¿Permanecerá Ghana en la oscuridad o apostará por el carbón o por la ecología?

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A medida que Gobiernos, organizaciones de la sociedad civil y ciudadanos se preparan para las decisivas discusiones sobre el clima que tendrán lugar en París el próximo mes de diciembre, se puede constatar un creciente apoyo internacional a favor de compromisos nacionales significativos para llevar a cabo una supresión gradual de los combustibles fósiles y efectuar una transición justa hacia una economía de bajas emisiones de carbono.

Pero si “la era del carbón se ha terminado”, ¿por qué está entonces Ghana a punto de abrir la primera central eléctrica de carbón del país? La respuesta es sencilla: el dumsor, que es como se denominan localmente los cortes de electricidad crónicos que han causado estragos en la economía ghanesa a lo largo de los tres últimos años.

Las causas son múltiples: bajos niveles de precipitaciones, un mantenimiento deficiente, el suministro irregular – y en ocasiones inexistente – de gas nigeriano que llega al país a través del Oleoducto de África Occidental, y una deuda pública que impide que se puedan adquirir las cantidades necesarias de gas y petróleo.

Las repercusiones son enormes. Según las investigaciones realizadas por el Ghana Growth and Development Forum, los cortes de electricidad han provocado una reducción del PIB del país de entre un 2% y un 6%, un golpe devastador para la que hasta hace poco había sido una de las economías de más rápido crecimiento de África.

“Sólo entre enero y junio de 2015 se han perdido más de 13.800 puestos de trabajo, y 16 empresas han tenido que cerrar”, indica Solomon Kotei, Secretario General del Industrial and Commercial Workers Union (ICU).

Con una inflación galopante y una divisa que cae en picado, Ghana se vio abocada a principios de este año a pedir un rescate al FMI por valor de 918 millones USD para tratar de estabilizar la economía.

Pero la introducción de nuevas medidas de austeridad, sumadas a la crisis energética, se está haciendo sentir a todos los niveles de la sociedad, especialmente entre el 88% de los trabajadores y trabajadoras ghaneses que se ganan la vida en el sector de la economía informal.

Samuel Mensah, un barbero de Acra, sabe perfectamente lo que es el dumsor. Está anocheciendo en la capital ghanesa, pero mientras espera a que lleguen clientes, permanece sentado en la oscuridad.

“Si alguien entra, enciendo el generador”, explica a Equal Times, refiriéndose a los generadores accionados por combustible, costosos, ruidosos y muy poco ecológicos, que utilizan quienes pueden permitírselos para sortear los cortes de electricidad. “Pero mientras no entre nadie, yo ahorro combustible”.

Enfrente de su tienda está Angela, sentada de brazos cruzados al pie de su pequeña caseta de costura. Como no tiene dinero para comprarse un generador, está a merced del horario de desconexión de suministro de la atormentada compañía eléctrica Electricity Company of Ghana (ECG).

La disponibilidad de electricidad en Ghana debería seguir un régimen de cortes de 24 horas seguidas y de 12 horas de suministro eléctrico, “pero en la práctica no sabemos cuándo vamos a tener electricidad”, se lamenta Angela. “Esto es muy perjudicial para mi negocio y para el trabajo de todo el mundo”.

 

“¿Qué opciones tenemos aparte del carbón?”

Aunque se calcula que el 40% de los ghaneses, sobre todo los que viven en zonas rurales, cuentan con la biomasa tradicional y de los deshechos como la leña para satisfacer sus necesidades básicas en materia de energía, la crisis energética afecta a toda la población.

La capacidad total de producción instalada en Ghana es de 2.800 megavatios (MW), y la demanda de electricidad ronda en su punto máximo los 2.100 MW. Pero actualmente Ghana sólo consigue generar 1.500 MW de electricidad, lo que deja al país con un déficit de aproximadamente 600 MW.

