¿Qué les deparará el futuro a los trabajadores sudafricanos de las granjas de avestruces?

Artículos

La famosa industria ganadera de avestruces de Sudáfrica se ha visto sometida a una enorme presión debido a una serie de brotes de gripe aviar. Como siempre, los más expuestos al riesgo son los trabajadores agrícolas sobre el terreno.

Durante más de 150 años, Sudáfrica ha gozado de la posición de líder mundial en la producción de huevos, plumas, cuero, aceite y carne de avestruz de la mejor calidad.

Durante su apogeo en 2009, Sudáfrica producía el 75% de los productos derivados de los avestruces en el mercado mundial. Hoy en día, el negocio tiene un valor de más de 1,2 mil millones ZAR (73 millones USD) y emplea a más de 50.000 personas.

Sin embargo, se puede estar avecinando una situación catastrófica que afectará, sobre todo, a los trabajadores agrícolas. La mayoría está poco cualificada y desempeña tareas duras como criar y sacrificar a los avestruces y refinar los productos derivados de los mismos para su exportación.

Las exportaciones sudafricanas a grandes mercados como los de China y la Unión Europea todavía no se han recuperado totalmente del brote de gripe aviar especialmente devastador que sufrió el país en 2011. Hasta 48.000 avestruces fueron sacrificados para detener la propagación del virus y miles de trabajadores perdieron su empleo, pues la producción cayó en picado y numerosas granjas cerraron.

Aunque en agosto de 2015 la UE levantó su prohibición de importar carne fresca de avestruz procedente de Sudáfrica, los problemas se acrecentaron entre agosto y noviembre del año pasado, con los brotes menores de influenza aviar de baja patogenicidad que afectaron a alrededor de 15.000 avestruces en las provincias de El Cabo occidental y oriental.

“Los sacrificios de 2011, en especial, fueron una pesadilla para los ganaderos. En pleno ataque de pánico llegaron a sacrificar a avestruces sanas. Nuestros ganaderos siguen luchando para recuperarse”, asegura Antony Kruger, de la Cámara de Empresas Sudafricanas del Avestruz.

Asimismo, los exportadores de carne de avestruz relativamente recientes, como Australia, están aumentando la producción.

 

Una catástrofe para los trabajadores

Por consiguiente, los que más sufren las consecuencias de la crisis de la industria sudafricana del avestruz son los trabajadores poco cualificados y vulnerables que constituyen el grueso de su mano de obra.

En la localidad de Oudtshoorn, ubicada en la provincia de El Cabo occidental y llamada ‘la capital mundial de los avestruces’, tan solo en 2015 fueron despedidos de granjas en bancarrota hasta 1.700 trabajadores de un total de 20.000, asegura Shaun Gala, vicesecretario del sindicato South African Agricultural, Food, Fishing and Retail Industry Workers Union (AFRIWU).

“Estos trabajadores migrantes vienen de la zona rural de El Cabo oriental, a más de 1.000 kilómetros de distancia. A veces arrancan y clasifican plumas de avestruz en una misma granja durante 18 años. Apenas están escolarizados y no disponen de capacidades vitales transferibles a otros ámbitos”

Por tanto, la pérdida del empleo afecta duramente a familias y comunidades enteras.

Aunque la ganadería de avestruces ha sido una industria históricamente rentable y exclusiva, los que trabajan en la misma tienen que enfrentarse a algunas de las perspectivas de jubilación más desoladoras de Sudáfrica.

Con unos salarios tan bajos que imposibilitan el ahorro durante la vida laboral, los trabajadores agrícolas jubilados suelen subsistir con una ayuda social del gobierno que asciende a R350 ZAR (23 USD) al mes. Aunque sea mejor que nada, apenas alcanza para hacer frente a una tasa de inflación del 7% y a un costo de la vida en constante aumento en Sudáfrica.

“Hay trabajadores que ganan unos miserables 3.000 ZAR (200 USD) en las granjas de avestruces. Es muy poco dinero y gran parte del salario se lo gastan en borracheras”, añade Gala.

“Algunos trabajadores llevan 25 años viviendo en granjas de avestruces. Son prácticamente propiedad de los ganaderos, pues estos monopolizan su salud, educación y prestaciones alimentarias”.

Asimismo, el trabajo es duro y peligroso. Además de criar a las aves, los trabajadores se encargan de alimentar, limpiar, vacunar, quitarles las plumas y sacrificar a los avestruces, así como de lavar y preparar su carne para la exportación.

Los trabajadores no solo son vulnerables a los brotes de gripe. Los avestruces también son aves peligrosas con las que trabajar; las garras y el pico de un ave inquieta pueden provocar la muerte.

Asimismo, el alcoholismo hace estragos entre los trabajadores de estas granjas. De hecho, El Cabo occidental cuenta con los índices más altos del país de consumo abusivo de alcohol.

Nomafrench Mbombo, profesora y ministra de Sanidad de El Cabo occidental, no se muerde la lengua al explicar las consecuencias derivadas del consumo abusivo de alcohol y drogas en su provincia. “El alcohol causa estragos en nuestras comunidades más pobres, rompe familias y afecta a la educación. Resulta muy costoso tratar el abuso de sustancias y la suma para hacerlo adecuadamente puede alcanzar los 40 millones ZAR (2,4 millones USD). El alcohol es el principal motivo de nuestros alarmantes índices de lesiones, enfermedades y violencia”.

 

“Abandono este negocio”

En los asentamientos para la ganadería de avestruces, generación tras generación de familias viven, se casan y mueren en las granjas. Por tanto, las consecuencias derivadas del despido de las fincas en bancarrota pueden resultar desastrosas.

“Trabajé durante 20 años de mi vida clasificando carne y cuero de avestruz para exportarla a fábricas de curtidos en Bélgica”, explica Siboniso Dala, un hombre de 60 años que estaba empleado en una granja de avestruces y es originario de El Cabo oriental.

“Cuando mi empleador vendió su granja sin previo aviso y se mudó a Canadá, por primera vez en mi vida me quedé sin un lugar al que ir con mis dos esposas y cinco hijos. La vergüenza de no tener un techo bajo el que cobijarme, ni una educación ni una pensión casi me empujó al suicidio”.

Siboniso afirma que ahogó sus penas en ginebra y cerveza local umqombothi. “Siento que soy un inútil viviendo la última etapa de su vida”.

Kruger explica que los propietarios de las granjas también merecen nuestra simpatía. “La divisa débil y la reciente prohibición en la UE de importar carne de avestruz también les perjudica. Esta es una industria de alto riesgo. De media, se tardan 30 meses en encontrar el dinero para montar un negocio de este tipo. La experiencia técnica local para montar fábricas de curtidos es difícil de encontrar en Sudáfrica”.

Ian Horrikin, dueño de la granja de avestruces Clearwater en Oudsthoorn, es un claro ejemplo de este desastre. “Soy nuevo en el negocio de las granjas de avestruces. La restricción de la Unión Europea en 2011 a la carne de avestruz sudafricana acabó con toda mi inversión. En 2017, abandono este negocio. No sé qué va a ser de los 16 trabajadores que viven en mi granja”.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.