Contaminación en China: cielos apocalípticos y malestar social

Contaminación en China: cielos apocalípticos y malestar social

Un día “azul APEC” es un neologismo que resume la resignación y la indignación del ciudadano medio, y que, mezcladas con el afilado humor chino, apareció durante una cumbre de la APEC en 2014 en la que se lograron unos cielos espectaculares y los mejores índices posibles de calidad del aire gracias a la paralización de Pekín durante días. El resto del tiempo, toca gris polución.

(José A. Díaz)

Un día despejado en las grandes ciudades del gigante asiático, con cielos azules y nubes blancas, en el que se pueden ver con claridad los edificios cercanos tiene nombre en China: es un día azul APEC.

Los habitantes de las mega ciudades chinas, acostumbrados a cielos grises, neblinas constantes y contornos difuminados, bautizaron así hace ya unos años la anomalía de tener un buen día sin niveles críticos de contaminación.

La sociedad china ha pasado décadas soportando con resignación el deterioro de su medio ambiente, como dramático peaje en el camino a su impresionante desarrollo económico. Ahora, convertida en la segunda economía mundial, la primera exportadora, y con una clase media cada vez más amplia y acomodada, la preocupación por los efectos de la contaminación ha crecido hasta ser uno de los problemas primordiales para la opinión pública del país.

Diferentes estudios calculan que cientos de miles de muertes en el país asiático están ligadas a la contaminación, hasta poder ser responsable de una media de 1,6 millones de muertes al año, según un estudio estadístico de la organización Berkeley Earth (a partir de datos que señalan que, en el período de estudio, el 92% de la población china sufrió más de 120 horas de aire dañino para la salud, y el 38% sufrió concentraciones de polución medias perjudiciales para la salud).

Muertes prematuras ligadas a la contaminación

Otro estudio, en este caso de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), publicado en junio, calcula que las muertes prematuras ligadas a la polución en el país asiático serán tres veces más en 2060 que en 2010.

“Cuando hablamos de contaminación en China, hay que comprender que es muy diferente de la que se puede experimentar hoy en día, por ejemplo, en las grandes ciudades europeas, como Londres o París”, explicó a Equal Times el experto en polución ambiental Louie Cheng, presidente y fundador en 2010, en Shanghai, de la consultora PureLiving, especializada en el diseño de sistemas de monitorización y limpieza del aire en interiores, un sector cuya demanda se ha disparado en el país a medida que ha aumentado la alarma social ante el problema.

Las partículas en suspensión por metro cúbico PM2,5 son las más dañinas por su pequeño tamaño, que permite una penetración más profunda en el sistema respiratorio, y pueden causar cardiopatías, neumopatías y cáncer de pulmón. “Son generadas y emitidas al aire normalmente por la combustión de otros elementos, y en China la mayor parte procede de la quema de carbón de las centrales térmicas”, señala Cheng, “aunque a eso se suma la industria pesada, como la siderurgia y las fábricas de cemento, que requieren mucha energía y son grandes generadoras de emisiones contaminantes”, así como el efecto de los millones de vehículos que hay en todas las ciudades chinas.

Las partículas PM2,5 entran en la sangre y provocan enseguida aumentos de la presión circulatoria y a menudo problemas respiratorios e incluso ataques asmáticos, mientras debilitan el sistema inmunológico sometiéndolo a un “estrés permanente”, con una “reacción casi alérgica” continua que supone una verdadera guerra de desgaste para el organismo.

“Me da miedo la contaminación, es imposible no estar preocupada por un problema tan importante, sobre todo cuando se tienen niños pequeños”, confesó a Equal Times una joven shanghainesa, apellidada Hu, madre de una niña de tres años.

“Mi hija tiene una genética muy fuerte, como yo, y lo resistimos bastante bien, pero entre sus amigas del colegio hay muchas que se pasan el día tosiendo, se ve que son más débiles y les afecta más. Yo sé que a largo plazo es un problema grave para la salud, y claro que me preocupa. Entre mis compañeros de trabajo también veo lo mismo, es bastante habitual que algunos se pongan a toser con frecuencia, y uno de los que más lo hace se queja siempre de que siente como alergias, con la piel reseca e irritada. Y a mí misma, cuando la contaminación está fuerte, me duele la cabeza, a lo mejor no me da tos, pero sí que me siento siempre cansada”, explicó.

El peligro invisible

Según un informe basado en datos oficiales chinos de 2015 analizados por la ONG Greenpeace, la concentración de partículas en suspensión por metro cúbico PM2,5 cayó en 2015 una media del 10,3% respecto al año anterior en 189 ciudades chinas. También lo hizo en la mayoría de las provincias. Aun así, todas ellas presentaron concentraciones por encima de la media anual de 10 μg/m3 recomendada por la OMS y, en los peores casos, superaron los 80 μg/m3. Solo seis provincias de 31 cumplieron el estándar nacional de 35 μg/m3.

El punto de inflexión social se produjo en Pekín, donde, a pesar de la reducción de la concentración anual de partículas, se emitieron dos alertas rojas por contaminación en diciembre del 2015 según las ya de por sí laxas escalas de medición chinas, que llevaron a medidas excepcionales para reducir los niveles de contaminación, casi siete veces por encima del máximo recomendado por la OMS en el límite de 24 horas.

Es en esos momentos de emergencia las redes sociales hierven en contra de las autoridades, en parte por su incapacidad para evitar las crisis puntuales, pero también por sus tibias medidas para solucionar un problema de salud pública de primer orden.

