Los estudiantes indios luchan contra el nacionalismo extremo

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¿Se puede hablar sin cortapisas en la India democrática de 2016? Más concretamente, ¿pueden criticarse la ideología y la política nacionalistas de Narendra Modi... sin temor a represalias?

Esta cuestión divide violentamente la vida pública india, y en particular el mundo universitario desde el 12 de febrero, fecha en la que fue detenido Kanhaiya Kumar, presidente de la federación sindical de estudiantes de la Universidad Jawaharlal Nehru (JNU, Nueva Delhi) y afiliado al sindicato comunista All India Student Federation (AISF).

Este doctorando en estudios africanos fue acusado de “sedición” y “conspiración para cometer delito”. El motivo: un debate que coorganizó el 9 de febrero sobre un militante cachemir ejecutado en prisión exactamente hacía dos años y cuya condena por terrorismo había sido objeto de polémica y, por lo tanto, había sido debatida.

Denunciados a la policía por miembros del sindicato estudiantil ultranacionalista Akhil Bharatiya Vidyarthi Parishad (ABVP, cercano al Bharatiya Janata Party, BJP, en el poder), Kumar y otros estudiantes fueron detenidos uno a uno sin contemplaciones.

Estos incidentes ocurrieron en un contexto ya tenso, tras las protestas contra las injusticias sociales dentro del sistema escolar, retomadas tras el suicidio del doctorando dalit Rohith Vemula, cuya historia trágica había suscitado una gran solidaridad e indignación en todo el país.

El 3 de marzo, Kanhaiya Kumar fue puesto en libertad bajo fianza por un periodo de seis meses a condición de que pagara una multa y asegurara que no participaría más “pasiva o activamente” en actividades consideradas “antinacionales”, que representan, según el texto oficial de la sentencia, una amenaza para el país y son como “una gangrena” que debe “amputarse”.

Vikas Bajpai escribía con vehemencia a principios de febrero en The Economical and Political Weekly que la detención de Kumar y “la represión de toda forma de disidencia en el campus forman parte de un programa más amplio destinado a silenciar a las voces que se oponen a la política del gobierno”.

Cuando Equal Times se puso en contacto con este profesor del centro universitario Centre for Social Medicine and Community Health, en la JNU, recordó: “esta universidad siempre ha sido un lugar de intercambio donde se han desarrollado plenamente los pensadores más eminentes de nuestra sociedad. Es una facultad donde se propone una visión más humana de la sociedad. Todo esto es muy molesto para un gobierno que desea imponer una uniformización de la idea del nacionalismo”.

 

Vestigio del colonialismo

Saurabh Sharma, vicesecretario general del sindicato ultranacionalista ABVP, en la JNU, también reconoció que el “derecho de debatir es un elemento central de la cultura de la JNU… siempre que se encuentre dentro de los límites establecidos por la ley. Sin embargo, las personas incriminadas, los comunistas y sus activistas, hacen propaganda. Muchos estudiantes, entre ellos los de mi sindicato, no se identifican con su discurso”, explicó a Equal Times.

Justifica de este modo la acción gubernamental: “no estoy de acuerdo en absoluto con que se califique de ’asalto’ lo que ha pasado en la JNU. ¿No se consideraría un ataque a la integridad de la nación que alguien celebrara el aniversario de los atentados terroristas perpetrados contra el Charlie Hebdo? En nombre de la libertad de expresión se han escuchado palabras de odio contra nuestra nación”, continúa Saurabh Sharma, que sostiene que Kumar gritó este tipo de consignas.

Esta afirmación la basa en vídeos que actualmente son objeto de una investigación gubernamental en Delhi, ya que se ha demostrado que se trataba de montajes que distorsionaban la realidad.

“Para mí, el nacionalismo implica asumir las responsabilidades y servir a la patria y a la nación. Todo acto, discurso o intención de destruir la soberanía y la integridad nacionales es un acto contra la nación reprensible que exige la intervención de la ley”. Sin embargo, la acusación de “sedición” revela ante todo, según la mayoría de las críticas, una presión del gobierno de Modi sobre sus detractores.

