La lucha -y el éxito- del cultivo de champiñones en plena ocupación israelí

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En el calor sofocante de febrero, un gran hangar blanco se yergue entre las palmeras a las afueras de Jericó. La sede de Amoro puede parecer modesta desde el exterior, pero no se debe subestimar el impacto que ha tenido el único productor palestino de champiñones de Cisjordania.

Tan solo hace un año que esta pequeña empresa palestina inició su andadura y ya se ha labrado una excelente reputación. Su corta trayectoria constituye un claro ejemplo de las dificultades que conlleva trabajar en el ámbito agrícola bajo la ocupación israelí.

Mahmoud Kuhail y Sameer Khrishi, dos de los cuatro fundadores de Amoro, son amigos de la infancia. Hace varios años, cansados de sus carreras en el sector de la ayuda humanitaria internacional, decidieron que necesitaban trabajar en algo que tuviera un significado y se ajustara más a su visión de lo que debería ser el desarrollo.

“El trabajo que desempeñábamos con las organizaciones consistía en redactar informes, documentos de evaluación, propuestas... Cuando acababas de redactarlos, los ponían en una estantería a finales de cada mes”, recuerda Kuhail a Equal Times.

“Eso no es desarrollo. El desarrollo es emplear a 15 personas, como hacemos ahora; el desarrollo significa ofrecer unos buenos salarios y unas excelentes condiciones laborales a los trabajadores y trabajadoras; según nuestra filosofía, el desarrollo es empoderar a las empresas palestinas de otros sectores, como los envases de cartón en los que vendemos nuestros productos”, añade.

“El desarrollo es ofrecer a la gente la posibilidad de elegir cuando va a la tienda de comestibles”.

Todos los fundadores de Amoro querían hacer algo diferente, algo que fuera compatible con sus valores.

“Debido a nuestra educación, a nuestra cultura, al modo en que nos criaron nuestras familias, no podemos comprar productos israelíes”, asegura Kuhail. “Queríamos montar un negocio propio y, de alguna manera, separarnos de la economía israelí”.

Sin embargo, el recorrido de Amoro (llamada así en homenaje a la civilización amorrea que habitó la región hace más de 4.000 años) ha sido largo y tortuoso, pues se ha tenido que enfrentar a los numerosos obstáculos derivados de las políticas israelíes en Cisjordania.

El primero fue encontrar un terreno en el área A (las zonas de Cisjordania bajo control total de la Autoridad Palestina) en el que montar sus instalaciones para el cultivo de champiñones. En 2013, el Banco Mundial advirtió que las restricciones en el área C (el 61% de Cisjordania bajo control total de Israel) eran “especialmente perjudiciales” para la economía palestina.

En 2009, la agricultura tan solo representaba el 4,8% del PIB de Palestina, una cifra inferior al 13% de 1993, un importante descenso atribuido directamente a las tierras confiscadas y el control de los recursos naturales por parte de los israelíes, según reveló un informe del Centro de Investigación de Políticas Económicas (CEPR, por sus siglas en inglés).

“Un dunam (1.000 metros cuadrados) en Ramala puede llegar a costar hasta 1,8 millones USD”, explica Kuhail con una sonrisa irónica. “Como en Nueva York o Londres”.

Aunque los fundadores de Amoro viven en Ramala, montaron su pequeña empresa en Jericó, mucho más asequible y famosa por sus fértiles tierras de cultivo. Sin embargo, debido a la distancia tienen que hacer frente a retrasos imprevistos y desvíos cuando cierran los puestos de control israelíes.

 
Enfrentándose a la competencia

Aunque Amoro se enorgullece de no utilizar productos israelíes en su proceso de producción, depende de los puertos israelíes para importar de los Países Bajos muchos de los elementos que necesita para cultivar sus champiñones, lo cual le cuesta hasta 10.000 USD en tasas e impuestos por cada contenedor que pasa por las aduanas de Israel.

