Traumas: el saldo de las redadas nocturnas israelíes en hogares palestinos

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Algunas noches, los palestinos se despiertan por el olor a gas lacrimógeno y el sonido de botas en los tejados.

Otras noches, los soldados israelíes utilizan herramientas diseñadas para abrir puertas silenciosamente y los habitantes solo se dan cuenta de que el ejército está haciendo un incursión en su casa cuando se despiertan con una pistola en la cara.

Aunque no se habla casi nunca de ello en el extranjero, las redadas nocturnas efectuadas por el ejército israelí en el territorio palestino ocupado son uno de los recordatorios más constantes de la ocupación para muchas comunidades palestinas, a veces con consecuencias devastadoras en sus vidas diarias.

Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, las fuerzas israelíes han realizado en lo que va de 2016 una media de 81 redadas cada semana en la Ribera Occidental, la mayoría de ellas por la noche o de madrugada. Sin embargo, el número de redadas semanales alcanzó una media de 105 en julio después de unos atentados que causaron la muerte a dos israelíes.

El ejército israelí casi siempre realiza incursions nocturnas para detener a palestinos o citarlos para interrogatorios, aunque también utilizan estas redadas para entregar avisos de demolición de viviendas o confiscar permisos de trabajo israelíes.

El ejército dice que durante las redadas nocturnas detienen a palestinos que son considerados sospechosos de ser miembros de Hamas o bajo la acusación más vaga y general de “actividades ilegales sospechosas”.

La alta frecuencia de las redadas se agrava por el gran número de tropas desplegadas para llevarlas a cabo. Ma’an, un residente de 20 años del campamento de refugiados de Dheisheh situado cerca de Belén, dice que los soldados entran en el campamento en grupos de varios centenares, incluso para efectuar una sola detención.

“En julio de 2014, 1.500 soldados atacaron el campamento”, dice a Equal Times. “Entraron en el campamento desde tres lados diferentes, con un grupo de 500 soldados desde cada lado”.

Los campamentos de refugiados en la Ribera Occidental son a menudo las comunidades más afectadas por las redadas nocturnas, incluso cuando, como Dheisheh o el campamento vecino de Aida, se encuentran en el Área A, que está oficialmente bajo el control total de la Autoridad Palestina (AP).

“Durante el día están presentes las fuerzas de seguridad oficiales de la Autoridad Palestina y en algún momento por la noche entran las fuerzas de seguridad israelíes. La gente no siempre sabe quién está por la noche y tiene miedo”, explica Salah Ajarma, director del centro comunitario Lajee de Aida.

Según Ajarma, durante la última década, los soldados israelíes a veces han hecho redadas en Aida cada dos días, haciendo uso de una violencia mucho mayor que antes de los Acuerdos de Oslo de 1993.

“Antes de Oslo, cuando venían al campamento a menudo había un capitán israelí y entraban a las casas sin destrozar nada ni matar a nadie”, recuerda. “Sin embargo, cuando entran ahora a los campamentos pueden matar y herir, asustan a la gente y les pegan delante de sus padres”.

“Lanzan gas lacrimógeno a ciertas ventanas para practicar y una vez a la mezquita de Aida”, añade Ajarma. “Muchas ventanas del campamento se han roto así”.

El uso desproporcionado de fuerza ha llevado a muchos residentes locales, como Omar, de 24 años, a creer que las redadas nocturnas tienen por objeto intimidar a los palestinos. “Cuando los soldados vienen a Dheisheh, saben exactamente lo que van a hacer. Saben exactamente qué casa y a qué miembro de esa familia quieren”, dice Omar. “Pero a veces atacan otras casas, a personas que no son su objetivo. Quieren asustar a la gente”.

Naji Owdah, director de la asociación local Laylac en Dheisheh, dice que hasta hace poco las fuerzas israelíes entraban en el campamento “tres o cuatro noches a la semana” y lanzaban gas lacrimógeno y granadas ensordecedoras, lo que causaba graves problemas de salud a los residentes palestinos, incluida su nieta pequeña que vivía en el extranjero y estaba de visita.

