Chocolate y trabajo infantil: el fin de la amarga cosecha

 

La industria chocolatera es quizá la que más hace de todas las industrias en las que existen cuestiones parecidas de trabajo infantil y esclavitud en sus cadenas de abastecimiento.

Ciertamente, si se comparan con los insignificantes esfuerzos que llevan a cabo los minoristas de ropa para acabar con la esclavitud de niñas y mujeres jóvenes en sus cadenas de abastecimiento en India, los fabricantes de chocolate constituyen un modelo de responsabilidad social corporativa.

Aún así, todavía queda mucho por hacer.

 

[caption id="attachment_6439" align="alignnone" width="530"] Costa de Marfil es el mayor productor de cacao del mundo, pero como sus vecinos Malí y Burkina Faso, sigue sufriendo la lacra del trabajo y la esclavitud infantiles (Fotografía de la AP /Rebecca Blackwell). 

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La sensibilización sobre el asunto del tráfico de menores en el sector del cacao surgió hace más o menos una década tras publicarse un excelente reportaje periodístico de investigación en el que se informaba sobre los numerosos casos de esclavitud infantil en las plantaciones de cacao de África Occidental.

Un estudio realizado por la organización Anti-Slavery International en el 2010 confirmó que el tráfico de menores (es decir, el traslado de niños para realizar trabajos forzosos), procedentes sobre todo de Burkina Faso, Malí y Costa de Marfil, sigue siendo común, aunque en la última década quizá se haya reducido la cifra total de víctimas.

La esclavitud infantil en la industria del cacao no se da aisladamente.

Se suele dar porque en toda la región existen altos niveles de pobreza, muy poco respeto por los derechos del niño, un Estado de derecho fragmentado y una corrupción generalizada.

En estas circunstancias, el trabajo infantil (en el que los agricultores utilizan a sus propios hijos menores para realizar trabajos peligrosos que no responden al interés superior del niño y pueden fomentar el abandono escolar) es un hecho casi rutinario.

Dichas prácticas pueden evolucionar hacia un tráfico de menores con el fin de realizar trabajos forzosos. Normalmente, se trafica con niños para que trabajen en el sector agrícola y con niñas para que sean trabajadoras del hogar y, en ocasiones, para la industria del sexo.

En las plantaciones de cacao, los niños ‘se importan’ cuando acaban de entrar en la pubertad o incluso más jóvenes y les explotan despiadadamente hasta que salen de la adolescencia, pues entonces son demasiado grandes, literalmente, como para que les intimiden tan fácilmente.

Cuando esto ocurre, les envían de vuelta a casa, si tienen suerte con el precio del billete del autobús a su localidad de origen.

Cuando les preguntamos que por qué buscaron trabajo en Costa de Marfil, las respuestas de los antiguos esclavos infantiles fueron trágicas y banales al mismo tiempo: los traficantes les habían prometido un trabajo fácil allí con un buen sueldo, lo suficiente como para poder permitirse una bicicleta al volver a casa.

Aunque la producción de cacao genera algunos beneficios económicos inmediatos en África Occidental, el uso del trabajo y la esclavitud infantiles en este sector y en todo el sector agrícola contribuye al empobrecimiento a largo plazo de esta región, ya que priva a los niños de la oportunidad de educarse y, por tanto, de luchar para alcanzar su máximo potencial en la vida adulta.

 

 

Soluciones

Mucha gente de a pie opina que las chocolateras y otras empresas que compran materias primas en África Occidental deberían “solucionar” el problema de algún modo.

Esto conllevaría varias dificultades: el fin de la esclavitud y el trabajo infantil son asuntos sociales y políticos que transcienden con mucho las competencias básicas de la mayor parte de las empresas, las cuales se centran en la tarea económica y relativamente sencilla de obtener ganancias.

En términos simples, la mayor parte de las empresas no saben por dónde empezar cuando se trata de abordar el asunto de las violaciones de los derechos humanos en sus cadenas de abastecimiento.

Por tanto, muchas ignoran el problema, de manera imperdonable, hasta que algunos factores externos les obligan a abordarlo.

Una solución que se suele ofrecer para esta problemática es que las empresas deberían simplemente garantizar que todo el cacao ha sido certificado por organizaciones como Fairtrade o la Rainforest Alliance.

Las certificaciones de este tipo de organizaciones intentan garantizar que a los productores de las materias primas se les pague un precio justo y, en cierta medida, incluso pueden fomentar unas mejores prácticas agrícolas.

Aunque la idea en sí es buena, no implica necesariamente que la aplicación de esta medida de justicia económica y la introducción de mejores conocimientos técnicos en la cadena de abastecimiento traigan consigo automáticamente el tipo de justicia social necesario para eliminar las causas del tráfico de menores y la esclavitud infantil.

De hecho, en el 2010 el famoso programa de actualidad Panorama de la BBC informó sobre el hecho de que se habían encontrado casos de esclavitud infantil en las cooperativas de cacao de Fairtrade en África Occidental.

Sin duda, es necesario adoptar un enfoque más consciente de los derechos humanos y de los derechos del niño para eliminar los sistemas de esclavitud, en lugar de asumir de un modo simplista que si se ofrece un poco más de dinero a los que ya abusan de los niños, estos pondrán fin a dichas prácticas.

Actualmente, Anti-Slavery International está trabajando junto a otras organizaciones internacionales con la empresa chocolatera Mondelez International, como parte de la iniciativa Cocoa Life que acaban de anunciar y que tiene como objetivo intentar adoptar el enfoque anteriormente mencionado.

Estamos trabajando para desarrollar políticas que orienten a todos los implicados en la cadena de abastecimiento en la identificación activa de niños víctimas del tráfico y la esclavitud, así como para establecer sistemas de protección infantil con el objetivo de sacarles de las situaciones dañinas y ayudarles a reconstruir su infancia.

Además, trabajamos para desarrollar programas que eliminen las causas del trabajo infantil de una vez por todas.

Creo que solo si se establecen relaciones creíbles de colaboración entre el Gobierno, el sector privado y el sector sin ánimo de lucro se podrán reunir suficientes conocimientos como para empezar a tratar debidamente las diversas violaciones de los derechos humanos presentes en las diferentes cadenas de abastecimiento de las empresas.

Forzosamente, dichas colaboraciones serán difíciles, ya que implicarán a organizaciones de culturas muy diversas.

Pero con el tiempo y mucho trabajo duro, de dicha diversidad puede surgir la fuerza que permita la aparición de nuevos modos de pensar y el desarrollo de nuevos modelos para hacer negocios, lo cual podría contribuir a la sostenibilidad de los modelos empresariales, así como al bien común a largo plazo de los individuos, comunidades y países.

La alternativa es seguir haciendo negocios como siempre.

El coste de dicho enfoque se calcula con las vidas destrozadas de miles de niños víctimas de la esclavitud o el trabajo extenuante. Huelga decir que este precio no es aceptable.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.