La energía hidroeléctrica representa alrededor del 52% de la energía de Ghana, y las centrales geotérmicas alimentadas con gas y petróleo consiguen cubrir el déficit. En cambio la contribución de las energías renovables como la solar y la eólica es actualmente insignificante: no llega ni al 0.1%.

En respuesta a la crisis energética, el Gobierno del Presidente John Drahami Mahama está estudiando la posibilidad de construir una central de carbón de 700 MW. El trato todavía no se ha cerrado, pero la central podría estar lista para 2017, y costaría 1.500 millones USD. Sunon Asogli, una asociación entre la empresa Shenzhen Energy Group de China y la empresa Asogli Power de Ghana, se haría cargo del proyecto.

Los activistas por el clima han criticado estos planes (que todavía se están debatiendo) y han expresado sus preocupaciones respecto al impacto medioambiental que tendría la central. “Nos preocupa la contaminación atmosférica y los efectos de las cenizas en las tierras. Los costes de la sanidad pública superarán los beneficios en materia de energía”, afirma Nyarko Acheampong Michael, Codirector del Ghana Youth Environmental Movement.

Pero el Dr. Kwabena Donkor, Ministro de Energía, considera que no existe ninguna otra opción más barata para generar electricidad. “No tenemos gas suficiente, y por eso hemos tomado la decisión de utilizar carbón”, declaró recientemente a la prensa. “Nosotros estamos de acuerdo con la revolución verde, pero nos encontramos en un contexto con una huella de carbono insignificante y tenemos la ventaja de estar retrasados en lo que respecta al uso del carbón, de manera que podemos aplicar una tecnología limpia óptima”.

En muchos sentidos, el deseo del país de “seguir una vía de desarrollo y crecimiento con bajas emisiones de carbono” parece contradecir las propuestas para abordar sus necesidades en materia de energía.

Un ejemplo de esta tensión es el hecho de que, a pesar de haberse convertido en 2010 en un productor de petróleo y gas, Ghana aprobó en 2011 la Ley de energías renovables, que incluía un régimen de tarifas de inyección y la obligación de adquirir energías renovables.

Posteriormente, el Gobierno estableció un ambicioso objetivo para garantizar que para 2020 el 10% de la producción energética procediera de fuentes renovables, y garantizar además un aumento del 30% en la electrificación rural sostenible.

El Gobierno también ha subido los impuestos sobre los productos petrolíferos y la electricidad a 0,02 USD por litro y por kWh respectivamente. Estos ingresos fiscales se utilizarán para establecer un Fondo de Energías Renovables con el objetivo de instalar más de 200.000 paneles solares, lo que permitirá ahorrar cada día unos 200 MW de electricidad.

Pero, al mismo tiempo, el Gobierno también ha prometido incrementar para 2015 la producción total de electricidad de 2.800 MW a 5.000 MW, un objetivo que ha sido recientemente pospuesto hasta 2016.

Wisdom Ahiataku-Togobo, Director de la Unidad de Energía Renovable del Ministerio de Energía, explica a Equal Times que el crecimiento de una población con necesidades cada vez mayores en materia de energía deja al Gobierno ghanés pocas opciones.

“¿Qué alternativas tenemos aparte de la energía hidráulica? La única opción asequible es el gas del Oleoducto de África Occidental y el gas de nuestro campo petrolero Jubilee Fields. Pero el Oleoducto de África Occidental nunca ha sido fiable y Jubilee Fields no produce gas suficiente para satisfacer nuestra demanda”.

Según las estimaciones del informe Energy Outlook for 2015 de la Comisión de Energía, el suministro de gas nacional debería producir alrededor de 250 mpcd (millones de pies cúbicos diarios), frente a una demanda total de aproximadamente 500 mpcd.

Pero dado que el suministro de gas de Ghana es actualmente insuficiente, Ahiataku-Togobo concluye: “No nos quedan más que dos opciones para producir energía barata: el carbón y la energía nuclear”.

