Por qué la lucha por los derechos de LGBTI debe ser mi lucha y la tuya

Opinions
Explore similar themes
Human rightsWorld-GlobalGenderLGBTI

Cada generación está abocada a una lucha emblemática por la igualdad —como el movimiento por los derechos civiles o el impulso hacia la igualdad de género—. En la nuestra, ese lugar lo ocupa la lucha por los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI).

Para nuestra generación, este debate abandera los esfuerzos de la sociedad por alcanzar mayores cotas de igualdad e inclusividad. Pero se trata de una lucha que nos divide, tal vez más profundamente que las precedentes. Da de lleno en el meollo de las normas religiosas y sociales, y saca a la luz profundas divergencias, incluso en las sociedades más progresistas.

Gracias, en gran medida, a los esfuerzos de la sociedad civil en los últimos 20 años, se ha avanzado notablemente hacia la igualdad LGBTI. Las leyes recientes que reconocen el matrimonio entre personas del mismo sexo en los Estados Unidos demuestran cuánto puede alcanzarse mediante una labor de campaña y sensibilización persistente. En apenas 16 años, el número de países que permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo aumentó de cero a 23. Muchos países han revocado las leyes contra la sodomía y despenalizado la homosexualidad y un puñado aprobaron leyes facilitando la modificación de los documentos de identidad, para adecuarlos a la identidad de género reconocida por cada persona.

A finales de junio, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas aprobó un nuevo mandato de Experto Independiente para la protección contra la violencia y la discriminación por razones de orientación sexual e identidad de género. Incluso en las zonas donde las personas LGBTI continúan siendo objeto de una persecución extrema, se aprecian niveles sin parangón de diálogo y visibilidad pública sobre las cuestiones relacionadas con la orientación sexual y la identidad de género. Hasta hace poco no existía un movimiento LGBTI en África. Hoy, un creciente número de organizaciones sociales cabildean a escala nacional y regional, codo con codo con el sistema regional de derechos humanos africano, utilizando los tribunales nacionales para obtener victorias de peso en materia de derechos, y con el apoyo de líderes espirituales. Estos son los activistas que necesitan, con urgencia, nuestro apoyo. Tienen aún un largo camino por delante.

El mes pasado fuimos testigos en Orlando, Florida, de la matanza de personas LGBTI más grave en el mundo occidental desde el Holocausto. A pesar de ser un cruel recordatorio de la persecución persistente, estas muertes son, lamentablemente, sólo las últimas de un catálogo desolador de abusos y asesinatos documentados de personas LGBTI en todo el mundo. La realidad confirma que no hay lugar en el planeta en el que las personas LGBTI estén libres de discriminación y violencia.

La homosexualidad continúa siendo ilegal en 75 países; en seis de ellos se castiga con la muerte. En países como Belice y la India, la homosexualidad ha vuelto a ser ilegalizada recientemente y, en los últimos años, Rusia, Nigeria y Uganda han introducido leyes encarnizadas contra el colectivo LGBTI. En 2015, Amnistía Internacional constató una disminución de los derechos jurídicos de las personas LGBTI en el continente africano. Incluso en países con marcos jurídicos progresistas, como Sudáfrica, la aceptación social es limitada y los niveles de violencia se mantienen elevados.

También en países con marcos jurídicos protectores las personas LGBTI continúan padeciendo una discriminación notable laboralmente. En concreto, las personas transgénero son mucho más susceptibles de ser despedidas, acosadas y degradadas de sus cargos. Su propensión a recibir salarios más bajos, hace padecer al colectivo LGBTI niveles más altos de desempleo, pobreza y mendicidad, todo lo cual alimenta la espiral de exclusión social, económica y política.

 

“La clásica lucha por los derechos humanos fundamentales”

Para las organizaciones de la sociedad civil y los movimientos ciudadanos en lucha, la represión progresiva de los espacios cívicos a escala mundial está teniendo repercusiones profundas. Desde 2013, Argelia, Lituania, Nigeria y Rusia han aprobado leyes prohibiendo “la propaganda homosexual”, que dificultan y, en ocasiones, imposibilitan el funcionamiento de las organizaciones LGBTI sin interferencias del Estado. A menudo se presenta a sus activistas como agentes de fuerzas extranjeras o neocoloniales, que suponen una amenaza para la identidad y la moralidad nacionales. En las campañas electorales, las personas LGBTI son cada vez más utilizadas como chivos expiatorios para distraer a los votantes de los males sociopolíticos que verdaderamente aquejan al país.

La lucha del colectivo LGBTI es la clásica lucha por los derechos humanos fundamentales. Sin embargo, he constatado, hablando con dirigentes de la sociedad civil, que estamos lejos de ganar los corazones y las mentes. En 2011 —y de nuevo en 2014— cuando mis colegas de CIVICUS escribieron al parlamento ugandés y al Presidente Yoweri Museveni instándole a rechazar la ley antihomosexual de Uganda [Nota del editor: la ley acabó siendo revocada en los tribunales], muchos de los socios de nuestra red de los países del Sur se negaron a firmar nuestra carta abierta. Me pregunto si hubiéramos tenido las mismas dificultades para convencer a nuestros activistas de que firmaran una carta sobre la igualdad de género hace 30 años. Pero seguimos sin lograr un consenso amplio y progresista sobre los derechos LGBTI.

Ha llegado la hora de que esto cambie. En nuestro más reciente informe sobre la situación de la sociedad civil, State of Civil Society Report, más de 30 expertos sociales lanzan un mensaje claro: no podemos abordar la exclusión en nuestras sociedades seleccionando los problemas y derechos con los que estamos de acuerdo. Los derechos de las personas LGBTI en todo el mundo están intrínsecamente ligados con mis derechos y con los de ustedes. Debemos reconocer las coincidencias de todas las luchas por la libertad, la dignidad y la autonomía física y mantenernos unidos para defender el derecho a la igualdad, a la libertad de expresión y al acceso a la justicia —con independencia de que, personalmente, estemos de acuerdo o creamos en la agenda LGBTI—.

El apartheid acabó gracias a un frente de progresistas que se mantuvieron unidos para denunciar un sistema repugnante e injusto. Este tipo de solidaridad es absolutamente esencial para luchar contra la discriminación, en todas sus formas. Al firmar los Objetivos de Desarrollo Sostenible nos comprometimos a “no dejar a nadie detrás”. Si perpetuamos la exclusión, negándonos a apoyar las luchas de determinadas comunidades, fracasaremos en esta empresa. Necesitamos construir una alianza amplia y progresista en torno a los derechos LGBTI. Esta es la lucha de nuestra generación y debe ser nuestra contribución hacia un futuro más equitativo.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.