El Gobierno chino se ve en la disyuntiva de mantener su crecimiento, fundamental para asegurar el equilibrio social, o tomar medidas urgentes para paliar el problema antes de que la tensión que genera se les vaya de las manos.

Las ligeras mejoras de los últimos años parecen bien encaminadas, pero el problema sigue siendo muy preocupante y está lejos de ser resuelto, como resumió un portavoz de Greenpeace en China consultado por Equal Times. Las autoridades parecen haber empezado a afrontar el problema atacando los principales emisores de contaminación (la quema de carbón y la industria pesada, que Pekín trata de alejar de los centros urbanos y sustituir por energías alternativas, con una modernización y depuración de su tejido industrial y un giro de su economía hacia la tecnología y los servicios). Sin embargo, el verdadero impulsor de los cambios parece estar en la actitud de la población.

“La gente cada vez es más consciente de los problemas de salud que supone la contaminación, y hasta que eso no se asumió fue muy difícil mejorar”, explica Cheng, que compara la situación china con la de la India, donde la sensibilización social ante este problema, igualmente drástico en ese otro gigante asiático, es aún mucho menor que en la República Popular.

“Este es un problema en el que piensa la mayoría de la gente”, aseguró a Equal Times Hao Lizhao, responsable comercial de una empresa tecnológica. “Las aguas residuales, los gases y humos provocados por la combustión, pueden ser peligrosos, pero creo que pueden tomarse medidas. Hay medidas y soluciones, pero tienes que ver si estás o no dispuesto a tomarlas. Creo que una sola persona no puede hacerlo, debemos ser todos, y si lo hacemos, aún podremos estar bien”, añadió.

El país más contaminante del mundo ya incluyó en 2014 la lucha contra la contaminación en su lista de prioridades, aunque en sus compromisos internacionales siempre ha defendido la responsabilidad histórica de las naciones en la contaminación del planeta, amparado en el corto recorrido de su historia como país contaminante (desde los ochenta).

Sin embargo, el pasado diciembre se comprometió por primera vez en la Cumbre del Clima de París a reducir sus emisiones de dióxido de carbono por unidad de PIB para 2030 entre un 60% y un 65% respecto a los niveles de 2005. A mediados del año pasado, ya era un 33,8% menor que en 2005, según el Departamento de Cambio Climático de la Comisión de Reforma y Desarrollo de China (el principal organismo de planificación económica del país).

Además, en su plan económico para el quinquenio 2016-2020, aprobado en marzo, esta comisión estatal se marcó el objetivo de reducir las emisiones de dióxido de carbono en un 18%.

Indignación social y millonarios haciendo las maletas

Mientras tanto, su postura ante el problema depende de las circunstancias, desde tratar el problema abiertamente en los medios estatales hasta la censura de documentos incómodos.

Hace poco más de un año, la famosa presentadora de televisión Chai Jing publicó en Internet un documental sobre la contaminación basado en una investigación personal de varios años. Aunque en un principio recibió una buena respuesta por parte de las autoridades, el vídeo se hizo más y más incómodo según iba sumando visitas en Youku, el portal de vídeo más popular del país. Unos días después, cuando ya pasaba de los 150 millones de visionados, el Gobierno dio orden de bloquear el vídeo y prohibir las informaciones sobre Chai y su trabajo.

La indignación crece entre la población urbana, al tiempo que un pequeño grupo se puede permitir el lujo de tomar decisiones drásticas. Según el Libro blanco de inversión y emigración de China 2015, elaborado por la revista económica Hurun, las principales razones para emigrar a otro país de los millonarios chinos son la calidad de la educación para sus hijos (22%), el medio ambiente (20%) y la seguridad alimentaria (18%, otra de las grandes preocupaciones de la población china).

Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y Australia son sus destinos favoritos, seguidos de cerca por Singapur y Alemania. Incluso Jack Ma, uno de los más carismáticos empresarios de China y dueño del gigante de comercio electrónico Alibaba, tuvo que desmentir los rumores de que emigraría a Hong Kong hace un par de años.

Una joven empleada de una multinacional del sector bancario en Shanghai, que prefirió no dar su nombre, aseguró que no descarta que la contaminación sea un factor determinante para emigrar en un futuro. “Me gusta cuidarme bien, hacer ejercicio y llevar una vida saludable, pero cuando la contaminación (de PM 2,5) está a más de 150 puntos (en una escala china de 500, que en Shanghai llegó a romperse hasta más de 700 en invierno de 2013), me pongo siempre una mascarilla e intento salir a la calle lo menos posible”.

Según la encuesta Report Chinese Luxury Consumer Survey de Hurun, a finales de 2014, el 64% de los millonarios chinos habían emigrado o estaban en trámites para hacerlo. El resto de la población china, tendrá que seguir esperando a que mejore la situación y disfrutando de los pocos días azul APEC, neologismo que recoge la resignación y la indignación del ciudadano medio, y que, mezcladas con el afilado humor chino, apareció durante una cumbre de líderes mundiales del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en 2014 en la que se lograron unos cielos espectaculares y los mejores índices posibles de calidad del aire gracias a la paralización de Pekín durante días.

Las fábricas dejaron de producir, se dio vacaciones a los habitantes de la capital y ni siquiera hubo clases en los colegios, para evitar el tráfico. Una vez que los líderes mundiales se hubieron marchado, la actividad y la capa de contaminación volvió a eclipsar Pekín. No era la primera vez que ocurría. Es habitual “limpiar” la capital para los grandes acontecimientos, como la celebración del Día Nacional o visitas internacionales. El resto del tiempo, toca gris polución.