No hablemos del apartheid: la discriminación por motivos de casta y la pobreza en Asia meridional

Opinión

El pasado mayo, dos jóvenes fueron violadas y asesinadas en el estado de Uttar Pradesh, en el norte de India.

Esta atrocidad ocurrió cuando fueron al campo a defecar, pues no tenían un saneamiento seguro en sus propias casas.

Encontraron sus cuerpos sin vida colgados de un árbol.

Desde entonces, ha habido varias reacciones a este crimen. En junio, los presidentes de algunas de las mayores ONG del mundo publicaron conjuntamente un artículo de opinión en el periódico The Guardian denunciando los riesgos asociados a la defecación al aire libre.

En septiembre, la BBC informó sobre una nueva organización creada en India para aumentar el acceso a un saneamiento seguro.

Bindeshwar Pathak, fundador de Sulabh International, declaró que “ninguna mujer debe morir solo porque tenga que salir al campo a defecar”, haciéndose eco de la promesa del primer ministro Narendra Modi de acabar con la defecación al aire libre.

“Estamos en el siglo XXI y aun así todavía no hay dignidad para las mujeres”, denunció.

Yo empecé mi carrera profesional como ingeniero hidráulico y pasé varios años en Etiopía, Eritrea, Afganistán y Angola analizando cómo las intervenciones en los ámbitos del agua y el saneamiento podían ayudar a reducir la pobreza y mitigar las consecuencias de la guerra.

Pero como sabe cualquiera que haya crecido viendo la serie estadounidense de televisión Archivo confidencial, todos los delitos, y en especial los asesinatos, comparten tres elementos fundamentales: el motivo, el modo y la oportunidad.

Lo que las reacciones anteriormente mencionadas tienen en común es que ignoran cuidadosamente el motivo de estos asesinatos con violación y, en cambio, se limitan a examinar las circunstancias que brindaron la oportunidad.

El teórico empresarial estadounidense Chris Argyris identificó el tema de la “indiscutibilidad” como un factor clave para reducir la capacidad de actuar eficazmente de las organizaciones y empresas.

Según descubrió, las organizaciones no eran capaces de debatir asuntos que plantearan riesgos o amenazas, especialmente si dichos asuntos cuestionaban las políticas y los supuestos básicos de la organización.

Esta idea también se aplica a los Estados y las comunidades. Por eso las reacciones a estos abominables asesinatos han evitado uno de los asuntos más “indiscutibles” de la historia de la humanidad: la violencia intrínseca del apartheid por motivos de casta.

 

El apartheid por motivos de casta

Arundhati Roy señala en su libro El médico y el santo que “la pobreza… no es solo una cuestión de no tener dinero ni posesiones; la pobreza tiene que ver con no tener poder”.

El apartheid por motivos de casta sigue excluyendo del poder a cientos de millones de ciudadanos/as de Asia meridional de un modo que es de vital importancia (tanto política como económicamente) para poderosos elementos de la élite social.

Por ejemplo, el apartheid por motivos de casta sirve de base a los sistemas sumangali y los llamados camp coolies, que permiten a los poderosos esclavizar, con total impunidad, a los trabajadores/as vulnerables, a menudo mujeres jóvenes y niñas dalit (intocables), para la manufactura de textiles y prendas de vestir para los mercados del hemisferio norte. Así, los empleadores obtienen pingües beneficios derivados de la esclavitud.

Al convertir el asunto del apartheid por motivos de casta en un tabú, se le añade otra capa de aislamiento político: ¿cómo puede algo convertirse en un asunto relevante si uno ni siquiera puede hablar sobre el tema?

El fallo de no abordar el asunto de las castas en la sociedad de Asia meridional es un fallo en los principios más básicos de las buenas prácticas del desarrollo.

En la última década, se ha ido imponiendo un discurso que define el desarrollo como un proyecto tecnocrático.

Según el mismo, la reducción de la pobreza tiene que ver principalmente con la transferencia de bienes a la gente que no los tiene. Bill Gates ha sido un defensor especialmente enérgico de este discurso. Sin embargo, el desarrollo democrático eficaz no se basa principalmente en un reto tecnocrático, ni siquiera en uno económico. Es un reto político.

El desarrollo comunitario democrático debe basarse en el empoderamiento de la gente vulnerable y en riesgo. A veces, las limitaciones al empoderamiento son bienes materiales. Pero en muchas más ocasiones son sistemas sociales que tienen como objetivo excluir a determinadas personas de la inclusión en la sociedad y de las medidas de reducción de pobreza.

Si los procesos de desarrollo no tienen esto en cuenta, entonces el proyecto de desarrollo en sí estará construido sobre cimientos inestables.

Las palabras del líder dalit B. R. Ambedkar sobre la revolución justa también se pueden aplicar al desarrollo justo: “Lo que necesitamos es una profunda y firme convicción de que los derechos políticos y sociales son justos, necesarios e importantes”.

Pero el apartheid por motivos de casta y su “indiscutibilidad” reflejan algo más profundo.

El desarrollo es también un proyecto filosófico: se trata de encontrar la causa de la injusticia y llamarla por su nombre.

De lo contrario, el sistema conserva el poder para deformar y socavar incluso los esfuerzos mejor intencionados para lograr la justicia.

El resto del mundo no entiende bien los códigos de Asia meridional para discriminar por motivos de casta, lo cual otorga a los autores un mayor margen para seguir haciendo lo que hacen protegidos por el silencio y, gracias a esta incomprensión, protegidos de las críticas de la comunidad internacional.

Y el silencio impuesto alrededor del apartheid por motivos de casta ahora se extiende hasta Reino Unido, con la pusilánime aceptación del gobierno británico de los grupos de presión de brahmanes al denegar las protecciones fundamentales de la legislación británica a ciudadanos y ciudadanas británicos que resultan ser dalits.

Esto es inaceptable. Y, si la comunidad de los defensores de los derechos humanos y del desarrollo sigue callada ante el tema del apartheid por motivos de casta, entonces cada uno de nosotros tendrá que aceptar cierto grado de responsabilidad la próxima vez que oiga hablar de dalits crucificadas colgando de un árbol.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.