Malasia: el autoritarismo se impone al tiempo que la economía se debilita

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Primero fue el líder de la oposición Anwar Ibrahim; a él le siguieron periodistas profesionales, redactores de los principales medios de comunicación independientes del país.

A estos se sumaron blogueros e incluso caricaturistas políticos.

Durante varios meses, los líderes de Malasia han ido utilizando progresivamente diversas leyes de la época colonial para llevar rigurosamente al país– considerado durante mucho tiempo uno de los adalides del sudeste asiático – hacia un régimen autoritario

“A lo largo del año pasado el Gobierno se ha dedicado a acosar, perseguir e incluso encarcelar a toda una diversidad de personas que considera representan posibles ‘amenazas’ – entre ellos políticos de la oposición, defensores de los derechos humanos, abogados y periodistas”, explica Josef Benedict, activista de Amnistía Internacional para Asia y el Pacífico en la capital de Malasia, Kuala Lumpur.

Detrás de esta represión sin precedentes pueden entreverse indicios de un partido gobernante que está perdiendo su férreo control del poder, y cuyo gobierno, basado en una economía dependiente de las exportaciones de recursos naturales y un frágil equilibrio racial y religioso, amenaza con descomponerse.

 

Un crecimiento frágil

Malasia (que por aquel entonces se denominaba Malaya) obtuvo su independencia de Gran Bretaña en 1963.

Dos años más tarde, la ruptura con Singapur, con una población mayoritariamente china, haría que los malasios musulmanes pasaran a ser mayoría en el país, constituyendo un 55% de la población, frente al 30% de malasios de ascendencia china y al 8% de malasios de ascendencia india; el resto incluía a los aborígenes orang asli y a los inmigrantes.

Esta ruptura permitió que la coalición política Perikatan (Partido de la Alianza), que más tarde se denominaría Barisan Nasional (BN, Frente Nacional), encabezada por el partido United Malays National Organization (UNMO, Organización Nacional de Malayos Unidos), asumiera el poder. El BN ha seguido gobernando el país desde entonces.

De hecho las elecciones ni siquiera resultaban reñidas. El BN gozó hasta 2008 de una mayoría parlamentaria de dos tercios, lo que le permitió modificar la Constitución a su antojo.

Este período coincidió con el rápido crecimiento económico que experimentó Malasia, de un promedio anual del 6,5% entre 1957 y 2005, impulsado principalmente por las exportaciones de recursos naturales.

Todo marchaba sobre ruedas mientras los precios de los recursos fueran suficientemente altos para mantener a todo el mundo contento.

Los ingresos procedentes del petróleo contribuyen a más del 40% del presupuesto estatal anual de Malasia, mientras que los conglomerados de aceite de palma malasios representan el 39% de la producción mundial de aceite de palma, constituyendo el grueso de las exportaciones malasias desde 1970 hasta el año 2000.

Globalmente, estos dos recursos constituían cerca de una tercera parte de las exportaciones, y una gran mayoría de los ingresos del Estado.

Sin embargo, desde 2012, se ha producido una espectacular caída de los precios tanto del aceite de palma como del crudo. Y si bien la economía se mantiene fuerte gracias al consumo, el BN ya no tendrá la capacidad de seguir gastando como venía haciendo hasta ahora.

Por esta razón, en 2013 Malasia vivió las elecciones más reñidas de su historia.

La oposición – un grupo fragmentado encabezado por Anwar Ibrahim – obtuvo el 53 % de los votos, pero el fraude electoral permitió que el BN se hiciera, sorprendentemente, con el 60 % de los escaños parlamentarios.

“La postura dominante del Gobierno de coalición encabezado por el Barisan Nasional se encuentra más amenazada que nunca”, afirma Benedict.

“Desde que ganaron por escaso margen las elecciones generales de 2013, las autoridades han lanzado una inquietante campaña de restricción a la libertad de expresión para tratar de reforzar su control del poder”.

Con la nueva bajada de precios que se produjo el año pasado, y los indicios de que la oposición estaba ganando terreno, las restricciones aumentaron.

“La ráfaga de acusaciones de sedición dirigidas contra periodistas, activistas y políticos de la oposición ha tenido un efecto paralizador en la libertad de expresión en Malasia”, dice Shawn Crispin, representante principal en Bangkok del Comité para la Protección de los Periodistas para la zona del sudeste asiático.

Los recientes arrestos son una clara señal “para todos los periodistas del país de que las autoridades permanecen vigilantes y están dispuestas a reprimir todo aquello que consideren periodismo crítico”, añade Crispin.

 

¿Democracia o autoritarismo?

La gran noticia estalló en febrero, cuando Anwar Ibrahim fue condenado a 10 años de cárcel por lo que muchos consideran acusaciones falsas de sodomía y corrupción.

“El hecho de que Anwar fuera condenado en un juicio ridículo, ilustra la inseguridad fundamental que padece la coalición gubernamental y su renuencia a afrontar graves cuestiones acerca de su comportamiento, así como su desesperación por mantenerse en el poder, independientemente de las implicaciones que todo ello pueda suponer para la integridad de Malasia”, expresó en una declaración Serene Lim, coordinadora de programas en SUARAM, una organización malasia de defensa de los derechos humanos.

Muchos observadores creen que las iniciativas responden a una tentativa por parte de los líderes del BN de eliminar los obstáculos que le impedirían seguir gobernando.

“Yo creo que el motivo radica en gran medida en el mecanismo de supervivencia que ha puesto en marcha el Primer Ministro Najib Razak”, afirma Joseph Sipalan, editor asistente del Malay Mail Online y presidente del Instituto de Periodistas de Malasia.

“Su prioridad ahora es acabar con todo lo que pueda suponer una amenaza potencial para él”.

Las próximas elecciones en Malasia no se celebrarán hasta 2018 – con lo cual el BN tendrá tiempo suficiente para afianzar su control del poder y seguir debilitando la democracia.

Además Malasia sigue siendo un importante socio comercial para muchas potencias mundiales, entre ellas China y los Estados Unidos – vínculos que parecen generar una escasa reacción internacional frente a las medidas de represión que está aplicando el país.

“El silencio por parte de la comunidad internacional puede dar pie a pensar que efectivamente las autoridades malasias tienen carta blanca para seguir violando los derechos humanos”, declara Benedict.

De momento la oposición no se da por vencida: 10.000 personas se manifestaron contra las medidas de represión del Gobierno y sus proyectos de reforzar sus ingresos mediante la aplicación de un nuevo impuesto sobre bienes y servicios.

A pesar de las amenazas, los medios de comunicación siguen informando.

Shannon Teoh, Presidente del Foreign Correspondents Club of Malaysia, está convencido de que el Gobierno no puede hacer gran cosa para impedir a largo plazo que los periodistas realicen su trabajo.

“Una vez que el genio ha salido de la lámpara, no va a regresar a su interior”, afirma, observando el considerable aumento de medios de comunicación en Malasia a lo largo de los últimos 10-15 años.

“Al Gobierno le va a resultar cada vez más difícil clausurar medios informativos. Otros nuevos abrirán. El Gobierno puede intentar imponer limitaciones, pero la información seguirá saliendo a la luz”.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.