Los sindicatos indios pasan a la ofensiva

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La conmemoración, esta semana, de los 30 años transcurridos desde la catástrofe de Bhopal, nos recuerda con crudeza que la relación de la India con el capitalismo no siempre ha sido satisfactoria.

Cuando la mayor democracia del mundo vuelve a recordar a los fallecidos por el escape de gas tóxico ocurrido en la fábrica propiedad de la compañía estadounidense Union Carbide, la noche del 3 de diciembre de 1984, el movimiento sindical indio está alineando sus fuerzas para enfrentarse a las políticas económicas neoliberales que pretende imponer el nuevo gobierno de derechas del partido Bharatiya Janata Party (BJP)

Aliadas bajo el paraguas del flamante Comité Conjunto de Acción, las centrales sindicales nacionales de la India —entre ellas Bharti Mazdoor Sangh (BMS), la división sindical del propio partido en el gobierno— convocan una jornada de huelga, el viernes 5 de diciembre.

Se prevé que unos cinco millones de trabajadores y trabajadoras participarán en esta huelga general.

Delhi, Mumbai, Kolkata, Chennai, otras grandes ciudades, se verán seriamente afectadas por el hartal.

“La población dio la mayoría absoluta para gobernar al BJP pero, desde el primer día, el nuevo gobierno tomó medidas para ayudar a las empresas a operar en la industria a voluntad”, afirma Harbhajan Singh Sidhu, secretario general de Hind Mazdoor Sabha, la tercera central sindical de la India.

Sea cual sea el resultado de esta jornada de huelga, nos señala que hay un conflicto en ciernes entre el movimiento sindical y el gobierno de libre mercado del primer ministro Narendra Modi, que obtuvo un triunfo arrollador en las elecciones de mayo de este año, a las que se presentó tremolando el nacionalismo hindú conservador y capitalismo desbocado.

Se estima que la India necesita un crecimiento anual de alrededor del 8% para responder a las demandas sociales y de empleo de su creciente población, que ya alcanza los 1.200 millones de personas.

Los niveles de crecimiento rondaron un espectacular 10% durante unos años, por la política fiscal del país conocida como “Shining India” (India radiante), que permitió una mayor apertura a las inversiones extranjeras directas y liberalizó los controles y la legislación sobre la economía nacional.

Sin embargo, últimamente ha vuelto a un ritmo de crecimiento decepcionante en cierta medida, de alrededor del 6%.

El nuevo gobierno promete dar un vuelco a esta situación mediante una ráfaga de reformas de libre mercado.

 

“Modiconomía”

Hasta ahora, la principal tarjeta de visita de Modi es el éxito del modelo “Escuela de Chicago” que aplicó en el Estado de Gujarat, que gobernó durante dos décadas, y conocido como “Modieconomía”.

Pero los activistas sindicales ven controvertido y con grandes fallos el legado de Modi en el Gujarat.

Si bien Modi transformó el rendimiento económico del Gujarat en beneficio de los adinerados comerciantes, las arraigadas castas altas y una nueva generación de empresarios gujaratis del comercio de diamantes, textil y la industria pesada, dejó a los pobres tirados en la cuneta y recortó severamente los derechos sindicales.

“El gobierno acometerá una privatización y desregulación masivas en nombre de la flexibilidad de las leyes laborales”, explica a Equal Times Sangam Tripathy, secretario de la Oficina de Asia/Pacífico de la Federación Internacional de los Trabajadores del transporte (ITF).

“Todo esto va a afectar los trabajadores y trabajadoras, sobre todo a los que trabajan en empleos precarios y desprotegidos. Los cambios reducirán las condiciones e indicadores sociales. Y se está haciendo sin consultar ni dialogar en modo alguno con las organizaciones sindicales. Por todo ello convocamos la huelga”, afirma Tripathy.

A la alianza de los sindicatos indios le alarman sobre todo los últimos cambios introducidos en las leyes del trabajo del Estado de Rajastán, vecino a Gujarat. Creen que servirán de prototipo a futuras leyes antisindicales para todo el país.

Por ejemplo, la enmienda a la Ley de Pequeñas Fábricas propone despojar de sus derechos sociales a quienes trabajan en fábricas de menos de 40 empleados. También a la Ley de Fábricas y la Ley de Aprendizaje se les practicará una cirugía radical.

“El gobierno propone más de 70 enmiendas a la Ley de Fábricas, —incluido un aumento del número máximo de horas extraordinarias, de 50 a 100, y a 115 en casos de emergencia—,” afirma Singh Sidhu.

Por su parte, la administración de Modi tiene en el punto de mira la privatización de una enorme rama del sector público, la compañía ferroviaria nacional Indian National Railways y —a pesar del enorme escándalo de corrupción en el proceso de concesión y venta de las licencias de las minas de carbón a compañías privadas— el BJP parece dispuesto a privatizar también la minería del carbón.

Diez son las reivindicaciones que plantean los sindicatos de la India al gobierno y al ministro de Trabajo y Empleo, Bandaru Dattatreya. Entre ellas destacan: el estricto cumplimiento de las leyes laborales; un salario mínimo nacional de 10.000 rupias mensuales (unos 160 dólares); cobertura de la seguridad social y pensiones para todos los trabajadores y trabajadoras; creación de empleo, y control de precios para ayudar a los pobres del país.

“En el Comité de Acción Conjunta estamos todos los sindicatos, desde los de derechas a los de izquierdas; todos estamos unidos frente a este problema”, afirma Manali Shah, del sindicato de mujeres autónomas Self-employed Women’s Association (SEWA), de Ahmedabad, la mayor ciudad del Estado de Gujarat.

“En Gujarat los pobres conocemos de sobra la “modieconomía” y sabemos que no es buena para nosotros.

“La mitad de los 1.200 millones de ciudadanos y ciudadanas indios prosperaron sin duda desde que se introdujo la primera fase de reformas en el mercado, a principios de los 90. Sin embargo, los 600 millones restantes no han prosperado. Son aún más pobres hoy. Se está abandonando a mitad de la población”.

Este artículo ha sido traducido del inglés.