Sodastream: ¿Brillante ejemplo de coexistencia o la cara amable de la ocupación?

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A 10 kilómetros al este de Jerusalén, la colonia Ma’ale Adumim se extiende hasta perderse de vista en las colinas de Cisjordania como una fortaleza inexpugnable y con la carretera rumbo al Mar Muerto corriendo a sus pies.

Tejados rojos, pequeñas viviendas con sus jardines, la tranquilidad del lugar solamente puede equipararse a su valor estratégico. Un valor que, en un país obsesionado por la seguridad, ha contribuido a desarrollarla para convertirla en el mayor de los asentamientos israelíes en los territorios ocupados.

Viven aquí más de 35.000 personas, atraídas por la calidad de vida y los bajos precios de la propiedad. Además de sus viviendas, sus espacios públicos y sus numerosos servicios, cuenta con una zona industrial, la Mishor Adumim, en la que están instaladas varias empresas conocidas.

Entre estas empresas se encuentra, Sodastream, una sociedad que cotiza en Nasdaq, y que hizo hablar de ella a principios de año al elegir a la actriz estadounidense Scarlett Johansson como baluarte para defender su marca.

Presente en 46 países de todo el mundo, esta empresa israelí ha revolucionado el mundo de las bebidas sin alcohol mediante el desarrollo de un aparato que permite gasificar el agua del grifo y hacer su propia gaseosa en casa.

Con el diseño de sus botellas, sus “Soda bars” y su nueva embajadora, la marca pretende competir con las más grandes, como Coca-Cola y Pepsi, sacándose de la manga la carta de la salud y el desarrollo sostenible.

Sin embargo, no son estas ambiciones las que han puesto a Sodastream en la picota.

Al fabricar sus productos en una zona considerada “ocupada” por la comunidad internacional, los activistas de la campaña Boicot-Desinversión-Sanción (BDS) consideran que Sodastream está directamente implicada en la ocupación israelí de los territorios palestinos.

Una acusación que también pende sobre todas las empresas israelíes con actividades en Cisjordania, y que refuta Daniel Birnbaum, director general de Sodastream.

“No somos colonos”, explica a Equal Times.

“Incluso ni siquiera fui yo quien decidió instalar la fábrica en este lugar, heredé esta situación cuando me nombraron director de Sodastream. Personalmente, estoy en contra de la colonización, pero no hay que ver enemigos donde no los hay.”

“Esta zona industrial fue construida en pleno desierto. La idea de que nuestra presencia aquí pueda ser un obstáculo para la paz es una falacia”.

Para convencerlos, Birnbaum invita a sus críticos a examinar las cifras. Cuenta con 1.300 trabajadores, entre ellos 800 palestinos, que se desplazan hasta aquí para trabajar todos los días.

Y entre los 800 palestinos, la mitad viene directamente de los pueblos y aldeas de Cisjordania, lo que implica la emisión de un permiso expedido por las autoridades militares israelíes (la otra mitad son palestinos de Jerusalén-Este, que no necesitan permiso para desplazarse a Cisjordania).

Sodastream se ocupa de los trámites necesarios y de conseguir los permisos requeridos para sus trabajadores. “También pagamos sus cotizaciones para el seguro médico, ya que sabemos que la cobertura de la seguridad social de la Autoridad Palestina es mucho menos ventajosa que la israelí”.

“Asimismo, fijamos una perfecta igualdad de salarios entre nuestros trabajadores israelíes y palestinos”, afirma Birnbaum.

 

“Más una necesidad que una elección”

Con sus 6.000 séqueles al mes (1.700 USD), Mohamed, de 25 años, puede jactarse efectivamente de contar con un ingreso significativamente superior al de sus jóvenes compatriotas.

Originario de Ramalá, la capital palestina situada a unos pocos kilómetros de Ma’ale Adumim, pasa todos los días por el puesto de control militar para venir a trabajar a Sodastream 12 horas al día, 6 días a la semana, en una cadena de montaje.

