos humanos.
 
 Catherine Gilfedder, Reprieve

Fundada por el abogado militante Clive Stafford Smith, Reprieve posiblemente sea mejor conocida por su trabajo con los presos estadounidenses condenados a muerte y los detenidos de Guantánamo.

Catherine se especializa en la participación de las empresas en la “guerra contra el terror” y colabora en el programa “Los abusos del contra-terrorismo” de Reprieve.

“Todo hombre que tenga entre 16 y 65 años es considerado un militante, a menos que se demuestre póstumamente que no participaba en la contienda”, comentó a Equal Times en una entrevista en las oficinas de Reprieve de Londres, en julio.

“Las repercusiones sobre la población civil son muy importantes. En cualquier población puede haber hasta seis aviones no tripulados dando vueltas por encima de sus cabezas. La gente tiene miedo de salir a la calle o de reunirse en grupos. Tienen miedo de congregarse en los funerales o en las “jirgas” (reuniones de la aldea).

Son dos los aspectos más importantes que preocupan a Reprieve en relación con los drones, afirma Catherine.

En primer lugar, la organización benéfica pública cree que la utilización de aviones no tripulados por parte de Estados Unidos es una violación al derecho internacional. ¿Y qué pasa si la mayor potencia del mundo es capaz de “extralimitarse” en lo que respecta el derecho internacional?

En segundo lugar, parece existir una enorme proliferación de drones, con Gran Bretaña y Alemania, por ejemplo, que ya están muy avanzados con sus propios programas de drones militares. Otros Estados “agresivos” también se encuentran en vías de desarrollar o adquirir la tecnología de aeronaves no tripuladas.

“Si no podemos hacer que EE.UU. deje de violar el derecho internacional, entonces también será muy difícil hacer que estos países respeten el derecho internacional”, asegura Catherine.


Vigilancia de activistas

Tal vez lo más preocupante de todo para los sindicalistas internacionales (y otros activistas que vigilan y luchan contra los abusos de poder de las empresas y el Estado) es el aumento del uso de los denominados “ataques de autor”, es decir, que se toma como blanco a una persona o grupo sobre la base de una determinada “pauta de actividad”, que abarca llamadas telefónicas “sospechosas”, el intercambio de correos electrónicos, la recopilación de datos, la circulación de un vehículo.

Porque es precisamente aquí donde las reglas del derecho se difuminan completamente, donde las “pautas de actividad” pueden ser manipuladas e interpretadas de modo que se adapten a un resultado proscrito y fatal.

Y con las recientes revelaciones del antiguo empleado de la CIA Edward Snowden, según las cuales el Gobierno de EE.UU. ha participado en la extracción ilegal y generalizada de datos de grabaciones telefónicas y del tráfico de Internet de la población civil ordinaria, el futuro distópico o contrautópico de “Minority Report”, la película donde las personas eras juzgadas, detenidas y ejecutadas anticipadamente por lo que “podían estar a punto de hacer”, y no por un delito que hubieran realmente cometido, se hace cada vez más real y premonitorio.

Como lo ha demostrado la denuncia de Snowden, la vigilancia policial generalizada ya no es una mera hipótesis.

Resulta notable que, dado el abuso real y la creciente amenaza que representa para los derechos humanos la “guerra de los drones”, sean pocos los sindicatos nacionales o internacionales que se muestran preocupados por sus sangrientas consecuencias, incluso los sindicatos cuyos propios miembros participan directa o indirectamente en la fabricación y el mantenimiento de estos temidos artefactos de muerte.

“Los drones no son sino una obscenidad más”, afirma Gino Strada, un cirujano italiano de 65 años, que creó y dirige una ONG quirúrgica llamada “Emergency”, la cual trabaja en 47 centros sanitarios en Afganistán, Irak y Sudán.

“Vemos un número de víctimas cada vez mayor, entre ellas, al menos un 40% de niños. Es una obscenidad, especialmente si se piensa que a miles de kilómetros de distancia alguien está haciendo una lista con las matanzas a realizar.

“Quiero decir que el Presidente Obama, el ganador del Premio Nobel de la Paz, está firmando personalmente una lista de asesinatos.

“Cuentan con escuadrones de asesinos, asesinos profesionales, que matan a la gente. ¿Es esta la idea de justicia del nuevo milenio? ¿Que una persona sea asesinada porque alguien decidió que merece ser asesinada sin juicio, sin demora, sin nada?

“Una locura, es una locura. Es otra forma en que los hombres hacen la guerra. No es propia del ser humano, es particularmente nefasta y especialmente cruel.”

Los drones civiles

Las aeronaves armadas no tripuladas (UAV, por sus siglas en inglés), comúnmente conocidas como “drones”, se utilizan desde 1999. Los aviones dirigidos a distancia se controlan desde el suelo mediante sistemas satelitales y cámaras a bordo.

El avión no tripulado MQ-9 “Reaper”, por ejemplo, tiene una velocidad máxima de 480 kilómetros por hora (300 millas) y puede transportar una carga útil de 1.700 kilos de armamento, incluidos misiles Hellfire y bombas guiadas por láser de 500 libras.

Y ahora, la era del “drone” civil ya casi está aquí.

A principios de este año, el Presidente Obama aprobó una legislación que facilita a la Administración Federal de Aviación de EE.UU. el inicio de pruebas de vehículos aéreos no tripulados. Se calcula que los primeros drones “civiles” estarán volando a finales de 2015 y que, para finales de la década, vuelen sobre los EE.UU. alrededor de 30.000 drones civiles.

En Gran Bretaña ya es legal hacer volar su propio avión no tripulado sin permiso, siempre y cuando pese menos de 20 kilos y no vuele dentro de un perímetro de 150 metros de una zona congestionada.

Los drones más grandes requerirán la aprobación de la Autoridad de la Aviación Civil. Sin embargo, el Ministerio del Interior ya ha dado permiso a las fuerzas policiales para que utilicen aviones no tripulados en circunstancias “apropiadas”.

Chris Cole, que dirige el sitio web Drone Wars del Reino Unido, sigue mostrándose firmemente escéptico.
“El Reino Unido es ya una de las sociedades más vigiladas del mundo”, afirma. “Los drones aumentarán rápidamente este nivel de vigilancia y lo llevarán directamente a nuestras casas y jardines.” "Los ayuntamientos locales, la policía y organismos de seguridad, las empresas privadas e incluso nuestro vecino de al lado podrá poner a prueba pequeños aviones no tripulados sobre nuestras viviendas en un futuro muy cercano a menos que impongamos ahora una reglamentación para proteger nuestra privacidad y nuestras libertades civiles.”

El activista sindical de hoy, será un “daño colateral” mañana.

Creo que ha llegado la hora de que todos nosotros despertemos y nos demos cuenta de la existencia de la sociedad de vigilancia y de una “guerra de los drones” no declarada.

Este artículo ha sido traducido del inglés.