Macondo: un microcosmos de los refugiados en Austria

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El lunes 31 de agosto de 2015 es una fecha que la mayoría de los austriacos no van a olvidar fácilmente. Ese día llegó al país el número más alto de refugiados de toda su historia: 3.650 personas entraron a Austria desde Hungría en trenes abarrotados. 20.000 personas se lanzaron a las calles de Viena para protestar contra el trato que estaban recibiendo los solicitantes de asilo.

El fin de semana siguiente, en una medida sin precedentes, Austria permitió a 12.000 refugiados cruzar la frontera desde Hungría.

Pero, ¿qué pasará con esos recién llegados que tengan la suerte de obtener un permiso para quedarse en Austria? Varios pueden acabar en Macondo, un barrio a solo unos 10 kilómetros de las manifestaciones. Ubicado entre una planta de tratamiento de aguas residuales y una transitada autopista que conecta el centro de Viena con el aeropuerto, el barrio de Macondo es uno de los asentamientos para refugiados más antiguos de Austria y en él viven alrededor de 2.000 personas.

Fundado en la década de 1950 en el recinto de un antiguo cuartel militar, Macondo se considera un ejemplo de colaboración comunitaria y se estudia como caso práctico por la habilidad de sus refugiados de adaptarse a un nuevo medio y, mediante el poder de la experiencia compartida, de formar sus propias redes de apoyo.

Sin embargo, algunos que han trabajado en el barrio aseguran que también constituye un ejemplo de lo que no se debe hacer en el ámbito de las políticas de integración, en especial debido a su aislamiento en el extrarradio de la ciudad.

En cualquier caso, mientras Europa se enfrenta a la crisis de refugiados más grave desde la Segunda Guerra Mundial, entender cómo funciona Macondo proporciona un contexto más amplio para algunos de los retos actuales en materia de asilo.

 

Medio siglo de asilo en Austria

La historia de Macondo es como una historia de los conflictos mundiales contemporáneos. Primero acogió a 200.000 húngaros que huían del comunismo en la década de 1950 y luego se convirtió en el hogar de miles de familias que escapaban de ambas partes de la Guerra Fría.

Entre ellos, algunos de los 160.000 entonces checoslovacos que llegaron en las décadas de 1960 y 1970, así como de los 33.000 polacos que huyeron a Austria en los años ochenta. Sin embargo, fueron los latinoamericanos, que llegaron escapando de la represión anticomunista de los años setenta, los que pusieron el nombre a Macondo en honor al pueblo ficticio de la novela Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

Con los años, el asentamiento se fue convirtiendo en un crisol de culturas en el que sus habitantes chocaban en el ámbito político pero colaboraban para cultivar pequeñas parcelas agrícolas. Hoy en día todavía quedan algunos de sus primeros habitantes, pero la mayoría de las nuevas familias provienen de Somalia, Chechenia, Afganistán y Siria.

A medida que las autoridades se implicaban más, el barrio empezó a cambiar tanto para bien como para mal, pero aun así siempre se ha fomentado un fuerte sentimiento de comunidad.

“A los nuevos grupos se les recibe muy bien. Los grupos antiguos ayudan a la gente nueva a establecerse”, explica Jan Kubis, un trabajador social de la oficina local de la ONG austriaca Diakonie.

“Es un barrio típico, pero diferente quizá porque sus habitantes tienen experiencias compartidas. Han pasado por situaciones parecidas y la solidaridad se origina en compartir las experiencias”.

El residente de larga duración Ramón Villalobos de Chile explica: “Hay una regla no escrita: cualquiera que llegue aquí será bien recibido. No importa de dónde venga, nuestros huertos y casas siempre estarán abiertos”.

‪Este ambiente comunitario ha servido de inspiración a varios proyectos artísticos, el más célebre de los cuales es la película Macondo de 2014, de la directora austriaca Sudabeh Mortezai, que sigue las peripecias de un joven refugiado checheno mientras intenta recomponer su vida familiar.

En una entrevista que Mortezai concedió para el estreno de la película, la directora aseguró que la principal inspiración del filme proviene del mismo barrio de Macondo. “Es un mundo fascinante. También hay muchas tensiones, algo de racismo y pobreza, pero al mismo tiempo es una mezcla muy interesante de culturas diferentes”, explicó.

