Los trabajadores/as del hogar de Sudáfrica consiguen un salario mínimo

Los trabajadores/as del hogar de Sudáfrica consiguen un salario mínimo

En Sudáfrica hay aproximadamente un millón de mujeres empleadas como trabajadoras del hogar.

(Solidarity Center/Jemal Countess)

Sudáfrica es un país donde abundan las canciones de protesta emblemáticas de la época del apartheid. Una de las más famosas afirma lo siguiente: “Mi madre trabajaba en una cocina / Mi padre trabajaba en un jardín / Y por eso soy un sindicalista / Soy un sindicalista / Soy un sindicalista " [ Nota del editor: otras versiones también terminan con " Yo soy comunista "o " Soy un socialista ".

Como demuestra la letra de esta canción, históricamente los trabajadores/as del hogar (niñeras, sirvientas, jardineros y chóferes) han ocupado un importante espacio en la sociedad sudafricana. Y todavía siguen haciéndolo.

En Sudáfrica, el trabajo del hogar no es solo un empleo. Es un símbolo de la enorme desigualdad social del país basada en su pasado de segregación racial.

Rara vez se encontrará a una trabajadora del hogar blanca; los hombres blancos son todavía más escasos en este sector. Sin embargo, durante generaciones, las mujeres negras y mestizas se han ocupado de los niños y hogares de otras personas, a menudo a costa de los suyos propios.

En Sudáfrica hay aproximadamente un millón de mujeres empleadas como trabajadoras del hogar.

El pasado diciembre se aprobó un nuevo salario mínimo para los trabajadores/as del hogar. A partir de finales de este año, los que trabajan más de 27 horas a la semana ganarán un salario mensual de entre 1.812,57 y 2.065,47 ZAR (aproximadamente 155 – 175 USD). Aun así, la mayoría de los trabajadores/as del hogar seguirán sin ganar una suma que se acerque siquiera a un salario digno.

Según una nueva herramienta para empleadores, un salario digno para un trabajador del hogar con tres familiares a su cargo ascendería a 5.056 ZAR (426,50 USD), es decir, casi 3.000 ZAR (250 USD) más de lo que estipula el nuevo salario mínimo aprobado para el sector.

Además, los empleadores deberían aportar el 1% del salario de los empleados/as que trabajen más de 24 horas al mes a una Caja de Seguros de Desempleo (UIF). Sin embargo, un reciente estudio demostró que hasta el 50% de los trabajadores/as del hogar no están cubiertos por dicho seguro.

La UIF es crucial en un sector en el que la precariedad laboral es generalizada. Por ejemplo, muchos trabajadores/as del hogar no tienen contratos de empleo formales y deben confiar en acuerdos verbales que pueden rescindirse fácilmente. Aunque la Comisión de Conciliación, Mediación y Arbitraje (CCMA) debe actuar como mediadora en los conflictos laborales, muchos casos no se denuncian, ya que numerosas mujeres son analfabetas y pobres y a menudo no conocen sus derechos.

 

Explotación casual

La vida de los trabajadores/as del hogar no suele salir a la luz pública, pero el año pasado tras la publicación de un artículo titulado A Day In the Life of a South African Maid (Un día en la vida de una sirvienta sudafricana) se generó un enorme debate.

Era una historia de explotación casual. La mujer entrevistada llevaba a cabo numerosas tareas del hogar (cocinera, limpiadora y niñera) por solo 3.500 ZAR (300 USD) al mes. Dicha cifra está muy por encima del salario mínimo del sector, pero todavía no le alcanza para que sus hijos dejen de vivir en una casa fría y húmeda con goteras en el techo.

Las condiciones laborales de los trabajadores/as del hogar varían dependiendo de la casa, pero al igual que los mineros, han tenido que padecer durante demasiado tiempo una de las relaciones laborales más explotadoras de la historia de Sudáfrica.

Debido a las leyes del apartheid, a varias generaciones de mujeres negras y mestizas se les negó el acceso a la educación, creando así una fuerza laboral compuesta por trabajadoras no cualificadas a las que se ha canalizado hacia empleos del hogar mal remunerados.

