El movimiento sindical vuelve a cobrar fuerza en Georgia

Durante dos días a mediados de noviembre, los sucesos relacionados con los ferrocarriles georgianos mostraron al mundo un movimiento sindical que vuelve a cobrar fuerza en este pequeño país ubicado entre el mar Negro y las montañas del Cáucaso.

Más de 6.000 trabajadores ferroviarios se declararon en huelga cuando la dirección de Ferrocarriles Georgianos se negó a negociar sobre el pago de las horas extra, las bonificaciones y otras prestaciones.

Vitali Giorgadze, presidente del Nuevo Sindicato de los Trabajadores de los Ferrocarriles Georgianos (GRWNTU), explicó a Equal Times: “Llevamos alrededor de un año intentando celebrar negociaciones colectivas con la administración.

En el marco de esta lucha, decidimos utilizar cualquier acción legal que nos permitiera el código laboral para acelerar el proceso”.

Desesperados por lograr un acuerdo, los líderes sindicales no solo presentaron a la dirección de los ferrocarriles la notificación de huelga con 21 días de antelación, como exige la ley, sino que añadieron 10 días más.

El 14 de noviembre de 2013 a las 10 am, el GRWNTU convocó a los trabajadores a la huelga.

Tan solo seis horas después, tras una oleada de solidaridad nacional e internacional, la dirección de Ferrocarriles Georgianos convocó a los sindicatos para iniciar las negociaciones.

Esa misma mañana, a las 3 am, ya se había alcanzado un acuerdo.

Para los sindicatos georgianos fue un momento para el recuerdo, pues llevaban años luchando contra un código laboral represor y algunas de las peores condiciones laborales de Europa.

Sin embargo, Georgia cuenta con una larga tradición de lucha de la clase trabajadora.

 

De la Revolución Rusa a la Revolución de las Rosas

En los años anteriores a 1917, los líderes sindicalistas y socialdemócratas de Georgia destacaron de un modo increíble en el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso y en la Segunda Internacional.

Hasta el triunfo de la Revolución Rusa ese mismo año, Georgia había sido una provincia del imperio del zar.

Sin embargo, durante tres cortos años a partir de 1918, los socialdemócratas georgianos tuvieron la oportunidad de mostrar al mundo una nueva sociedad, más justa y democrática, que contrastaba claramente con el régimen dictatorial que por aquel entonces estaba imponiendo Lenin en Rusia.

Este Estado independiente destacaba por ser una democracia multipartidista y contar con una prensa libre, un poderoso movimiento cooperativo y unos sindicatos fuertes e independientes.

Sin embargo, el experimento georgiano de socialdemocracia finalizó bruscamente a principios de 1921, cuando el Ejército Rojo invadió el país.

Durante 70 largos años, el pueblo georgiano no supo lo que eran unos sindicatos independientes y democráticos.

Se suponía que la desintegración de la Unión Soviética y la independencia de Georgia en 1991 iban a traer consigo una nueva era de libertad. Pero para los georgianos significó el inicio de una era de inestabilidad y dictadura que duró más de una década.

Durante este período, los sindicatos fueron aplastados por primera vez por el presidente Zviad Gamsajurdia, al que se habían atrevido a oponerse.

Un año más tarde, su derrocamiento a manos del antiguo ministro de exteriores soviético Eduard Shevardnadze tampoco mejoró mucho la situación.

Las cosas tan solo empezaron a cambiar tras la ‘Revolución de las Rosas’ en noviembre de 2003 y el ascenso al poder de Mijaíl Saakashvili.

Sin embargo, los cambios tampoco fueron inmediatos.

 

Los años de Saakashvili

De hecho, los años de Saakashvili se caracterizaron por algunas luchas de gran importancia, ya que los sindicatos cada vez tenían que enfrentarse a más empleadores intransigentes y a uno de los códigos laborales más restrictivos de la región.

Como explica Gocha Aleksandria, de la Confederación de Sindicatos Georgianos (GTUC), los trabajadores y trabajadoras georgianos han tenido que soportar: “Unas políticas centradas en la explotación de la fuerza laboral, la falta de instituciones gubernamentales del mercado laboral y un código jurídico que luchaba contra la práctica del diálogo social”.

El ejemplo más famoso fue el de la lucha en la empresa Hercules Steel en 2011, en la que el gobernador y la policía de Kutaisi, una de las mayores ciudades del país, rompieron una huelga con una campaña de represión.

Asimismo, el sector ferroviario sufrió acciones antisindicales.