“Las críticas de nuestro producto son muy positivas en términos de calidad y frescura. En dichos ámbitos podemos competir”, asegura Khrishi. “Sin embargo, los elevados impuestos que hay que pagar a ambos lados (Israel y la Autoridad Palestina) constituyen una carga enorme para una economía de pequeña escala como la nuestra”.

La competencia con los cinco grandes productores israelíes de champiñones también ha resultado ser problemática.

Aunque el precio de los champiñones israelíes se había caracterizado por una relativa estabilidad a lo largo de cerca de 15 años (entre 60 y 65 shekels; 15,37 y 16,65 USD), hace poco bajaron súbitamente hasta los 35 shekels (8,97 USD), justo cuando Amoro empezaba a emerger. Según Kuhail, este cambio no es, ni mucho menos, una coincidencia.

“Se trata de la estrategia competitiva que están utilizando. Saben que los precios nos afectan mucho”, afirma.

Asimismo, algunos productores israelíes de champiñones han empezado a cambiar sus envases con el objetivo de parecer palestinos, a pesar de tener su sede en Israel o en asentamientos ilegales. Sin duda se trata de una estrategia de marketing diseñada para combatir los esfuerzos que hacen los palestinos para boicotear los productos israelíes. En los envases de la marca Barham, que se vende en las tiendas de comestibles de toda Cisjordania, se puede leer en árabe que sus champiñones son “los palestinos por excelencia”, a pesar de incluir un número de teléfono israelí.

“Cuando hablamos de ocupación no nos referimos únicamente al ámbito político o geográfico. También es mental, cultural, económico, social… Lo es todo. Lo de vender productos israelíes es una de las herramientas que utiliza la ocupación para reforzar su dominio sobre los palestinos”, explica Kuhail.

Un año después de ponerse en marcha, la pequeña empresa palestina sigue enfrentándose a numerosas dificultades y lucha por alcanzar el umbral de rentabilidad.

Aun así, los trabajadores/as de Amoro siguen entusiasmados cuando se les pregunta por su futuro, ya que pueden atisbar indicios alentadores de su creciente impulso.

Según Kuhail, en el año que ha pasado desde su apertura, la producción de Amoro creció en un 80% y sus champiñones ya se venden en casi 30 tiendas de toda Cisjordania. Su objetivo consiste en producir entre 80 y 90 toneladas de champiñones al año en un futuro próximo.

“A la gente le encanta nuestro producto”, cuenta Kuhail. “Ya empiezan a buscar nuestros champiñones y a pedirlos si no los encuentran”.

Además de la creciente demanda de sus champiñones, Khrishi cree que su empresa proporciona un ejemplo de modelo alternativo en Palestina. Según nos relató, varias personas se han pasado por las instalaciones de Amoro en busca de asesoramiento e inspiración para sus propias empresas.

“No es solo una pequeña empresa, sino también un modelo social”, declara Khrishi. “Estamos dando los primeros pasos para construir una economía que no dependa de las diferentes formas de donativos o ayudas, en especial de las ayudas condicionadas por la política”.

 
Resistencia?

Aun así, el equipo de Amoro sigue dividido acerca de si su trabajo constituye una forma de resistencia a la ocupación israelí.

“La resistencia se manifiesta de diversas formas. No solo de forma violenta, con soldados uniformados o jóvenes tirando rocas. Se manifiesta de muchísimas formas”, asegura Kuhail. “Esta es solo una forma de hacer algo para resistirse al statu quo”.

Khrishi se muestra más prudente.

“Utilizar esa palabra resulta un poco peligroso, porque ¿quién define lo que es la resistencia?”, declara. “Creo que no deberíamos mezclar nuestro trabajo ni nuestros champiñones con el contexto político, pero eso no significa que no estén relacionados de alguna manera (…). Solo estamos trabajando y produciendo.
Respondiendo a nuestra realidad. Tú decides si quieres llamarlo resistencia o no”.

Mientras tanto, Amoro solo tiene un deseo para el futuro.

“Muchos más champiñones”, recalca Kuhail. “Ahora que hemos iniciado algo, ya no hay vuelta atrás. A partir de ahora, esta es nuestra vida”.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.