Todo un lujo, según él, visto el desempleo que desde hace varios años azota tan duramente a la juventud de los territorios palestinos.

“Me gano bien la vida”, afirma. “El ambiente es bueno, las condiciones de trabajo también. No hay ninguna diferencia entre árabes y judíos. En resumidas cuentas, estoy muy contento de trabajar en Sodastream”.

Pero no iría tan lejos como para afirmar que su fábrica es un ejemplo para la paz.

“Ma’ale Adumim es al fin y al cabo una colonia, y las colonias nos impiden aspirar a nuestro Estado independiente”, afirma Mohammed.

“No estoy particularmente interesado en que se boicotee a Sodastream, porque puede afectar a mi trabajo. Pero al mismo tiempo, creo que los colonos deberían irse. Si pudiera ganar el mismo sueldo en Ramalá, preferiría mil veces trabajar para una empresa palestina”.

Estos comentarios ilustran el dilema en el que se encuentran numerosos trabajadores palestinos.

Ante el desempleo galopante y una economía de capa caída, los asentamientos israelíes son un proveedor de empleo del que no puede prescindirse y sus salarios atractivos se eligen más por necesidad que por renunciar al sueño de la liberación nacional.

Sin embargo, estos puestos de trabajo, ya sea en Israel o en uno de sus asentamientos, siempre van acompañados de un permiso de trabajo. Y estos permisos son raros.

En marzo de 2014, el número de permisos ascendía a 47.500 para una población activa de aproximadamente un millón de personas.

Los demás están condenados a buscar trabajo con empleadores palestinos, con salarios mucho más bajos y sin oportunidad alguna de cruzar un puesto de control para ir a Israel.

“Los empleos en los asentamientos israelíes son puestos de trabajo bien remunerados, pero ocultan otra realidad, es decir, que la ocupación impide que la economía palestina se desarrolle y se emancipe”, explica un portavoz de Oxfam para los territorios palestinos.

“La mayoría de los recursos naturales se ubican en la Zona C (las zonas de Cisjordania bajo control israelí, a diferencia de las zonas A y B, donde la Autoridad Palestina tiene competencias parciales o totales).”

“En las regiones rurales, ante la imposibilidad de desarrollar una agricultura viable, muchos palestinos optan por trabajar en los asentamientos agrícolas israelíes. Es más una necesidad que una elección. La necesidad de alimentar a su familia está por encima de las reivindicaciones políticas”.

 

Llamamientos al boicot

Difícil, pues, ponerse exigente en estos tiempos de penuria económica. El pesimismo reina en todos los territorios, y el último intento de negociación entre israelíes y palestinos ha fracasado de nuevo, aumentando más que nunca la incertidumbre a la perspectiva de un Estado palestino independiente.

Al mismo tiempo, la campaña de boicot contra los productos procedentes de los asentamientos israelíes cada vez es mayor. Afecta ya a los productos agrícolas del valle del Jordán y empieza a golpear a otros sectores de la economía israelí, sin que pueda apreciarse todavía su alcance.

Ante la imposibilidad de conseguir su objetivo a través de la negociación, los palestinos cuentan con la comunidad internacional para que les ayude a poner fin a la “ocupación”.

Creen que un boicot como el BDS puede surtir efecto, basándose en el ejemplo de Sudáfrica, país que también fue objeto de una campaña de este tipo en la época del apartheid.

Mientras tanto, Sodastream continúa su expansión. Además, la empresa está construyendo una nueva planta en Neguev, esta vez en territorio israelí.

¿Está destinada esta planta a reemplazar la de Ma’ale Adumim con el fin de evitar que la empresa siga siendo acusada de colonización? Nadie lo sabe aún. Pero respondiendo a los periodistas, Birnbaum afirma que no tiene la intención de trasladar a sus trabajadores para promover un programa político.

Este artículo ha sido traducido del inglés.