La artista Claudia Heu también pasó un año viviendo y trabajando en Macondo entre 2008 y 2009, como parte del colectivo artístico Cabula6. El barrio inspiró tanto a los artistas que acabaron solicitando a la UNESCO su inclusión en la lista del patrimonio mundial cultural y pidiendo a García Márquez que fuera patrón de la zona, aunque para entonces el escritor ya estaba muy enfermo y las negociaciones fracasaron.

‪Aunque era la única austriaca nativa del barrio, Heu afirma que siempre se sintió bienvenida.

“Me encanta la historia del barrio, esa zona gris en la que numerosas comunidades diferentes vivían juntas y, durante más de 20 años, encontraron el modo de comunicarse sin ninguna política oficial de integración”, explica a Equal Times.

“Esta fuerte historia de independencia, alegría y creatividad todavía se puede ver en algunos huertos, en especial en los de los húngaros, chilenos, eslovacos y vietnamitas que se construyeron en los años setenta y ochenta”.

 

Problemas de integración

Cuando Equal Times visitó el barrio durante las vacaciones de verano, numerosos niños de diferentes países estaban jugando juntos en la calle. Un grupo de artistas había llegado a Macondo por la mañana para pintar con ellos; sus dibujos ahora decoran el patio.

Era una imagen llena de alegría, aunque estaba claro que la vida podía ser difícil.

Para llegar a Macondo hay que viajar en metro hasta la última parada de la línea y luego recorrer un trayecto de 10 minutos en autobús. Los críticos afirman que este aislamiento no ayuda a fomentar la integración con el resto de la sociedad.

De hecho, el alojamiento aislado constituye un problema para numerosos migrantes, refugiados y solicitantes de asilo en Austria, en especial para los recién llegados.

Actualmente, Austria recibe, per cápita, el mayor número de solicitudes de asilo de toda Europa y gran parte del actual debate se ha centrado en los controles fronterizos, en especial tras la muerte de 71 refugiados (incluidos cuatro niños) en un camión cerca de la frontera con Hungría.

Desde hace tiempo, las organizaciones de refugiados están pidiendo más ayuda para integrar a los recién llegados, tanto en términos laborales como de alojamiento.

En Macondo esta deficiencia se puso de manifiesto cuando se clausuró el centro de integración, que se había construido en los años noventa para ayudar a algunos de los 90.000 refugiados bosnios a encontrar alojamiento y aprender alemán.

En su lugar se construyó un centro de detención donde meten a la gente cuyas solicitudes de asilo han sido denegadas antes de su deportación. Según Kubis, desde el edificio a veces se pueden escuchar los gritos de las personas que van a ser deportadas. Es una situación que él describe como “vergonzosa”.

La cuestión sobre quién es el responsable de la zona es ‪polémica. Macondo está deteriorado, con basura y carritos de supermercados tirados por la hierba y un pequeño parque de juegos invadido por las malas hierbas. El parque de juegos está cerrado porque, tras dos años intentándolo, la ONG Diakonie todavía no ha podido encontrar al organismo responsable de abrirlo y darle mantenimiento.

El campo de fútbol está en una situación parecida. Según Kubis, esta parcela llena de barro con dos porterías oxidadas se llena los fines de semana gracias a los animados partidos entre equipos multinacionales. Pero antes de poder realizar mejoras, las autoridades nacionales, provinciales y municipales deben sentarse juntas y ponerse de acuerdo en el plan que deben seguir.

Esto es difícil debido, en parte, a las luchas de poder entre las diferentes autoridades que no cooperan entre ellas, en especial si se trata de asuntos relacionados con el asilo. “Llevamos dos años intentando que esta gente se reúna”, explica Kubis, ya frustrado. “Los diferentes actores no interactúan muy bien entre ellos”.

Cuando las autoridades se implican, los resultados son dispares. En la zona ya no hay problemas con la recolección de basura o el alumbrado público como hace 20 años, pero la libertad que tenían los habitantes del barrio para cultivar sus propios huertos comunitarios se ha visto limitada por la introducción de los alquileres de huertos.

Aunque el ayuntamiento no respondió a nuestra petición de comentarios sobre el tema, el ambiente en Macondo es en general positivo, incluso con sus fallos. A la gente que vive aquí ya les han aceptado su solicitud de asilo, lo que significa que ya pueden trabajar, normalmente en puestos de baja categoría en el aeropuerto o en fábricas locales.

Tienen sus documentos y un lugar donde vivir. Y aunque estén lejos de su hogar, estos hombres, mujeres y niños tienen un futuro en Austria.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.