Los guardafaunas africanos vulnerables frente a los pertrechados furtivos

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La caza de Cecil, un león supuestamente protegido, a manos de un cazador de caza mayor estadounidense en el Parque Nacional de Hwange de Zimbabue, el verano pasado, saltó a las portadas de todo el mundo. Pero lejos de los focos mediáticos internacionales miles de hombres y mujeres arriesgan la vida día tras día en un esfuerzo por combatir a los cazadores furtivos de la fauna africana.

La asociación de guardafaunas de África Game Rangers Association of Africa calcula que unos 2000 guardas y voluntarios trabajan en los 355 parques nacionales del continente. Según datos de la federación internacional de guardafaunas International Game Rangers Federation, que desde el año 2000 viene realizando un seguimiento del número de muertes de guardas, en los últimos 12 meses fueron asesinados 27.

En el inestable Parque Nacional de Virunga, en la República Democrática del Congo, han perdido la vida 140 guardas en los últimos 15 años.

La principal tarea de los guardafaunas en las reservas naturales consiste en llevar el registro del número de animales de caza, en ahondar las fuentes de agua en las que beben los elefantes, hienas, cebras y otros animales y ahuyentar a los despiadados cazadores furtivos.

Lamentablemente, estos guardafaunas deben enfrentarse a furtivos pertrechados con armas cada vez más sofisticadas.

En la parte mozambiqueña del Parque Transfronterizo del Gran Limpopo (que comparte frontera con Zimbabue) los guardafaunas sólo van equipados con linternas, localizadores GPS y teléfonos portátiles para combatir a furtivos armados hasta los dientes con rifles de asalto R4 y prismáticos de visión nocturna.

“Los furtivos llevan ventaja antes de una emboscada. [Ellos tienen] tiempo para estudiar y hacer un seguimiento de los movimientos y métodos de los guardafaunas de los parques”, explica a Equal Times Frederick Seamus, responsable de las estadísticas de Sudáfrica en la convención CITES (Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres).

 
Un trabajo de alto riesgo por un sueldo ínfimo

Los furtivos cazan sobre todo rinocerontes y elefantes cuyos colmillos alcanzan precios desorbitados en Asia y Oriente Medio, sobre todo en Emiratos Árabes Unidos, Singapur y China.

La organización keniata para la protección del elefante Save The Elephant Trust afirma que el precio de los colmillos de marfil llegó a alcanzar en el mercado negro de China los 2.200 USD por kilo y ha descendido hasta 1.100 USD como consecuencia de las medidas adoptadas por el actual presidente Xi Jinping contra el mercado ilegal de marfil. En cambio, la mayoría de los guardafaunas apenas gana dinero para vivir.

Aunque se desconoce el número de furtivos muertos o heridos, “el 80 % de los asesinatos de guardafaunas de África los perpetran furtivos sin escrúpulos y milicias que merodean por las reservas de caza envenenando y abatiendo rinocerontes, elefantes, sándalo y crías de elefante”, explica Theresa Sowry, Directora de la universidad sudafricana de fauna salvaje Southern Africa Wildlife College y coordinadora de la fundación de parques transfronterizos Peace Parks Foundation.

Los guardas son también vulnerables a los “asesinatos por venganza”, explica Johan Jooste, Comandante de Proyectos contra el Furtivismo de la agencia de parques sudafricanos South Africa National Parks Agency, “cuando desmantelan los campamentos de furtivos”.

De hecho, los guardafaunas pueden ser un blanco fácil para los furtivos. En la estación seca, por ejemplo, llevan uniformes verdes que destacan entre los tonos dorados del paisaje seco. En cambio, los sofisticados cazadores furtivos —algunos de ellos antiguos militares francotiradores y mercenarios— son expertos en supervivencia. “Estos delincuentes que antes fueron soldados son difíciles de confrontar”, explica Jooste. Pueden disparar balas de fogueo para atraer a los guardafaunas hacia trampas mortales. Los furtivos son insurgentes de tipo militar”.

