La vida frente a la muerte en el Mediterráneo

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Desde que, el 3 de octubre de 2013, 370 inmigrantes (la mayoría huyendo de la persecución en Eritrea) se ahogaron a menos de una milla de la costa de Lampelusa, las cosas han cambiado en Italia.

Consternados por tantas muertes a menos de una milla de su costa, los italianos lanzaron ese mismo mes la operación Mare Nostrum con el objetivo explícito de rescatar a los inmigrantes en peligro y sin el acuerdo de otros Estados europeos.

El Guardacostas italiano estima que esta operación ayudó en 2014 a rescatar a 166.370 personas de las sobrecargadas embarcaciones que intentaban llegar a Italia.

En noviembre de 2014 se lanzó la Operación Tritón, comandada por Frontex, la agencia de control de fronteras de la UE, aunque su cometido consistía en proteger las fronteras de la UE, en lugar de en ayudar a los inmigrantes.

Sin embargo, Frontex no tardó en reconocer las limitaciones de su misión y declaró:

“No se puede esperar que la Operation Triton […] afronte sola el desafío de la inmigración. Cuenta con dos aeronaves y un helicóptero, dos patrulleras de alta mar y cuatro costeras: una flota apropiada para cumplir su mandato, que consiste en controlar las fronteras de la UE y no en patrullar 2,5 millones de kilómetros cuadrados del Mediterráneo”.

Después de la muerte de más de 1.000 inmigrantes en apenas unos días, en abril de 2015, los responsables de la UE se apresuraron a convocar una cumbre de emergencia en la que acordaron aportar más medios a las operaciones de búsqueda y rescate y aumentar los fondos de la Operación Tritón. Además, decidieron lanzar una operación militar contra los traficantes de personas en el Mediterráneo.

Pero mientras los políticos continúan intentando encontrar nuevas vías para impedir que los inmigrantes crucen las peligrosas aguas mediterráneas, la desesperación empuja a miles de personas a continuar arriesgándose, a pesar del peligro.

Italianos e italianas de toda condición, están también esforzándose por echar una mano para contener una de las crisis humanitarias más graves del mundo actual, como señalan Tim Baster e Isabelle Merminod.

En la isla italiana de Sicilia, el efecto de las muertes de tantos inmigrantes es profundo. Después del naufragio de octubre de 2013, los sicilianos intentaron buscar un lugar en el que enterrar los cuerpos hallados en el mar. Como ningún cementerio podía acoger tantos cadáveres, los cementerios de toda la isla se repartieron los ataúdes. Aquí, en el cementerio de Castellammare, las autoridades construyeron un lugar especial en su memoria. Algunas tumbas sólo tienen números, porque se desconoce la identidad de las personas fallecidas.

 

Para el lugarteniente Daniele Esibini, capitán del Guardacostas italiano Peluso, de la ciudad de Mesina al norte de Sicilia, dos peligros acechan la vida de los inmigrantes en el mar: el primero, la sobrecarga de sus embarcaciones, que puede hacerlas zozobrar. Y el segundo —cuando el barco del traficante tiene dos cubiertas—, morir por asfixia en la cubierta inferior, cerca del combustible y del calor de los motores. “[Haciendo este trabajo] ves la desesperación real que padece la gente que está escapando de la guerra y la pobreza. Somos su única esperanza en el mar”, afirma. En su entrevista para Equal Times, Esibini insistió en que los Guardacostas continuarán salvando vidas, y recordó que Italia está obligada a ello en virtud de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.

 

Jóvenes de África occidental rescatados, bailan y cantan en el transbordador que les trasladaba el 18 de octubre de 2013 desde Lampedusa a Agrigento. Fueron rescatados antes de la Operación Mare Nostrum, por una de las operaciones de búsqueda y rescate del Guardacostas italiano. Con frecuencia, los guardacostas reciben ayuda de buques mercantes, a los que el Derecho Internacional obliga a prestar asistencia para salvar las vidas que estén en peligro en el mar.

 

El 2 de mayo de 2014, en el puerto siciliano de Augusta, el buque militar San Giorgio llegó con unos 1.200 inmigrantes, rescatados después de tres días en el mar. La mayoría procedía de Siria, Eritrea y Somalia. Según el capitán del barco, la Operación Mare Nostrum suministró cinco embarcaciones y varios helicópteros y aviones. Aunque la Tritón comenzó patrullando con menos equipamiento, los países de la UE aumentaron el apoyo naval luego de las tragedias de abril de 2015.

 

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) recibe y ayuda a unos 1.200 inmigrantes que acaban de desembarcar del San Giorgio, en el puerto siciliano de Augusta, el 2 de mayo de 2014, ofreciéndoles alimentos, agua y atención médica. Según un responsable del CICR, cada vez más personas se presentan como voluntarias en Cruz Roja para ayudar a los inmigrantes que llegan por mar.

 

Agentes de la policía italiana y soldados saludan en posición de firmes el paso del ataúd blanco de un niño víctima de la tragedia del 3 de octubre de 2013, mientras es desembarcado del buque de la marina italiana Libra por supervivientes y familiares de éstos.

 

En el puerto siciliano de Augusta, el 2 de mayo de 2014, numerosos inmigrantes esperan a ser transferidos a Italia. Uno de ellos, entrevistado por Equal Times, que prefirió mantenerse en el anonimato, afirmó: “Salí de Eritrea hace un año y tres meses. Allí no hay democracia ni libertad religiosa… Extraño mi país y cuando haya libertad, quiero volver… Es triste… Se podría haber salvado a todas las personas. Por encima de todo, quiero ejercer mi libertad. Soy joven y quiero tener un futuro prometedor”.

 

Este reportaje ha sido traducido del inglés.

Este artículo ha sido traducido del inglés.