Lima: una comunidad indígena afirma haber sido “abandonada” tras un incendio devastador

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El rastro que ha dejado el incendio se observa por todas partes: en el suelo, en las paredes de las casas, pero sobre todo en la mente de los habitantes. La comunidad shipibo de Cantagallo, un distrito al norte de Lima, sigue desconcertada por lo que acaba de vivir.

La noche del 3 al 4 de noviembre se produjo un gigantesco incendio en la barriada donde vive esta comunidad indígena, situada a apenas 10 manzanas del parlamento y del palacio presidencial.

Según los primeros informes, el incendio fue provocado por una vela que prendió fuego y se extendió por las casas de los alrededores, construidas en su mayoría con madera y lonas.

Aunque no hubo víctimas mortales, un niño resultó gravemente herido por quemaduras, y al menos 436 casas quedaron destruidas. Según las autoridades, tras desatarse el incendio, más de 2.000 personas (aproximadamente dos terceras partes de la comunidad) se quedaron en cuestión de horas sin vivienda, ropa ni comida.

Los shipibos proceden originalmente de la región de Ucayali, en la Amazonía peruana. Los primeros habitantes se instalaron en Lima en la década de 1990, huyendo del grupo de militantes comunistas Sendero Luminoso, que habían empezado una guerra de guerrillas en los altiplanos rurales de Perú en los años 1980. En el año 2000, la colonia actual levantó un asentamiento en Cantagallo, un vertedero de la capital peruana.

Jonas Franco, de 40 años de edad, es uno de los pioneros del asentamiento de los shipibos de Cantagallo. Cuando Equal Times llega para entrevistarle, se encuentra sentado frente a una mesita instalada a la entrada de algo parecido a un campo de refugiados. Delante de él hay una fila de gente que se va agrandando poco a poco: los miembros de la comunidad esperan, plato en mano, a recibir el almuerzo. A su izquierda hay una decena de jóvenes reunidos alrededor de un enchufe.

“El incendio nos ha dejado sin instalación eléctrica. Llevan ya días diciéndonos que la van a reparar, pero mientras tanto tenemos que apañarnos como podemos”, explica, mirando el generador improvisado que hay instalado a pocos metros.

 

“Lo hemos perdido todo”

Una de las personas afectadas por el incendio es Graziela, una mujer de 52 años. Está viviendo desde el 4 de noviembre en una tienda de campaña improvisada, de una decena de metros cuadrados, construida con varias lonas y carteles electorales. Allí viven seis personas, entre ellas dos niños pequeños.

“Lo hemos perdido todo y no estamos recibiendo ninguna ayuda del Ayuntamiento de Lima. Se espera que el agua corriente vuelva dentro de unos días. De la electricidad no sabemos nada. Por lo pronto estamos tratando de sobrevivir”, explica a Equal Times, señalando los complementos de artesanía que ella misma fabrica y vende.

La incertidumbre es lo que más angustia a los habitantes. Las víctimas del incendio no saben lo que el día de mañana les va a deparar: prácticamente nadie tenía un seguro, de manera que la mayoría de los shipibos de Cantagallo –que sobreviven con unos ingresos muy bajos– deconocen cómo van a reconstruir sus hogares.

En el momento de publicar este artículo, el alcalde de Lima, Luis Castañeda, todavía no había visitado el lugar. Un acuerdo previo establecido con el ayuntamiento anterior iba a permitir la reubicación de la comunidad a una nueva zona de Lima, con arreglo al proyecto Río Verde, en un intento por recuperar espacios verdes en las inmediaciones del Río Rímac de Lima, y para facilitar asimismo la construcción de un proyecto de autopista de 700 millones de USD. Pero tras la elección de Luis Castañeda en 2014, se impidió que la reubicación de la comunidad siguiera adelante.

Desde entonces, el alcalde Castañeda ha negado una y otra vez que se hubiera concluido acuerdo alguno, y ha vendido a una empresa privada el terreno en el que la comunidad se iba a instalar. “Castañeda es un racista. Durante su primer mandato [nota del editor: Castañeda había sido alcalde de Lima de 2003 a 2010] se negó a hablar con nosotros, a recibirnos siquiera. Decía que en Lima no había sitio para los shipibos. Ahora está sucediendo lo mismo. No quiere venir a vernos y no quiere ayudarnos a encontrar una solución”, dice Jonas Franco.

Abandonados por las autoridades locales, los habitantes de Cantagallo pueden, por suerte, contar con la sociedad civil.

Las iniciativas de apoyo se están multiplicando en Facebook: peticiones de donativos, mercados solidarios y conciertos. Pero en los accesos a la barriada es donde más se hace notar el apoyo.

Cada día, decenas de voluntarios vienen a la zona para echar una mano. “Los shipibos han participado en todos los movimientos sociales, siempre han estado de nuestro lado. Ahora nos toca a nosotros ayudarles como podamos”, explica Jorge, un joven activista que coordina la distribución de las donaciones de alimentos y materiales en la zona.

Los shipibos no quieren volver a oír hablar de reubicación. Quieren reconstruir sus casas y están tratando de mirar hacia adelante, explica Franco. “Nosotros no somos invasores. Estas tierras nos pertenecen. Cuando llegamos, el presidente de la República estaba aquí para recibirnos. No vamos a dejar que Castañeda nos eche de aquí”.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.