A principios de 2011, el sindicato de trabajadores ferroviarios intentó convocar un congreso. Los empleadores y sus representantes intentaron frenar esta convocatoria en varios lugares, presionando para evitar que asistieran los delegados.

 “A las empresas contratantes les animaron para que creyeran que gozarían de impunidad si aplicaban malas políticas de empleo”, aseguró el señor Aleksandria.

“Sin embargo, el sindicato ha estado luchando contra estas circunstancias y el sentimiento de solidaridad entre los miembros es alto”.

Aunque al presidente Saakashvili no se le pueda calificar de simpatizante del movimiento sindical y se le considere un promotor de las reformas neoliberales que dificultaron aún más el funcionamiento de los sindicatos en el país, fue durante su mandato que los sindicatos y el gobierno negociaron los cambios en la legislación laboral nacional que finalmente lograron resultados positivos.

La nueva ley laboral, anunciada en verano de 2013, estaba muy lejos de lo que querían los sindicatos.

Era una versión diluida de la que ya habían acordado antes los sindicatos. Dicha versión se debilitó, en parte, debido a la presión ejercida en el país por la Cámara de Comercio de Estados Unidos.

Sin embargo, como reconoció la Confederación Sindical Internacional (CSI), la nueva legislación “otorga cierto nivel de protección frente a la discriminación antisindical, aumenta las vacaciones pagadas para los trabajadores en empleos peligrosos, prohíbe el despido de mujeres embarazadas y aumenta la duración de las disposiciones relacionadas con la discapacidad temporal”.

 

Huelga ferroviaria

Hoy en día se observan indicios de un nuevo vigor entre los sindicalistas georgianos, como la reciente huelga ferroviaria.

Las preocupaciones del GRWNTU (la horas extras pagadas, el aumento de los salarios y el sistema de bonificaciones basado en la experiencia, así como la reaplicación del sistema de remuneración de 13 meses) son conocidas entre los trabajadores y trabajadoras de numerosos países.

El sindicato convocó una huelga nacional que se iniciaría el jueves 14 de noviembre de 2013.

La empresa ferroviaria hizo todo lo que pudo para romperla y evitar su propagación.

Aunque en la capital, Tiflis, la huelga era sólida, en Georgia occidental encontró una fuerte resistencia por parte del empleador.

Era imposible contactar con algunos líderes sindicales clave y en informes que recuerdan a los intentos por frenar el congreso de los trabajadores ferroviarios en 2011 afirman que les amenazaron.

La GTUC presentó una petición de ayuda y obtuvo una respuesta rápida de la CSI.

En una enérgica declaración dirigida a las autoridades georgianas, la Secretaria General de la CSI, Sharan Burrow, expresó su profunda preocupación “con respecto a la presión ejercida y las difamaciones vertidas por la dirección antes de la huelga y durante la misma”.

“En lugar de negociar, la dirección interfirió en los asuntos internos del sindicato y, en concreto, en su derecho de reunión.

Cuando la noticia de la huelga se hizo pública, la dirección empezó a amenazar a los trabajadores con represalias si participaban en la huelga.

Para confundir a la opinión pública, la dirección de Ferrocarriles Georgianos también intentó difamar al sindicato ferroviario y a la GTUC hablando de chantajes y sabotajes y acusando a los líderes de la GTUC de haberlos planeado y organizado”.

Sin embargo, los esfuerzos del empleador por romper la huelga solo consiguieron reforzarla.

En el lapso de unas pocas horas, la GTUC emitió un comunicado en el que explicaba: “Tras seis horas de negociaciones, se ha logrado un consenso en relación con los tres asuntos planteados por el Nuevo Sindicato de los Trabajadores de los Ferrocarriles Georgianos”.

“La lucha justa de los trabajadores ferroviarios ha tenido éxito y el resultado responde a sus intereses.

Los Ferrocarriles Georgianos ya han reanudado sus actividades de un modo habitual”.

Aunque sea dulce, esta victoria es solo el principio para el movimiento de los trabajadores/as en Georgia.

Los sindicatos tendrán que sacar el máximo partido a la nueva legislación laboral para organizar a muchos miles de trabajadores más e invertir la tendencia decreciente de la tasa de afiliación sindical, tan común desde hace años.

Asimismo, tendrán que mejorar la legislación laboral y conseguir una que cumpla totalmente con los convenios fundamentales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

Para lograrlo, no será suficiente con organizar de vez en cuando una huelga que logre sus objetivos.

Como sus predecesores de hace un siglo, los sindicatos georgianos del siglo XXI tendrán que implicarse mucho más a nivel político para enfrentarse a la agenda neoliberal en su país.