Derechos de los trabajadores migrantes en los países del golfo Pérsico: El gobierno keniano se moviliza

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El gobierno de Kenia ha lanzado una serie de medidas para luchar contra las agencias de trabajo deshonestas e intentar poner freno a la explotación y los abusos que se llevan a cabo contra los trabajadores/as kenianos en los países del golfo Pérsico.

El 29 de septiembre, en respuesta a la preocupante cifra de casos relacionados con los malos tratos a kenianos/as en el extranjero, el gobierno revocó las licencias de 930 agencias que contrataban a sus ciudadanos/as para trabajar en Oriente Medio.

Asimismo, Kazungu Kambi, Secretario del Gabinete de Trabajo, anunció que se prohibía temporalmente la contratación de kenianos/as para trabajar en dicha región.
A partir de ahora, todas las agencias de trabajo privadas tendrán que someterse a estrictas auditorías para poder obtener nuevas licencias.

“[Esto] permitirá al gobierno implantar unas estructuras adecuadas para la gestión eficaz de la migración laboral y la protección de nuestros trabajadores y trabajadoras migrantes”, explicó Kambi a los periodistas.

Según cálculos muy conservadores, la cifra de ciudadanos/as kenianos que trabajan hoy en día en países del golfo Pérsico como Dubai, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos asciende a 100.000 personas, aunque la verdadera cantidad podría ser mucho mayor.

La mayoría de los migrantes kenianos están empleados como trabajadores/as del hogar y son vulnerables ante los malos tratos, la explotación, la violencia, las violaciones e incluso los asesinatos.

Se trata de una situación que Janet (nombre falso) conoce muy bien.
Cuando a esta mujer de 32 años y madre de dos hijos le ofrecieron un puesto bien pagado como trabajadora del hogar en Dubai, no dejó pasar la oportunidad de ganar suficiente dinero para cuidar a su familia.

Se sacó un pasaporte por primera vez en la vida y pagó alrededor de 112 USD (10.000 chelines kenianos) a la agencia para tramitar el visado y otros 44 USD (4.000 chelines kenianos) en concepto de tasas de la agencia.

En un país en el que alrededor del 45% de la población vive con menos de 1,25 USD al día, esta cantidad constituye una pequeña fortuna.
Sin embargo, en lugar de viajar a Dubai, como estipulaba su contrato, le enviaron a la capital saudí de Riad.

En esta ciudad es donde empezó la pesadilla.

 

Esclavitud moderna

Al llegar, un hombre saudí les recibió a ella y a otras 10 jóvenes.

“Nos llevaron a algún lugar, a una casa vieja que parecía en malas condiciones. Allí ya había más o menos otras 20 chicas. Más tarde nos enteraríamos de que muchas de ellas eran nigerianas”, declaró.

Confundida porque estaba en Riad y no en Dubai, preguntó al agente.

“Le pregunté cuándo me llevarían a Dubai, pero el agente se limitó a gritarme y me echó fuera”.

“Más tarde usé mi teléfono móvil para llamar a mi agente en Kenia y preguntarle por qué me habían traído a Arabia Saudita. Me dijo que podía ponerme a trabajar o regresar a casa”.

A la mañana siguiente, Janet se sorprendió cuando vio a varios hombres entrar a la casa. Venían a comprar mujeres.

Con lágrimas en los ojos, nos explica: “Me vendieron por unos cuantos riales saudíes a un hombre que me miró y tocó por todas partes antes de contar los billetes”.

“Me llevaron a una casa y me encerraron sin comida durante tres días en un gallinero.
Después, me empujaron a una ducha al aire libre y me dijeron que me lavara”.

Janet fue obligada a trabajar como empleada del hogar durante largas jornadas laborales y en unas condiciones degradantes y abusivas.

“Me golpeaban y obligaban a trabajar 16 horas al día, a veces más. Algunas cosas que me hicieron no puedo contarlas aquí”.