Cita como ejemplo lo sucedido en abril de 2014, cuando Emmanuel de Merode, Jefe de los guardas del Parque de Virunga, sobrevivió a una emboscada al borde de la carretera. De Merode es muy conocido y odiado por su lucha contra la producción de carbón y la exportación de petróleo en la zona.

 
Falta de apoyo y mosaico legal

El furtivismo se castiga de distinta forma en cada país africano. En Zambia, a los furtivos pueden caerles sentencias de hasta 20 años de prisión; mientras que en Kenia, la mayoría de los furtivos se libran con una simple sanción.

A veces hay normas estrictas que regulan los enfrentamientos, para protegen a personas inocentes, que pueden obstaculizar la labor de los guardafaunas. “La ley dice que los guardafaunas sólo pueden disparar contra los furtivos en defensa propia”, explica Maino Souza, representante mozambiqueño en la asociación de guardafaunas Game Rangers Association of Africa.

“Tenemos un trabajo desagradecido en el que nos jugamos la vida. Rastreamos durante días a las bandas de furtivos, soportando el calor sofocante de la selva, y cuando los localizamos no podemos hacerles frente con contundencia. Sólo podemos reprenderles o arrestarles. Es inviable. Ellos nos disparan y huyen de nosotros”, explica Souza.

En Sudáfrica, cuyas autoridades registraron en 2015 aproximadamente 70 tiroteos en 2015 y registraron unos 300 avistamientos de furtivos, la ley también obstaculiza la labor de los guardas. Si un guarda llega a herir a un furtivo, la investigación policial puede traumatizar al guarda, a su familia y su posición en la comunidad.

Además padecen una enorme presión psicológica. Ser testigo de la muerte de colegas y animales coloca a estos hombres y mujeres en riesgo de sufrir trastornos de estrés postraumático. También sufren un estrés derivado de los parámetros éticos de su trabajo. “Los guardafaunas se preguntan: ‘¿debemos disparar a matar a los fugitivos? ¿Debemos matar a seres humanos para salvar animales salvajes?’; Además, sufren humillaciones cuando van a juicio y el juez les solicita pruebas de ADN para juzgar a un furtivo detenido”, explica Ivan van Preetch, un veterano psicólogo de guardafaunas que trabaja en la agencia sudafricana de parques nacionales South Africa National Parks Agency.

Etoni Wago, Director de formación de la organización Kenya Wildlife Service, afirma que su entidad es consciente de estos dilemas. "Financiamos actividades para elevar la moral de nuestros guardafaunas, aliviar sus angustias y su ira”, explica a Equal Times en una entrevista telefónica.

Pero queda mucho por hacer para proteger a las personas que protegen la vida salvaje en África.

"Los gobiernos africanos ofrecen pensiones de miseria a los familiares de los guardafaunas asesinados. Solo el coste del funeral puede abrumar a familia; las necesidades médicas se disparan y los sueños de los hijos de los guardas acaban hechos añicos. Las familias de los guardafaunas viven con un constante miedo al futuro”, explica Peter Fearnhead, uno de los fundadores de la ONG para la protección de los parques africanos African Parks Network, en una entrevista por videoconferencia.

Esta oenegé lleva a cabo en Zambia, Malawi, Chad, Ruanda y RDC una labor de apoyo a las viudas de guardafaunas, a quienes paga el equivalente a tres años de salario.

“Vemos que se trata a los guardafaunas de Mozambique como voluntarios ordinarios. Sus nombres no están incluidos en el registro pensiones del gobierno”, afirma.

Desde que su marido murió en mayo en un enfrentamiento con furtivos, fuera de la Reserva de Meru en Kenia, Stella Lumbga y su familia lucha por sobrevivir.

“Una vez asesinado el guardafaunas, el público le olvida”, dice. “Ahora todos en la familia vendemos leña para sobrevivir”.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.