Juntos podemos hacer frente al 1%

Opinión

Hoy en día, apenas 62 personas poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población del planeta, una impresionante estadística que saltó a los titulares internacionales hace unas semanas. Y con toda la razón: la enorme y creciente brecha entre ricos y pobres está teniendo graves consecuencias para los trabajadores y sus familias en todo el mundo.

Son muchos los países donde la participación de los trabajadores en la renta nacional ha ido disminuyendo progresivamente. Mientras que los trabajadores se benefician cada vez menos del crecimiento económico, el valor de los activos de los accionistas y de los propietarios de inmuebles está en cambio aumentando a una velocidad superior al ritmo de crecimiento de las economías nacionales.

Por ejemplo, desde 2010, la riqueza de las 62 personas más pudientes del mundo ha crecido en más de medio billón de dólares, mientras que la riqueza de la mitad más pobre de la población ha disminuido en más de un billón de dólares.

La brecha salarial entre el trabajador medio y los puestos directivos ilustra perfectamente esta tendencia.

Los salarios de la mayoría de los trabajadores se han estancado a lo largo de las últimas décadas: los ingresos medios diarios del 10% más pobre de la población mundial han aumentado menos de un centavo al año durante los últimos 25 años.

Según las declaraciones de trabajadores del sector de la confección de Myanmar recabadas por Oxfam, incluso haciendo horas extras, estos trabajadores no consiguen cubrir sus gastos de alojamiento, alimentación y medicinas.

Al mismo tiempo, los sueldos de los directores ejecutivos se han disparado. Así pues, desde 2009, los salarios de los directores generales de las principales firmas estadounidenses han aumentado en más de un 50%, y el director general de la mayor empresa de tecnología de la información de India gana 416 veces más que un empleado medio de dicha empresa.

El nivel de desigualdad no es algo accidental. No es una consecuencia natural del talento, el trabajo duro y la competencia sana. Por todo el mundo, las empresas ricas y las personas adineradas utilizan su poder y su posición para llevarse el mejor pedazo del pastel económico, aprovechándose igualmente de los cambios económicos y políticos que se han producido, como son la desregulación, la privatización, el secreto bancario y la globalización.

El sector de la confección, donde muchas empresas se aprovechan invariablemente de su posición dominante para seguir pagando unos salarios de miseria, ilustra claramente el grado de manipulación que existe en el sistema económico.

Entre 2001 y 2011, en la mayoría de los 15 principales países exportadores de productos textiles del mundo se produjo una disminución en términos reales de los sueldos de los trabajadores del sector textil.

Un reciente informe de Oxfam, titulado Una economía al servicio del 1%, pone de manifiesto el hecho de que la sociedad considera aceptable que a las mujeres se les pague menos, factor que estima clave en el aumento de la rentabilidad del sector. Y hay personas que están muriendo debido a que las empresas, en su empeño por maximizar sus beneficios, evitan aplicar ciertas medidas de seguridad absolutamente necesarias.

 

Consecuencias devastadoras

En abril de 2013, el mundo centró su atención en la grave situación de los trabajadores de las fábricas textiles de Bangladesh después de que 1.134 trabajadores perdieran la vida en el derrumbamiento de la fábrica Rana Plaza. A pesar de los discursos y de la atención mediática, las actividades de este sector siguen estando dominadas por los intereses financieros a corto plazo de los compradores, y se siguen publicando informes sobre las deficientes normas de seguridad y protección contra incendios.

Este ejemplo concreto resume las consecuencias potencialmente devastadoras de las desigualdades extremas entre ricos y pobres. Pero la historia no acaba ahí.

Las repercusiones en el crecimiento económico, la lucha contra la pobreza, la estabilidad social, los derechos humanos y el medio ambiente hacen que la desigualdad extrema sea uno de los desafíos más apremiantes a los que nos enfrentamos actualmente.

Se trata de un hecho ampliamente reconocido (por el Presidente Obama, por el Papa, por Christine Lagarde del FMI y por millones de personas más).

Hacer frente a los intereses creados por parte de empresas e individuos pudientes, que utilizan el sistema en beneficio propio, no es tarea fácil.

Por eso Oxfam está orgullosa de ser uno de los miembros fundadores de la nueva alianza global para luchar contra la desigualdad extrema con organizaciones como Greenpeace, ActionAid y la Confederación Sindical Internacional.

Junto con otras organizaciones benéficas internacionales, defensores de los derechos humanos, grupos de defensa de los derechos de las mujeres, grupos ecologistas, organizaciones de la sociedad civil y sindicatos, nuestro objetivo es ayudar a establecer y desarrollar un movimiento global de la mayoría para contrarrestar el poder y la influencia del 1%.

Efectivamente, en los casos en que esto ha sucedido, hemos podido constatar una reducción de la desigualdad. Por eso la nueva alianza global para luchar contra la desigualdad constituye un paso tan importante.

Por ejemplo, hasta hace poco, Bolivia registraba elevadas tasas de pobreza y desigualdad. Tras varias décadas de lucha por parte de movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil boliviana, en 2006 llegó al poder Evo Morales, el primer presidente indígena de la historia del país. Se estableció una nueva Constitución radical en la que se consagraron una serie de derechos políticos, económicos y sociales, junto con una panoplia de programas sociales progresistas (financiados con los beneficios obtenidos tras la renegociación de los contratos de gas y petróleo con otros países).

Como resultado de estas medidas, la pobreza y la desigualdad en el país se han venido reduciendo continuamente a lo largo de los últimos 10 años.

Si bien Bolivia sigue afrontando desafíos considerables, el país demuestra lo que se puede conseguir cuando las personas unen sus fuerzas.

Como parte de la alianza para luchar contra la desigualdad, Oxfam quiere participar en la lucha contra las numerosas y diversas causas de desigualdad en todo el planeta -desde los sueldos de miseria y la negación de derechos de las mujeres y de los trabajadores, hasta la privatización, la evasión fiscal y la excesiva influencia de una pudiente élite a la hora de formular políticas gubernamentales.

Estoy completamente convencido de que, juntos, podemos conseguir cambios. Será un placer formar parte de la alianza para luchar contra la desigualdad e ir ganando fuerza a lo largo del próximo año.

 

La campaña Iguales de Oxfam insta a que se acabe con los paraísos fiscales.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.