Atrapado entre la espada y la pared, el Gobierno dice que está escogiendo la mejor opción posible.

Sin embargo Benjamin Boakye, Director Ejecutivo Adjunto del Africa Centre for Energy Policy (ACEP) con sede en Acra, considera que esta postura es desacertada.

“No tenemos ninguna reglamentación sobre el carbón y existe el peligro de que, con el pretexto de estar utilizando tecnologías limpias de carbón, los políticos se confabulen con las compañías eléctricas para establecer una central de carbón fuera de servicio que contaminará el medio ambiente”, afirma.

Charles Kofi Owusu, responsable de proyectos en KITE, una destacada ONG local que defiende la energía verde en Ghana, opina lo mismo y reclama un “enfoque más integral” para resolver el problema: “Sé que estamos en crisis y que necesitamos energía barata, pero no estoy de acuerdo con la forma en que el Gobierno está enfocando este asunto. En lo que se refiere al medio ambiente, toda precaución es poca”.

Ahiataku-Togobo cree que Ghana tiene que empezar por alguna parte. “Los países que han desarrollado sus propias industrias empezaron su industria del carbón desde cero. Si eso significa que nosotros también tenemos que desarrollarlo todo desde cero, pues que así sea. Y no olvidemos que 700 MW no representan más que el 0,01% de las emisiones globales de C02”.

 

Hacia un futuro verde

¿Está entonces Ghana encaminándose hacia una vía energética verde? Para Ahiataku-Togobo la respuesta es sí. Él cree que, al introducir la energía producida con carbón, Ghana está contribuyendo a impulsar las energías renovables. “Disponer de una base energética estable es fundamental para poder agregar fuentes renovables a la combinación energética. De hecho eso nos ayudaría a alcanzar nuestro objetivo de 2020”.

Pero el Banco Mundial no comparte su optimismo. En su informe sobre el sector energético ghanés de 2013 el Banco indicó que Ghana sólo produce cantidades mínimas de energía a partir de la energía solar, y que la energía eólica se encuentra también en las primeras fases de desarrollo. “En consecuencia – concluye el informe – es poco probable que el país logre alcanzar el objetivo del 10% para 2020”.

Al considerar las repercusiones del carbón en la ecología de Ghana, el impacto global del cambio climático está todavía más claro.

“El cambio climático ha estado afectando a Ghana, particularmente en el norte, con sequías e inundaciones”, declaró a Equal Times Kingsley Ofei Nkansah, Secretario General del General Agricultural Workers’ Union (GAWU), “de manera que queremos comprometernos al máximo con la vía de las energías verdes”.

El GAWU, que cuenta con aproximadamente 50.000 miembros, ha constatado que muchos de sus agricultores se han visto afectados por el cambio climático. El sindicato ha empezado por tanto a incluir cláusulas relativas al cambio climático en los convenios colectivos que establece con grandes empresas, como son las compañías de aceite de palma y las plantaciones de caucho.

Pero Ofei Nkansah piensa que se tiene que hacer mucho más para ayudar a las personas más pobres y más vulnerables de Ghana, que son los que más afectados se han visto por el cambio climático.

“Hemos estado estudiando formas de desarrollar la agricultura para que pueda ser más sostenible y mitigar el cambio climático. Estamos examinando las diferentes energías renovables. Estamos considerando diversas medidas de aclimatación, como por ejemplo la reforestación. Pero, en tanto que movimiento de los trabajadores, seguimos estando muy preocupados por las repercusiones que el cambio climático está teniendo en los ingresos y en la seguridad del empleo. Es preciso que, tanto a escala nacional como internacional, haya una distribución equitativa de la carga de la transformación y la transición. La justicia climática no puede ser sólo un eslogan. Tiene que contar con el apoyo nacional y global”.

 

Este artículo se ha podido redactar gracias a una beca Friedrich-Ebert-Stiftung.

Este artículo ha sido traducido del inglés.