Según Balveer Arora, presidente del Centre for Multilevel Federalism del Instituto de Ciencias Sociales de Nueva Delhi, “ninguna institución ni campus se encuentra por encima de la ley y la libertad de expresión es un derecho fundamental ejercido libremente en los campus. Sin embargo, la tipificación como delito de la sedición tiene origen en una antigua ley colonial que sigue vigente en nuestros Estatutos pero que está desfasada. Expresar odio hacia una figura política o ideología no constituye un acto de sedición. Se queman con frecuencia efigies que representan a dirigentes para mostrar desacuerdo. Lo que es reprensible es el llamamiento al odio y la incitación a la violencia entre grupos comunitarios, étnicos o religiosos”.

Por su parte, el Primer Ministro parece estar encerrado en el silencio y ser indiferente a los acontecimientos que agitan a todo el país.

“Esta estrategia del silencio y de no gobierno es propia de un Primer Ministro que autoriza de este modo la intensificación de las tensiones, sin intervenir para apaciguar los miedos o los ánimos. Por supuesto, los analistas piensan que se trata de un acto deliberado y que simpatiza tácitamente con los ideólogos más extremistas del Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS, rama ideológica del BJP)”, comenta Arora.

 

¿Primavera india?

No obstante, según varios analistas, estos acontecimientos han permitido despertar la conciencia política de la juventud en los campus indios.

“Observo algo maravilloso”, comenta el profesor Bajpai, “una verdadera oleada de solidaridad entre los estudiantes y el profesorado. La mayor parte de los cursos se ha retomado con normalidad. Por la noche se organizan regularmente rencuentros informales con autores, artistas, investigadores de renombre, justamente con el propósito de debatir qué significa el nacionalismo en nuestro país y los debates son dignos de admiración”.

La exaltación de lo que representa la identidad y la fuerza de la nación india se impone a las medidas coercitivas del gobierno, cuya acción recuerda al estado de emergencia traumatizante de 1975, en el que el gobierno de Indira Gandhi prohibió toda forma de protesta y los campus fueron asaltados por policías.

“En general, reina un clima que disuade de cualquier forma de disidencia con respecto al gobierno e intenta imponer restricciones a los individuos y organizaciones que no están de acuerdo con el partido en el poder. También se ha considerado a las ONG hostiles y no conformes a los intereses nacionales. Asimismo, se ha intentado controlar a los medios a través de sus propietarios”, analiza Balveer Arora.

Si el nombramiento de un ministro de Yoga en 2014 hizo rechinar los dientes o sonreír, la creación de un puesto de secretario de Estado para el sánscrito en el ministerio de Asuntos Exteriores ya fue mucho más polémica. De hecho, para algunos la imposición del sánscrito –lengua ritual, litúrgica y cultural equiparable al latín– parecía sumarse a la ideología de Hindutva, que tiene por objeto imponer el hinduismo y presentarlo como la única referencia de identidad, pese a la gran tradición de tolerancia y de apertura presente en India.

Los distintos pensadores de esta ideología mantienen que la educación y particularmente la historia deben “azafranarse” (color simbólico del hinduismo) y ser revisadas según una versión hindú ultranacionalista exenta de contribuciones externas. Mitos, religión, teorías del complot y hechos reales se confunden así en la glorificación de un pasado (re)inventado.

“Por el momento solo se trata de discusiones y de efectos publicitarios. La base del sistema educativo, los programas de estudios, no se ha tocado”, matiza desde Bangalore el profesor C.N. Rao, antiguo consejero científico ante el gobierno y presidente actual del prestigioso centro de investigaciones científicas Jawaharlal Nehru Centre for Advanced Scientific Research.

“Quizás hemos sido intolerantes de los dos lados”, reconoce el científico. “Los extremistas hindús están muy presentes y son mucho más activos y virulentos, como demuestran los ataques violentos entre estudiantes de ambos bandos. Se trata de una crisis inquietante, pero la India en la que creo es lo suficientemente sólida como para salir de ésta más fuerte que nunca”.

Como para darle razón, el encendido discurso de Kanhaiya Kumar, pronunciado con humor y emoción a su salida de la cárcel ante cientos de estudiantes en la JNU el pasado 3 de marzo, está en la mente de todos: “¡no pedimos que se nos libere de India, sino ser libres en India! (...). La lucha que comenzó Rohith, será la lucha de todos, de todos aquellos que, como vosotros, desean la paz y el progreso social en este país (...). Libraremos esta lucha y la llevaremos a buen término”.

 

Este artículo ha sido traducido del francés.