Portugal prohíbe el acoso verbal de las mujeres

Adriana Lopera es una enfermera de 36 años y partidaria del Bloque de Izquierda, el partido contra la austeridad, de Portugal. Harta de ser acosada verbalmente por los hombres cuando camina por la calle, y dándose cuenta de que este problema afecta a todas las mujeres, decidió tomar cartas en el asunto.

En 2013, Lopera participó en un debate realizado por el Foro Socialista, que se inició con Lopera zahiriendo verbalmente a los asistentes cuando estos entraban en la sala para participar en la conferencia.

“Fue enorme y me di cuenta después de que todo el mundo hablaba de ello”, cuenta Lopera.

“Incluso empecé a recibir amenazas en Facebook, porque aparecí en la televisión. Entre mis comentarios, dije que cuando eres [verbalmente] agredida en la calle, no es que te estén pidiendo una dirección, te dicen frases como ‘Te la metería así o asado’. Te están insultando".

La conferencia dio lugar a un intenso debate en Portugal y fue ridiculizada por políticos y comentaristas.

Sin embargo, solamente dos años después, en 2015, el Partido Socialdemócrata de Portugal hizo del abuso sexual de carácter verbal un delito, con una pena de prisión de hasta un año.

“Quien ofenda a otra persona practicando delante de ella actos exhibicionistas, formulando propuestas o frases de índole sexual o insinuándole cualquier contacto contra su voluntad de naturaleza sexual será penalizado con hasta un año de prisión o con pena de multa de hasta 120 euros en caso de no ser aplicable una condena más grave en virtud de cualquier otra disposición legal”, reza la nueva redacción del artículo 170 del código penal.

Aun cuando algunos medios de comunicación portugueses se han referido a tales abusos verbales como piropos, o “cumplidos”, los defensores opinan que la ley enmendada proporciona un poco de la muy necesaria claridad.

“Si una mujer está en una parada de autobús o en el metro y alguien empieza a decirle ‘Quiero hacerte esto o lo otro’, la obliga a trasladarse a un mundo de sexualidad. Se está cruzando una frontera. Es una violación que obliga a la víctima a crear una intimidad sexual que ella no desea”, comenta a Equal Times la abogada penalista Inés Ferreira Leite.

Ferreira Leite es co-autora de un informe después de que Portugal se convirtiera en el primer país en ratificar en 2013 el Convenio de Estambul, por el cual el Consejo de Europa establece normas para proteger a las víctimas de la violencia de género. También participó en la defensa de las enmiendas al artículo 170.

“Antes, se incluía el contacto sexual, pero era restrictivo. Había que tocar a la víctima, por lo que se decidió incluir también los comentarios amenazantes e intrusivos”, señala Ferreira Leite.

Afirma haberse sorprendido ante algunas reacciones a las enmiendas.

“Algunos hombres piensan que [el acoso verbal] significa libertad de expresión. Que es un cumplido y que no tienen por qué caminar en silencio”.

Sin embargo, la ley enmendada tiene sus límites, explica Leite. “No todo comentario es un delito; debe tener connotaciones sexuales o referencias pornográficas. Decirle a alguien que es guapa, no cuenta”.

 
“El sexismo está arraigado en nuestra cultura”

La necesidad de una medida para combatir el abuso verbal hacia las mujeres fue propuesta por primera vez por la organización sin ánimo de lucro UMAR (Unión de Mujeres Alternativa y Respuesta), que en 2010 recibió una financiación del Gobierno de los Países Bajos para viajar por todo el país y sensibilizar a la población sobre este tema.

“Nos encontramos que la mayoría de las mujeres habían sido agredidas verbalmente en la calle y también que, tanto los hombres como las mujeres, confundían la agresión o el acoso sexual con la seducción o el piropo”, afirma la responsable de UMAR, Maria Jose Magalhaes. “No sabían que se trata de una agresión. Se tiene la impresión de que el abuso verbal no es grave porque el machismo está muy arraigado en nuestra cultura."

En 2014, el partido radical Bloque de Izquierda, fundado por cuatro feministas y cuya líder, Catarina Martins, es la única mujer a la cabeza de un partido importante en Portugal, llevó el debate sobre la agresión verbal al Parlamento.

La diputada del Bloque de Izquierda y socióloga Sandra Cunha indica que la ley era necesaria para demostrar que la agresión sexual es inaceptable.

“Era necesario sensibilizar a las personas para que se den cuenta de que existe este problema y dejar de considerar natural este tipo de comportamiento. Aquí es casi normal para una mujer caminar por la calle y escuchar agresiones verbales”, afirma Cunha.

Varios otros países han tomado medidas similares para abordar el problema del abuso sexual de carácter verbal. Bélgica prohibió insultos sexistas en el año 2014 y, el año pasado, Perú penó por la ley el acoso callejero con hasta 12 años de cárcel. Entre tanto, Argentina está a punto de prohibir el abuso sexual de carácter verbal con una multa de hasta 775 dólares estadounidenses.

Aun cuando los opositores a esta ley describen este tipo de medidas punitivas como un golpe a la libertad de expresión, los defensores de la penalización del acoso verbal dicen que no solamente protege a las mujeres, sino que también es una forma de disuadir delitos más graves contra las mujeres, así como el azote del sexismo incisivo.

De acuerdo con la red europea de Mujeres contra la Violencia, el 38 por ciento de las mujeres en Portugal de más de 18 años han sido víctimas de violencia física, psicológica y/o sexual. En el lugar de trabajo, aun cuando las mujeres representan el 42,3 por ciento de la población activa de Portugal, solamente el 6,2 por ciento de las mujeres ocupan puestos directivos en las 500 más grandes empresas del país, según un estudio realizado por la sociedad de investigación empresarial D&B.

Para Teresa Morais, diputada portuguesa y antigua Secretaria de Estado de Cultura, Educación y Ciudadanía, la situación de las mujeres en el país es muy heterogénea.

“Nunca me he sentido discriminada personalmente, y he llevado a cabo mi trabajo en igualdad de condiciones con los hombres, pero reconozco que hay diferencias en el acceso al trabajo entre los hombres y las mujeres en Portugal, al igual que en otros países”, concede.

“Por otro lado, hemos visto un aumento en la participación de las mujeres en el parlamento y, sobre todo gracias a la ley de cuotas, ahora las mujeres ocupan un tercio de los escaños en el parlamento”, añade Morais, al tiempo que lamenta la escasa presencia de mujeres en el ámbito de las autoridades locales.

Aun cuando Morais reconoce la importancia de las cuotas para las grandes empresas que buscan promover la igualdad, señala que espera que llegue un día en que ya no sean necesarias. Tal vez un día, las medidas para remediar el abuso sexual de carácter verbal en la calle tampoco serán necesarias.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.