“Burnout”: la otra cara del culto al rendimiento y la eficacia

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Hace seis años, todo le sonreía a Laurence Vanhée. Un empleo estupendo, una meteórica carrera en la empresa, responsabilidades... Se entregó de lleno a su carrera, alentada por la dirección de su empresa, que valorizaba el éxito y la productividad.

Pero un día su cuerpo no respondió más.

“Me encontré totalmente inmovilizada en casa”, cuenta en una entrevista con Equal Times. “A pesar de lo difícil que me resultaba admitirlo, fue preciso rendirme a la evidencia. No había escuchado las señales que me había enviado mi cuerpo durante varios meses: padecía agotamiento profesional.”

Así comenzó un largo período de cuestionamiento. Un período que concluirá con su despido y el inicio de una nueva vida en la que adoptó como faro a la felicidad y a las diferentes maneras de crearla en el mundo del trabajo. Ya que lo menos que puede decirse en este sentido es que se necesitan.

En efecto, cada año miles de personas son víctimas de esta extraña enfermedad conocida con el nombre de síndrome de agotamiento profesional o “burnout”.

Un síndrome que no se reivindica como enfermedad, ya que no es reconocida como tal por las autoridades médicas, pero que afecta a todas las categorías profesionales y a todas las ocupaciones.

Según las estimaciones, casi uno de cada diez trabajadores o trabajadoras está amenazado por el agotamiento profesional o “burnout”. En algunas profesiones, el porcentaje de personas afectadas puede llegar a alcanzar el 40%.

Un fenómeno cada vez más frecuente, un síntoma de nuestra sociedad abocada al rendimiento y la eficacia.

“A menudo, son las personas más entregadas a su trabajo las que se ven afectadas por el agotamiento profesional”, afirma el Dr. Patrick Meesters, director del EIIRBO (Instituto Europeo de Intervención e Investigación sobre el Burn-Out) en Bruselas. “El ‘burnout’ priva a las empresas de sus mejores elementos. Lo cual no es nada sorprendente.”

Los síntomas de agotamiento son similares a los de la depresión. Un agotamiento físico y emocional, un comportamiento agresivo con su entorno. Y sobre todo, la incapacidad para recuperarse. Sin embargo, su especificidad es que todos estos síntomas son generados en realidad por el lugar de trabajo. Un universo que ha evolucionado mucho en las últimas décadas, al grado de propiciar el agotamiento personal.

“Son varios los factores que pueden causar el agotamiento”, asegura el Dr. Meesters. “Está, naturalmente, una sobrecarga de trabajo y el desequilibrio entre vida profesional y vida privada. Sin embargo, muchas personas también se quejan de la pérdida del sentido de su trabajo y de la falta de reconocimiento de sus superiores y compañeros. La persona se siente cada vez más aislada en sus tareas, lo que favorece una sensación de sobrecarga y pérdida de control.”

Por tanto, la organización del entorno laboral sería un factor importante para el desarrollo del “burnout”. Un entorno cada vez más deshumanizado, vertiginoso e intrusivo en la vida privada.

Sin embargo, la actitud del trabajador o de la trabajadora frente a su carrera profesional juega un papel bastante importante. “Hoy día vivimos en una cultura del rendimiento”, explica el Dr. Alexis Burger, psiquiatra en Lausanne y especialista del “burnout”. “Hay que ser eficiente en todo: en la vida de familia, el sexo, el trabajo, lo que genera enormes expectativas. Se establecen objetivos de carrera muy exigentes para desarrollarse plenamente a través del trabajo. Y la persona se agota tratando de alcanzarlos.”

 

Sensibilización por parte de las empresas

Mientras que el fenómeno del “burnout” está poco presente en los países en desarrollo, en los denominados países “occidentales”, se dispara.

Una realidad que algunas empresas están empezando a tener en cuenta. En EE.UU., sociedades como Netflix e IBM han establecido incluso sistemas de licencias y vacaciones más flexibles para proteger a sus trabajadores contra el agotamiento profesional.

Otras empresas, sin embargo aún tienden a considerar el “burnout” como un problema de debilidad personal del trabajador.

Antes de verse afectada personalmente por el síndrome, Laurence Vanhée trabajaba como directora de Recursos Humanos. Sin embargo, cuando se reincorporó al mundo del trabajo, esta vez en un ministerio federal belga, optó por cambiar el título de su cargo. “Me convertí en ‘Directora de Felicidad’”, explica. “No era un mero juego de palabras, realmente significaba que tenía la intención de permitir que las personas fueran felices en su trabajo.”

Según ella, la felicidad en el trabajo requiere esencialmente una mayor libertad individual.

“Hemos introducido una mayor flexibilidad en los horarios para permitir que los trabajadores empiecen a trabajar antes o después, dependiendo de sus necesidades familiares.”

Mayor flexibilidad en cuanto al lugar de trabajo, y también favoreciendo trabajar desde casa.

Y, por último, una reflexión sobre la gestión de los equipos, con un cambio de mentalidad en relación con los objetivos y la finalidad del trabajo.

“Yo creo que la felicidad no es solamente un fin que pueda alcanzarse”, afirma. “La felicidad es el camino que se recorre. En el trabajo, puede plasmarse en la satisfacción que se experimenta en la vida de todos los días y no por los proyectos previstos para el futuro.

“El comerciante debe encontrar placer en la satisfacción del cliente. El funcionario debe encontrar la felicidad en la satisfacción del ciudadano. Los líderes pueden tener que olvidarse un poco de su ego, pero al final es por el bien de todo el equipo.”

Y las medidas de la “Directora de la Felicidad” han dado fruto.

En cinco años, el absentismo disminuyó en su ministerio un 20% y las renuncias han disminuido un 75%.

En cuanto a las solicitudes de empleo espontáneas, ¡han aumentado un 500%!

Otras administraciones públicas belgas podrían seguir a partir de ahora este ejemplo contra el agotamiento profesional en sus equipos de trabajo.

Sin embargo, esta labor está lejos de terminarse, ya que el agotamiento profesional es un fenómeno en constante progresión. Y en un mundo que no deja de acelerarse, quizás sea uno de los síntomas más visibles de un malestar más profundo que existe en el seno de la sociedad.

Este artículo ha sido traducido del francés.