Un día, cuando sus empleadores estaban fuera de casa, consiguió escapar tras tres meses de lo que solo puede describirse como una situación de esclavitud. A Janet nunca le pagaron.

Finalmente consiguió regresar a casa gracias a una pequeña organización keniana de derechos humanos fundada por el político keniano James Nyoro, que ayuda a repatriar a migrantes en apuros.

Desde entonces, Janet está escondida por miedo a represalias por parte de la agencia keniana de trabajo después de haber recibido amenazas por hablar en público sobre su terrible experiencia.

Por suerte, Janet ha sobrevivido y puede contar su historia. Eunice Wanjiku no tuvo tanta suerte.

 

Torturada hasta la muerte

Como Janet, esta mujer de 38 años y madre de una adolescente salió de Kenia en dirección a Arabia Saudita el 4 de abril de 2012 en busca de una mejor vida.

Durante los tres primeros meses de trabajo, Eunice llamaba con frecuencia a su familia y se quejaba de que su empleador saudí le maltrataba.

Un año más tarde, sus ancianos padres (que aun trabajando a destajo en el centro rural de Kenia apenas ganan lo suficiente para vivir) perdieron el contacto con su querida hija.

A continuación pasaron varios meses de agonía e incertidumbre. Hasta un día en que recibieron una llamada telefónica del Ministerio de Asuntos Exteriores en Nairobi.

“Pensé que por fin mi hija había ganado suficiente dinero y encontrado una forma de enviárnoslo para nuestros gastos y los de su hija adolescente”, explicó a Equal Times su padre, John Chege Kahiga.

Sin embargo, los funcionarios del ministerio les dieron la noticia de que su hija se había “suicidado”, según la versión del empleador saudí.

La familia quedó devastada, pero se mostró escéptica. La teoría del suicidio no encajaba con el carácter extrovertido de su hija ni con sus constantes quejas de que le estaban maltratando.

El hecho de que las autoridades saudíes se resistieran a repatriar el cadáver levantó aún más sospechas.

Tras tres meses de espera, finalmente entregaron el cuerpo de Eunice a su familia; le habían sacado los ojos y tenía moratones por todo el cuerpo.

Según la autopsia, había sido estrangulada y torturada hasta la muerte.

Hasta la fecha, nadie ha sido acusado por este brutal asesinato y la desconsolada familia está desesperada por encontrar respuestas.

“¿Cómo puede haber gente tan cruel? ¿Por qué torturaron y asesinaron a una joven que solo intentaba buscar una vida mejor para ella y su hija?”, pregunta Kahiga mientras llora.

Sin embargo, aunque la muerte de Eunice sea tan impactante, no se trata de un caso aislado.

Cantidad de trabajadores/as del hogar han sido asesinados o lisiados por sus empleadores saudíes.

En 2013, la embajada de Kenia en Riad rescató a más de 800 kenianos que languidecían en prisiones saudíes.

Muchas otras familias no saben nada de sus parientes.

Por tanto, los planes del gobierno de Kenia de aumentar la protección de los trabajadores/as migrantes en los países del golfo Pérsico cuentan con la aprobación de los kenianos/as que ya están hartos de escuchar tragedias como las de Janet y Eunice.

Amina Mohammed, la Secretaria del Gabinete de Asuntos exteriores, explicó a Equal Times que tras revocar las licencias y suspender la contratación de migrantes para trabajar en Oriente Medio, ahora el gobierno está intentando implantar las estructuras adecuadas para educar y documentar a todos sus ciudadanos/as antes de que salgan de Kenia para trabajar en el extranjero.

“Queremos garantizar que ningún keniano de los que emigran a estos países en busca de una mejor vida sea explotado por empleadores deshonestos. Queremos acabar con las lagunas existentes”, concluyó.

