A los productores lecheros australianos les sobran razones para desesperar

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Dos días y una noche fue el plazo que Kylie y Phillip Smith se tomaron para decidir cuáles de sus vacas lecheras serían enviadas al matadero. Al confesar esta decisión, evitan mirar por la ventana a los animales que pacen en su dehesa de Ardmona, cerca de Shepparton, en el sureste de Australia.

Esta zona del estado de Victoria es uno de los graneros de Australia, ya que proporciona alrededor de un cuarto de la producción agrícola del país, no solamente de leche, sino también de cereales, verduras y frutas.

Tras Australia Meridional y Nueva Gales del Sur, le ha llegado el turno a Victoria de verse afectada por una sequía que se inició en 2012 y que no ha dejado de empeorar entre 2014 y el primer semestre de 2016, privando a los agricultores de importantes ingresos.

La sequía obligó a los Smith a comprar, concretamente, más agua para su ganado, transportada en camiones cisterna.

“Ya van 90.000 dólares (68.600 USD) este año. ¡Ya no pagamos la electricidad! También estamos negociando con nuestro banco y proveedores de cereales para que tengan paciencia. Es muy difícil. Nos queda la esperanza, es la riqueza de los agricultores”.

El producto de la venta de 30 de sus 150 cabezas dejará a la familia 12.000 dólares australianos (9.200 USD), lo que cubrirá la compra de un mes de forraje, no más.

Sin embargo, como si las condiciones climáticas no bastaran, la caída de los precios de la leche en Australia por debajo del costo de producción ha terminado por dar la puntilla a los productores.

El 1 de julio, el precio de la leche descendió de 44 a 36 centavos de dólar por litro, cuando se requerirían 60 centavos por litro para asegurar la viabilidad de la explotación.

“De un día a otro perdimos 60.000 dólares –australianos– (45.000 USD) de ingresos anuales”, suspira Kylie mientras da el biberón a Jacob, su bebé de 4 meses. La familia ahora se ha visto obligada a recurrir a paquetes de ayuda alimentaria.

Philip, representante de la cuarta generación de agricultores, conoce las vicisitudes relacionadas con el clima y los tiempos difíciles vinculados a los precios de mercado, pero comenta: “Esta vez es peor que todo lo que mi familia ha tenido que pasar”.

 

Una ayuda gubernamental relativa

En mayo de 2016, durante la campaña electoral, la Coalición de derecha, a la que pertenece al primer ministro Malcolm Turnbull, prometió un fondo de 500 millones de dólares australianos (385 millones de USD) en forma de préstamos a una tasa favorable del 2,66 % para ayudar a los productores.

Después de su victoria en julio, el Gobierno liberó esta partida, pero sin mucho éxito.

“Los criterios de concesión son opacos, los trámites administrativos son disuasorios. Quieren desanimarnos”, se indigna Alex Robertson, un agricultor que ha creado con algunos amigos la página Farmer Power en Facebook.

Barnaby Joyce, Ministro de Agricultura, no da a conocer ninguna cifra sobre el número de expedientes o de explotaciones que han recibido ayudas. Anunció un simposio con los socios para finales de agosto en Melbourne “para discutir soluciones”, precisa Kate Barwick, portavoz del ministro.

Con una cifra exacta de 4.127 explotaciones de las 6.128 con las que cuenta todo el país, Victoria es, con mucho, el estado australiano con el mayor número de productores de leche.

“El número de productores ha pasado de 14.000 en el año 2000, a 6.128 actualmente, y la mitad posee pequeñas explotaciones de aproximadamente 200 cabezas”, explica Bill Malcolm, economista del ámbito agrario y profesor de la Universidad de Melbourne.

Por su parte, tampoco cree en la eficacia de un fondo de crédito para los pequeños productores. “Las existencias disponibles en el mercado internacional, procedentes de las economías emergentes, someten a dura prueba nuestra competitividad en el mercado de la exportación. La crisis de la que estamos hablando actualmente es el resultado de la nefasta gestión de las empresas de productos lácteos, que no se han adaptado a las condiciones del mercado internacional y ajustado sus precios antes”.

Sin embargo, el sector lácteo es una de las puntas de lanza de la industria agrícola australiana. Ocupa el tercer lugar de la producción agrícola después del trigo y la carne de vaca, con una producción anual de 9.700 millones de litros, los cuales representan 13.000 millones de dólares (10.000 millones de USD).

Con el aumento de la población, el consumo interno de los productos lácteos también ha crecido ligeramente. Se exporta solamente el 30% de la leche producida, según Dairy Australia, un organismo financiado por el Gobierno y los productores

Las empresas que compran y transforman la leche se basan en esta cifra para justificar la bajada de los precios, afirmando que se debe a la situación difícil de las ventas en el extranjero y al precio de la leche en el mercado internacional.

Los productores no están de acuerdo con este punto de vista, ya que sostienen que las exportaciones y, por tanto, la dependencia del mercado internacional, no son tan importantes. Afirman que el cálculo no ha tenido particularmente en cuenta el consumo interno de leche aromatizada.

El Gobierno ha indicado que no va a intervenir. Richard Meredith, portavoz de Dairy Australia, se defiende: “Es el libre mercado. No somos una organización benéfica. Ofrecemos servicios de consultoría en gestión y divulgamos los resultados de la investigación, es todo”.

“¡Dairy Australia come de los agricultores y los deja caer!” reacciona Brian Egan, fundador de Aussie helpers.

Esta asociación caritativa responde a la desesperación de la familia Smith, y cientos de familias más, proporcionándoles ayuda material de emergencia: forraje, paquetes de comida y algo de dinero. “Somos los únicos en brindarles apoyo y dependemos solamente de donaciones privadas y del voluntariado”.

Este antiguo agricultor continúa con un análisis: “Yo no creo que exista una sobreproducción de productos lácteos, sino que las grandes cooperativas se mostraron demasiado ambiciosas e hicieron muchas promesas. Los agricultores soportan ahora el peso de las deudas contraídas con las empresas de productos lácteos que les han impuesto la bajada del precio por litro con carácter retroactivo. Muchos están atados de pies y manos y apenas pueden protestar”.

“Encima, el mayor enemigo del agricultor australiano es su orgullo. No sabe defender sus derechos”.

 

Este artículo ha sido traducido del francés.