Economía de cuidados: una alternativa justa a la austeridad

Un nuevo informe realizado por el Women’s Budget Group del Reino Unido para la Confederación Sindical Internacional (CSI) muestra que una inversión sostenida de fondos públicos en cuidados infantiles y servicios para los mayores merece la pena y resulta más eficaz para reducir el déficit público y la deuda que las políticas de austeridad.

Fomentaría el empleo, los ingresos y el crecimiento económico, además de contribuir a la igualdad de género.

El informe también indica que invirtiendo en la economía de cuidados el 2% del PIB, podrían crearse hasta 1 millón de puestos de trabajo en Italia, 1,5 millones en el Reino Unido, 2 millones en Alemania y 13 millones en los Estados Unidos.

Pese a años de austeridad, severos recortes en los servicios del sector público y el declive del nivel de vida para los trabajadores y trabajadoras, las perspectivas de crecimiento económico no han hecho sino empeorar en las principales economías.

La receta para la recuperación basándose en la ‘expansión cuantitativa’ –ampliando la cantidad de dinero disponible para los inversores– y en recortes del gasto público no ha conseguido estimular la economía, tal como economistas feministas y de izquierdas habían predicho. Este fracaso ha sido reconocido incluso por las instituciones internacionales.

En el informe Perspectivas Económicas Interinas para 2016, Catherine Mann, economista jefe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) defiende un “un mayor uso de políticas fiscales (gasto público) y estructurales favorables al crecimiento”, teniendo en cuenta que los Gobiernos pueden solicitar préstamos por largos períodos y a muy bajo interés sin perjudicar las finanzas públicas.

Así pues, la OCDE afirma que los Gobiernos deberían subsanar la falta de demanda invirtiendo directamente en la economía; esta es la misma receta que John Maynard Keynes propuso en respuesta a la Gran Depresión en la década de 1930.

La inversión pública no sólo crea puestos de trabajo directamente en las actividades donde se realice la inversión (por ejemplo, la construcción de viviendas), sino que además genera efectos indirectos o ‘multiplicadores’ en otros sectores a medida que se creen empleos en las industrias que suministran las materias primas necesarias y los servicios para la inversión inicial.

Además, el aumento del empleo generado por estos trabajos llevará a un incremento de la renta familiar, incrementando así la demanda en relación con todos los bienes y servicios que forman parte del consumo en los hogares, como alimentos, ropa, vivienda, servicios de cuidados y entretenimiento.

De este modo, la inversión pública incrementará la demanda global, contribuyendo a sacar a las economías de la recesión y creando empleo para los trabajadores y trabajadoras. En resumen, mejorando el bienestar general.

La ventaja de esta estrategia es que, con el tiempo, la inversión inicial se amortiza, al generar beneficios mucho más importantes para la sociedad en relación con la suma invertida y por tanto se justifica el aumento del déficit inicial.

La cuestión clave entonces es ¿dónde debería realizarse esta inversión?

 

Infraestructura social

Generalmente se entiende por ‘infraestructura’ la infraestructura física, como carreteras, puentes o telecomunicaciones, que resultan durables y generan beneficios que se acumulan con el tiempo.

No obstante, la inversión en el sector de cuidados también reporta beneficios a la economía y a la sociedad con vistas al futuro, en forma de una mejor educación y una población más sana y mejor cuidada. Motivo por el que esta forma de gasto se denomina inversión en ‘infraestructura social’.

Sin embargo, esta forma de gasto en pocas ocasiones se considera una forma indicada de inversión cuando los responsables políticos buscan formas eficaces para generar empleo en épocas de recesión.

De hecho, normalmente ha ocurrido lo contrario y muchos países han reducido el gasto público en educación, sanidad, cuidado infantil y servicios asistenciales como parte de sus estrategias de reducción del déficit.

Pese a la evidente necesidad de invertir en infraestructura física, el hecho de descuidar los proyectos de infraestructura social refleja prejuicios de género en el planteamiento económico y puede derivar de la división del trabajo y la segregación en el empleo en función del sexo, ya que las mujeres están excesivamente representadas en el trabajo asistencial y los hombres en la construcción.

A menudo se considera el empleo masculino un problema más urgente, ya que se asume que los hombres son el sostén de la familia, a pesar de que cada vez más frecuentemente los hogares de dos o más personas dependen de más un sueldo.

 

Este estudio demuestra que esos prejuicios están injustificados

En base a una inversión similar en las industrias de la construcción y de cuidados, aunque en ambos casos se generaría más empleo y crecimiento, invertir en el sector de cuidados crearía más puestos de trabajo (incluso con una medida equivalente a una persona a tiempo completo). A lo que se añade el hecho de que una mayor proporción de dichos puestos serían para mujeres.

Los resultados son equivalentes en siete países con ingresos elevados: Alemania, Australia, Dinamarca, Estados Unidos, Italia, Japón, y el Reino Unido, aunque con variaciones de un país a otro.

Invirtiendo fondos públicos por valor del 2% del PIB en los servicios de cuidados, se generaría un aumento de la tasa de empleo total entre el 2,4% en Italia (1 millón de puestos de trabajo) y el 6,1% en EE.UU. (13 millones).

La tasa de empleo de las mujeres aumentaría aún más, teniendo en cuenta su elevada concentración en la industria de cuidados: entre 3,3 puntos porcentuales en Italia (660.000 puestos de trabajo) y 8,2 puntos porcentuales en EE.UU. (8,7 millones de puestos de trabajo), con incrementos de más de 5 puntos en Japón (2 millones de empleos), el Reino Unido (1,1 millones), Australia (400.000) y Alemania (1,4 millones).

El empleo entre los hombres aumentaría más que el de las mujeres si la inversión se realiza en las industrias de la construcción.

No obstante, el empleo de los hombres aumentaría casi tanto invirtiendo en el sector de cuidados, debido al mayor efecto global sobre el empleo.

Por ejemplo, invertir en el sector de cuidados aportaría 4,3 millones de puestos de trabajo para hombres en EE.UU. frente a 4,8 millones si se invierte en la industria de la construcción. En Alemania, el empleo entre los hombres aumentaría en 650.000 puestos invirtiendo en cuidados y 750.000 invirtiendo en la construcción.

Nótese que no es por las diferencias en el nivel salarial medio que la inversión en el sector de cuidados crea más puestos de trabajo que una inversión similar en la industria de la construcción. De hecho los niveles salariales son similares en ambos sectores en todos los países a excepción de EE.UU. y el Reino Unido.

Se debe más bien al uso intensivo de mano de obra en el sector de cuidados: utilizan más personas por unidad de producción, al emplear menos maquinaria.

Además generan más empleo a nivel local, ya que los servicios de cuidados requieren menos importaciones que los proyectos de construcción.

Además de crear empleo y reducir la brecha entre las tasas de empleo de hombres y mujeres, la inversión pública en infraestructura social también contribuye a subsanar el déficit en materia asistencial, ocasionado por el hecho de que, aunque hay más mujeres que nunca antes realizando un trabajo remunerado, los hombres no han aumentado lo suficiente la cantidad de trabajo doméstico o de cuidados que llevan a cabo para compensar la diferencia.

Así pues, aunque la tendencia a invertir en infraestructura se considera muy positiva y podría contribuir a sacar a las economías de la recesión, una solución más progresista, equitativa desde el punto de vista del género y más inclusiva, sería invertir también en infraestructura social.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.