Trabajadores en China aprovechan nuevas oportunidades cerca de sus hogares

Tras más de una década trabajando como repartidor en la ciudad sureña de Guangzhou, Zou Xiangfu, de 55 años, va a volver a su pueblo.

Cada vez le cuesta más ganarse la vida. Algunos días buenos puede llegar a ganar entre 100 y 200 yuanes (16-32 USD), pero otros no gana nada.

El desgaste físico derivado de cargar mercancías por escaleras también le está pasando factura, pero lo que más le preocupa es su nieto de cinco años: Ziyi.

Ziyi fue abandonado por su madre poco después de nacer y su padre se niega a cuidarle. Zou, que es viudo, es el único que cuida al niño.

Ziyi asiste a una guardería en un suburbio industrial de Guangzhou, pero debido al sistema de registro de residencia (hukou), que limita el acceso de los migrantes rurales a la educación y la sanidad en las ciudades, conseguir que entre en una escuela primaria será difícil y caro.

Zou siente que ya es hora de regresar a su pueblo en la provincia central de Hubei, pues en las zonas rurales se están abriendo mayores oportunidades económicas y es más fácil acceder a la educación. Asimismo, no cree que vuelva nunca a Guangzhou.

Cerca de la frontera con Hubei, en la comunidad rural de montaña llamada Pueblo del Caballo Blanco, Xiao Zhang, de 40 años, lleva gran parte de su vida adulta intentado migrar. Cuando tenía unos veinte años consiguió escapar durante un corto período de tiempo tras ser empleada como trabajadora del hogar para gente rica, pero desde que regresó al pueblo para casarse a principios de la década de 2000 se ha quedado atrapada, criando a sus dos hijos mientras su marido trabaja en una fábrica a 1.500 kilómetros de distancia en Beijing.

Aunque Xiao Zhang no se ha movido del pueblo, el mundo a su alrededor se ha transformado. El Pueblo del Caballo Blanco ya no existe; ha sido absorbido por la nueva y flamante ciudad de Wuxi, que llegará a tener una población de 200.000 personas.

El rápido desarrollo del Pueblo del Caballo Blanco, detalladamente documentado durante los últimos diez años por Carrie Gracie, editora en China de la BBC, ha tenido una importante consecuencia: Xiao Zhang y su marido finalmente pueden ganarse la vida en su localidad de origen de una manera digna. Han conseguido el contrato de limpieza del nuevo tribunal de Wuxi y alquilan habitaciones a los recién llegados que quieren aprovechar la floreciente economía local para salir adelante.

Según la experiencia de ambas familias, y de millones de familias más, mientras que la vida en las grandes ciudades como Beijing, Shanghai y Guangzhou se ha vuelto más dura y cara en los últimos diez años, las comunidades antiguamente rurales del interior de China son cada vez más atractivas para los trabajadores/as.

Obviamente, esto no significa que se haya acabado con la migración tradicional del campo a la ciudad. Siempre habrá gente dispuesta a buscarse la vida en las ciudades. Un ejemplo sería Yangyang, la hija de 11 años de Xiao Zhang, quien afirma: “Preferiría irme a una ciudad grande que quedarme aquí. En una ciudad grande hay más espacio para hacer algo de mi vida. Allí puedo enriquecerme a través de conocimientos y experiencias. Es mejor salir de aquí”.

 

¿Fin del sistema hukou?

Existen claros indicios de que el aumento de la mano de obra migrante originaria de entornos rurales se está frenando y de que sus patrones de distribución se están volviendo cada vez más complejos.

Aunque en China la cifra total de trabajadores y trabajadoras migrantes ha aumentado de forma constante a lo largo de la última década hasta alcanzar una cifra estimada de 274 millones en 2014, la tasa de crecimiento ha disminuido considerablemente de un 5,5% en 2010 a tan solo un 1,9% en 2014.

Además, cada vez más migrantes están encontrando trabajo cerca de sus lugares de origen. La cifra de migrantes de corta distancia aumentó en un 2,8% en 2014 hasta alcanzar un total de 106 millones, mientras que la cifra de migrantes de larga distancia creció a un ritmo más lento, a un 1,3%, hasta alcanzar un total de 168 millones.

Asimismo, la mayoría de los migrantes de larga distancia (alrededor del 69%) se ha mudado a ciudades más pequeñas o de tamaño medio, a nivel de prefectura o inferior.

En 2014, alrededor del 23% de los migrantes de larga distancia trabajaba en capitales provinciales como Guangzhou y Chengdu, mientras que solo el 8,1% lo hacía en grandes municipios como Beijing y Shanghai.

Los patrones de urbanización en China, cada vez más diversos y fluidos, pueden constituir un elemento clave para erradicar el anticuado y discriminatorio sistema hukou de un modo gradual o al menos parcial.

Las ciudades más pequeñas y, en cierta medida, las de tamaño medio ya han empezado a reducir los obstáculos administrativos que imponen a la migración rural. Y en la medida en que estas ciudades se conviertan en una opción más viable para los trabajadores/as migrantes, es probable que haya menos migrantes buscando trabajo en las ciudades más grandes. A su vez, esto facilitará a los gobiernos de las grandes ciudades la integración de la población migrante ya existente en sus sistemas de asistencia social, sanidad y educación.

Es probable que el sistema hukou siga funcionando durante una o dos décadas más. Pero al menos ahora existen algunos indicios de que el sistema de apartheid en las ciudades hacia los migrantes rurales (cuya erradicación por parte del gobierno chino ha fracasado estrepitosamente) podría finalmente pasar a un segundo plano, de tal manera que para cuando Ziyi y Yangyang se integren en el mundo laboral y formen sus propias familias, su procedencia rural ya no sea una carga tan pesada como la que tienen que sufrir sus padres y abuelos.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.

Este artículo se publicó por primera vez en la página web de la ONG China Labour Bulletin.

Este artículo ha sido traducido del inglés.