Cheryl Louw es una de esas trabajadoras. Esta mujer de 44 años y madre de dos hijos trabaja para una familia blanca que habla afrikáans en uno de los barrios más ricos de Ciudad del Cabo. Asegura que sus empleadores (un médico y una ingeniera) le tratan bien, pero se lamenta de que nunca pudo elegir su vocación.

“Debido al apartheid no pude acceder a una educación y ahora tengo que hacer este trabajo. Yo no quería ser trabajadora del hogar”.

Louw vive en el township (barrio para no blancos) de Khayelitsha, donde alquila un espacio en una wendy house [nota del editor: una casa prefabricada de bajo coste] construida en la parte trasera de la propiedad de otra persona, lo cual es bastante común entre los trabajadores pobres de Sudáfrica.

Con unos gastos mensuales de transporte de 300 ZAR (aproximadamente 25 USD) y el alquiler y la electricidad que le cuestan 650 ZAR (55 USD) al mes, a Cheryl le queda muy poco después de mandar algo de dinero a su madre e hijos en Oudtshoorn, a unos 400 kilómetros de Ciudad del Cabo.

Cheryl sale de casa todos los días a las 5:20 y tiene que coger un tren y luego un microbús abarrotado para poder empezar el trabajo a las 8:00.

El trabajo es duro y la jornada laboral es larga, pero Cheryl, que lleva 15 años con el mismo empleo, dice que está agradecida por poder trabajar. “Cuando estaba en casa sufría porque no ganaba nada. Ahora al menos gano algo”.

Sin embargo, ha tenido que pagar un alto precio. “Es doloroso. Estás ahí con los hijos de otra gente y echas de menos a los tuyos”.

Dice que quiere una vida mejor para su hijo de 24 años y su hija de 15 años y les recuerda constantemente lo importante que es la educación.

“No podría imaginar a mi hija haciendo un trabajo como este”.

 

Dignidad y respeto

Resulta difícil legislar para que traten a las trabajadoras del hogar con dignidad y respeto.

Sin embargo, el factor clave sigue siendo cómo los trabajadores/as del hogar sudafricanos pueden pasar de ganar un salario mínimo a ganar un salario digno de verdad.

A pesar de los esfuerzos que han llevado a cabo sindicatos como el South African Domestic Service and Allied Workers Union (SADSAWU), es muy probable que todavía falte mucho para conseguirlo.

En otra época, Myrtle Witbooi, secretaria general del SADSAWU y presidenta de la Red Internacional de Trabajadores del Hogar, fue una trabajadora del hogar.

Según explicó a Equal Times: “El empeño del sector ha sido de gran ayuda si los trabajadores conocen sus derechos, pero todavía tenemos que hacer mucho más en el ámbito de la educación y en la concienciación sobre las condiciones básicas de la Ley de Empleo”.

Aunque el nuevo salario asciende a mucho más de lo que los trabajadores/as del hogar han ganado en sus vidas, todavía no es suficiente.

“No, no estamos satisfechos con el nuevo salario y estamos trabajando para convocar una reunión con el ministro de Trabajo. Para un trabajador del hogar, un aumento de 100 ZAR no marca ninguna diferencia. Nuestra demanda sigue siendo un aumento de entre 3.000 y 3.500 ZAR. También queremos una dieta para gastos de viaje para los trabajadores y trabajadoras que tengan que desplazarse diariamente a sus puestos de trabajo”, afirma Witbooi.

Según Debbie Budlender, una académica y científica social que escribió un informe para la OIT titulado The introduction of a minimum wage for domestic workers in South Africa (La aprobación de un salario mínimo para los trabajadores/as del hogar en Sudáfrica), el otro asunto sin resolver en el ámbito del salario mínimo es la falta de pensiones para los trabajadores/as del hogar.

Los trabajadores/as del hogar en Sudáfrica solo pueden contribuir a un fondo de pensiones si ganan lo suficiente como para ahorrar algo de dinero. Ahora mismo, la mayoría no se lo pueden permitir. Sin embargo, los activistas esperan que cuando los trabajadores/as del hogar empiecen a ganar un salario digno, ya no estén condenados a pasar sus años de jubilación en la miseria.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.