“La primera vez que mi hija vino a Dheisheh con su hija de diez meses, los soldados nos atacaron la segunda noche. Como no tenemos aire acondicionado, dormimos con las ventanas abiertas y esa noche a las 3:30 me desperté y había gas por toda la casa”, recuerda Owdah. “El bebé se despertó y empezó a llorar, se tuvo que quedar tres días en el hospital”.

Su nieta al final se recuperó, pero Owdah insiste en que se trata de uno de los muchos ejemplos de los efectos de las incursiones militares.

 

Traumas psicológicos

Aparte de causar daños físicos, las redadas nocturnas afectan gravemente al bienestar social y psicológico de los palestinos.

Marcos Moyano, director de actividades sobre salud mental de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Hebrón, estima que la mitad de los pacientes de la organización en el área ha experimentado incursiones en sus casas en algún momento de su vida.

Aunque recalca que las reacciones a posibles sucesos traumáticos como las redadas nocturnas varían mucho de una persona a otra, Moyano subraya la situación particular de los palestinos, que están expuestos repetidamente a estas situaciones.

“No creo que podamos asimilarlo como un suceso normal. Hablamos de un suceso que se encuentra fuera de las experiencias humanas ordinarias”, dice a Equal Times. “Ocurre con mucha frecuencia, pero no lo consideraría normal”.

Moyano dice que las reacciones a situaciones como las redadas nocturnas incluyen bloqueo emocional, sentimientos de ansiedad y perturbación del sueño, pero también podrían abarcar flashbacks, hipervigilancia, aislamiento o incluso síntomas disociativos y añade que las reacciones varían en función de la edad.

“Entre los niños, lo que encontramos más a menudo tras las incursiones en casas es un aumento del miedo y sentimientos de inseguridad, lo que también produce pesadillas frecuentes y una prevalencia alta de incontinencia nocturna”, señala. “En los adultos provocan más sentimientos de vergüenza e impotencia, y también de preocupación”.

Moony, una residente de 21 años de Dheisheh, dice que las redadas en su casa, así como el asesinato de varios parientes, la han afectado profundamente.

“Cuando tenía ocho años, entraron en nuestra casa, pegaron a mi hermano y nos metieron en una habitación pequeña durante dos días”, cuenta. “Hasta ahora tengo miedo de los soldados. Cada vez que veo uno, lloro”.

Moony observa que, desde el comienzo de una oleada de disturbios en octubre, el ejército ha recurrido a realizar incursiones también por la mañana, a veces horas después de haber realizado una redada nocturna en esa misma área.

“Ya no nos sentimos seguros; sentimos que no podemos hacer lo que queramos en nuestra tierra, nuestro campamento o incluso en nuestra casa”, dice. “Puedo estar en casa tomando café a las 8 de la mañana y al minuto siguiente oír gritos porque han entrado los soldados y hay gas.”

Ajarma dice que las incursiones israelíes han puesto en peligro el frágil sentimiento de intimidad que existe en los campamentos superpoblados y “han matado la vida familiar, entre marido y mujer”. Añade que en momentos de violencia intensa, las mujeres musulmanas devotas llevan su hiyab para dormir por miedo a que los soldados entren en cualquier momento.

Según Omar, las redadas nocturnas también han afectado a su educación.

“Si los soldados entran en el campamento esa noche y no te duermes hasta las seis, afecta a tus estudios, a todos tus horarios. Aunque no pierda clase, no me concentro en todo el día”.

Sin embargo, Owdah advierte del riesgo de crear percepciones que restan poder a los palestinos al considerarlos personas con daños psicológicos debido a las acciones del ejército israelí.

“Algunas ONG vienen y empiezan a trabajar con los palestinos como si fueran enfermos mentales. Pero no lo somos”, dice. “Nuestro sufrimiento es normal. No es posible no sufrir bajo la ocupación y el ejército. No es posible”.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.