Según Aden Duale, el líder de la mayoría en la Asamblea Nacional de Kenia, el parlamento está redactando un documento de políticas que esbozarán las medidas necesarias para proteger a los trabajadores/as migrantes kenianos antes de salir del país y mientras se encuentren en el extranjero.

“Estará listo en noviembre y protegerá a los kenianos y kenianas frente a la explotación y los abusos”, anunció a Equal Times.

Sin embargo, los activistas locales han rechazado estas medidas tildándolas de “parciales”, pues no resultarán muy eficaces para proteger a los trabajadores/as en una región en la que los derechos de los trabajadores/as migrantes son casi inexistentes.

 

El sistema de la kafala

En Oriente Medio, los contratos laborales relacionados con los trabajadores/as migrantes se basan en el antiguo principio beduino de la kafala.

Lo que en su día fue en esencia un código de hospitalidad que animaba a las familias a acoger a los viajeros y a tratarles como a uno de los suyos se ha convertido en el patrocinio de los trabajadores/as migrantes, lo cual otorga a los empleadores un enorme control sobre sus empleados/as.

Entre las prácticas más comunes se encuentran la retención de los salarios, la confiscación de los pasaportes y las largas jornadas laborales en condiciones precarias o de inseguridad.

Los trabajadores/as del hogar, obligados a vivir en la casa de su empleador, son especialmente vulnerables ante los maltratos físicos, la violencia sexual y diversas formas de crueldad psicológica, mientras que la carencia casi total de legislación laboral para los migrantes deja poco margen para el resarcimiento.

Por consiguiente, las organizaciones de derechos humanos y de los trabajadores/as en Kenia se han unido a las numerosas voces de todo el mundo que exigen el fin del sistema de la kafala.

Para ello habría que eliminar el requisito de que los trabajadores/as migrantes tengan que obtener el permiso de su empleador para cambiar de trabajo o salir del país.

Albert Njeru, Secretario General del sindicato Kenya Union of Domestic, Hotel, Educational Institutions, Hospitals, and Allied Workers (Kudheiha), explicó a Equal Times:

“Los países receptores quieren mano de obra barata. No quieren ofrecer unas condiciones laborales decentes y, sobre todo, no quieren aplicar los derechos humanos”.

“Hay que reformar la legislación laboral nacional en los países del golfo Pérsico para garantizar que los trabajadores migrantes gocen de una protección adecuada contra los abusos por parte de los empleadores y el Estado”.

Como los activistas sindicales de todo el mundo, Njeru también quiere que los países del golfo Pérsico ratifiquen inmediatamente varios convenios y pactos internacionales de todo tipo que abarcan desde la protección de los trabajadores/as migrantes hasta la libertad sindical.

Marieke Koning, una responsable política de la Confederación Sindical Internacional (CSI) especializada en trabajadores/as del hogar, declaró: “Ya es hora de que Arabia Saudita muestre una verdadera voluntad política para proteger (tanto jurídicamente como en la práctica) a los trabajadores y trabajadoras más vulnerables de su sociedad, es decir, a los trabajadores y trabajadoras del hogar migrantes”.

Sin embargo, para que la situación realmente cambie, primero hace falta que ambas partes reconozcan el problema.

En una entrevista con Equal Times, el embajador saudí en Kenia, Ghorm Malhan, insistió en que no había ningún motivo de preocupación.

“Arabia Saudita no aplica la política de maltratar a los trabajadores y los casos que se están escuchando son aislados”, declaró Malhan a Equal Times en Nairobi.

“Tenemos a nueve millones de expatriados de todo el mundo trabajando en Arabia Saudita. No hay ningún problema”, insistió.

El gobierno de Kenia no está de acuerdo. Pero con una tasa de desempleo de aproximadamente el 40% y una población de rápido crecimiento, cada vez más jóvenes kenianos estarían dispuestos a viajar a cualquier lugar y a hacer cualquier cosa para ganarse un sueldo, incluso arriesgando sus vidas.