Resaca colonial: grandes beneficios y explotación masiva en la región vinícola de El Cabo

La provincia sudafricana del Cabo Occidental es la novena mayor región vinícola del mundo. En 2013, sus exportaciones de vino aportaron a la economía 36,1 mil millones de rands. Además, gran parte de su producción ostenta la etiqueta de comercio justo.

Sin embargo, además de producir unos caldos famosos en el mundo entero, también fomenta una enorme desigualdad, ya que un puñado de ricos terratenientes obtienen pingües beneficios mientras 15.000 trabajadores y trabajadoras negros y de color (el término que se usa en Sudáfrica para describir a las personas de ascendencia racial mixta) tienen que sufrir unas condiciones laborales peligrosas, unas viviendas precarias y unos salarios de miseria.

De media, los trabajadores/as reciben un salario diario de 80 rands (6,50 USD). Aunque se trata del salario mínimo exigido por el gobierno para el sector, se encuentra entre los más bajos del país.

“A mitad de la semana ya se me ha acabado el dinero”, asegura Simpiwe Buxu, un conductor de tractores en la tensa localidad de De Doorns, donde en agosto de 2012 estalló un conflicto laboral que posteriormente se extendió por toda la región.

Los trabajadores/as de De Doorns se declararon en huelga para exigir un salario diario digno de 150 R (aproximadamente 12 USD).

Algunos trabajadores prendieron fuego a los viñedos y al equipo mecánico. La policía respondió con balas de goma, desalojos forzosos y redadas nocturnas.

Petrus Brink, un activista local y asesor laboral del Surplus People’s Project (un grupo de acción para la reforma agraria con sede en la región vinícola de El Cabo), describe el actual salario mínimo como un salario “casi de hambre. Es vergonzoso”.

Asimismo, las condiciones laborales son peligrosas. Según nos explica Colette Solomon, de la ONG Women On Farms, en las explotaciones agrícolas de la región se hace un uso intensivo de pesticidas y fertilizantes.

"A menudo nos encontramos a trabajadores recolectando uvas sin guantes ni gorros. La piel les pica y a veces se les agrieta debido al contacto con los pesticidas", denuncia.

Por tanto, no es de extrañar que la tuberculosis aceche a los trabajadores/as agrícolas expuestos. El Proyecto Farm Lay Health Worker, que anima a los trabajadores/as a hacerse análisis para detectar las infecciones de tuberculosis, asegura que los trabajadores/as agrícolas del Cabo Occidental tienen una tasa de curación de la tuberculosis de solo 100 de cada 10.000 infectados.

La media nacional sudafricana para la tuberculosis es de 823 por cada 100.000 personas. La tasa de infección en el Cabo Occidental es un 50% más alta.

Cuando los trabajadores/as enferman, les resulta difícil obtener asistencia hospitalaria. Muchas explotaciones vinícolas rurales del Cabo no disponen de clínicas en sus tierras.

Por tanto, no es de extrañar que los trabajadores/as enfermos dependan de sus empleadores para desplazarse a las lejanas clínicas urbanas.

En dichos casos, la mayoría de los propietarios de las fincas exigen el pago de los gastos de transporte.

En el caso de los trabajadores/as que pasan períodos más prolongados en las clínicas, los empleadores les despiden y se niegan a pagarles las prestaciones por enfermedad.

 

Un coste insoportable

Todo esto lleva a los trabajadores/as de las explotaciones vinícolas a caer en una trampa de endeudamiento de la cual no pueden salir.

Como los trabajadores/as no pueden salir del recinto de las fincas debido a problemas de transporte, se ven obligados a comprar productos a precios excesivos en tiendas que son propiedad de los terratenientes.

A Buxu le invade la furia mientras explica a Equal Times: "Los precios en las tiendas de las fincas son un auténtico asalto a mano armada. Compramos un saco de 10 kilos de maíz amarillo [un alimento básico en Sudáfrica] por 120 rands (aproximadamente 10 USD). En la ciudad cuesta solo 75 rands. ¡No es justo!".

Para artículos como teléfonos móviles, muebles y ropa, los trabajadores/as agrícolas solicitan préstamos a usureros que son en definitiva prestamistas ilegales actuando en connivencia con los empleadores.

En el siguiente ciclo salarial, los trabajadores/as no perciben ningún salario, ya que las deudas se tragan sus ingresos por adelantado.

Como los trabajadores están desesperados, la provincia del Cabo Occidental ostenta el mayor riesgo de consumo abusivo de alcohol de Sudáfrica, un legado del sistema llamado ’dop’, actualmente ilegal, mediante el cual se pagaba a los trabajadores con alcohol en lugar de con dinero.

La violencia y los traumas también son generalizados en el Cabo Occidental. Además, la región cuenta con una de las mayores tasas del mundo de mortalidad de bebés nonatos debido al síndrome de alcoholismo fetal.

Manu Tlako, un técnico en estadística del sindicato Food and Allied Workers Union (FAWU), declara: "Debería caérsenos la cara de vergüenza. No cabe ninguna duda de que las enfermedades y la indigencia asolan a los trabajadores agrícolas del Cabo. A los responsables no parece importarles demasiado, pero el sudor de esta gente empapa los estantes de nuestros supermercados".

Con sus vidas destruidas por el alcohol, los empleados de las fincas suelen servir de muy poco a los empleadores.

Los vinicultores del Cabo son famosos por desalojar a los trabajadores de sus tierras a su antojo. Se calcula que desde 1994 entre uno y dos millones de trabajadores/as han sido desalojados de las fincas.

Los vinicultores disponen de poderosos instrumentos para desalojar a los trabajadores y sus familias.

En primer lugar, intimidan a los trabajadores para evitar que se afilien a los sindicatos y les amenazan con mecanizar sus puestos de trabajo.

Luego, los agentes de empleo traen a trabajadores de temporada a los que rara vez ofrecen contratos de larga duración.

Esto ha provocado recientes episodios violentos contra los inmigrantes, también en otras partes del país.

A veces, los trabajadores locales atacan a los trabajadores migrantes de otros países africanos. Les acusan de reducir los salarios y socavar las acciones sindicales.

Durante las huelgas se han producido asesinatos, linchamientos y otras agresiones con víctimas mortales.

 

Sobornos

Además, Solomon asegura que el 70% de las trabajadoras en las explotaciones vinícolas son trabajadoras de temporada.

Los jóvenes pagan sobornos de 400 R (39 USD) a los agentes de empleo para que les dejen trabajar en el secado, la recolección o el sembrado de la uva.

Para más inri, los trabajadores/as de las explotaciones vinícolas del Cabo tienen poca representación sindical. Tan solo el 3% de los trabajadores/as agrícolas están sindicalizados, asegura Tlako.

La región vinícola de De Doorns, un municipio asolado por la violencia y con 180 explotaciones agrícolas, no dispone de un solo sindicato organizado para negociar en nombre de los trabajadores/as.

Los sindicatos en Sudáfrica son más activos en el lucrativo sector minero, donde los trabajadores están mejor organizados, mejor pagados y, por tanto, tienen una mayor capacidad para pagar cuotas sindicales.

Los trabajadores/as que participaron en la huelga de enero de 2013 en De Doorns se quejaron de que la COSATU, el mayor sindicato de Sudáfrica, y el sindicato Commercial Stevedore Agricultural and Allied Workers Union no habían participado en la acción.

Tan solo el Surplus People’s Project y el sindicato South African Transport & Allied Workers Union han fundado comités de trabajadores en las explotaciones vinícolas rurales.

El secretario de la central sindical COSATU para la provincia de El Cabo, Tony Enhrenreich, declaró que le preocupan las huelgas salvajes en la región.

"El peligro acecha cuando los trabajadores desarrollan sus propias acciones sin ningún tipo de dirección ni guía… No entienden los parámetros de la ley".

“No queremos otro Marikana”, declaró aludiendo a la masacre en 2012 de 34 trabajadores del platino en la localidad sudafricana de Rustenburg, un conflicto en el que, según parece, la rivalidad entre los sindicatos tuvo bastante relevancia.

Alentados por la incapacidad de los trabajadores para organizarse, los terratenientes han sido acusados de cobrarles precios excesivos por la energía, el alquiler del alojamiento, el agua y la comida. Sin embargo, los propietarios de las explotaciones vinícolas defienden sus acciones.

Según declaran, en Sudáfrica se han disparado los precios del combustible, el agua y la electricidad y es una época difícil.

Según la organización South African Wine Industry and Information Systems, en 2015 hay 3.596 productores vinícolas, lo que supone una disminución con respecto a la cifra máxima de 4.515 en 1999. Asimismo, han disminuido los beneficios netos de numerosos productores de vino.

Sin embargo, los sindicatos discrepan. "En la industria vinícola, los beneficios siguen siendo elevados. Están registrando grandes cosechas", rebatió Rene Piko, un economista laboral del sindicato de la alimentación FAWU, que citó los informes de las organizaciones VinPro y Wine Tech.

Aun así, se puede vislumbrar un atisbo de esperanza en las explotaciones vinícolas. Un ejemplo es la bodega Solms-Delta Wine Estate.

En 2007 se introdujo en esta finca una iniciativa de la fundación Wijn de Caab Trust para acelerar la reforma agraria y reforzar la educación, la salud y los puestos de trabajo entre los trabajadores agrícolas y sus familias.

Dos fincas se presentaron como avalistas, lo cual permitió a los trabajadores adquirir una tercera explotación vinícola.

Los trabajadores poseen el 33% de las acciones de Solms-Delta y todos los empleados se benefician de las ganancias de la empresa.

Asimismo, los trabajadores reciben capacitación para otros empleos, no solo para cultivar la tierra.

Este ejemplo demuestra lo que podría llegar a ser la industria de la vinicultura en la región del Cabo.

Aunque todavía queda un largo camino por recorrer antes de que las condiciones de vida y los puestos de trabajo decentes y dignos sean una realidad para todos los trabajadores/as agrícolas de la región.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.