Suráfrica: Marikana marca nuestra segunda oportunidad

 

Las negociaciones de la Convención para una Suráfrica Democrática (Codesa) que llevaron a nuestra democracia fueron un milagro político.

Sin embargo, en Cosatu nos dimos cuenta de que la eliminación del componente racial en la política era sólo el primer paso.

La libertad tenía que significar algo más que el derecho al voto. Exigía una transformación profunda e intensa de la economía para que estuviera al servicio, en general, de todos los surafricanos y surafricanas, centrándose en particular en la mayoría desfavorecida.

La liberación no sería una solución rápida. La verdadera prosperidad e inclusión social sólo se conseguirían cuando se solucionaran los problemas estructurales profundos que habían provocado una situación de desempleo y pobreza generalizados y persistentes.

Nuestras luchas colectivas en el país (dirigidas por Cosatu y el UDF), el endurecimiento de las sanciones impulsado por el movimiento mundial contra el apartheid y el African National Congress (ANC) y los esfuerzos de liberación del ANC habían debilitado la superestructura del régimen del apartheid.

Suráfrica había entrado en una fase de guerra civil a pequeña escala. Era obvio para todos que se había llegado a un estancamiento político.

Teníamos que tomar la dura decisión de elegir entre una negociación política o la estrategia de “tierra quemada” de agravar el conflicto.

Afortunadamente, decidimos entablar negociaciones, animados por el colapso del muro de Berlín y el comunismo mundial.

Más adelante, asistimos a la emergencia de un capitalismo triunfante en un mundo unipolar.

El mercado y el papel del sector privado se glorificaron y se sembraron las semillas de la avaricia humana, que dieron su fruto en la crisis económica de 2008.

La puesta en libertad de Mandela señaló una fase de cambio irreversible.

El reto era ver si estaríamos de acuerdo en que la verdadera libertad tenía que ir más allá del derecho al voto cada cinco años y abordar las causas fundamentales del desempleo y la pobreza.

La batalla estalló en 1991 cuando el estado del apartheid intentó introducir unilateralmente el sistema del IVA.

Una coalición amplia de organizaciones democráticas, encabezada por Cosatu y que incluía grupos religiosos, organizaciones de empresarios negros, organizaciones de la sociedad civil, sindicatos, estudiantes, grupos de mujeres y grupos rurales, se opuso a la medida y lanzó con éxito una campaña bajo el lema “No a los impuestos injustos sin representación.

Queremos que se negocie la restructuración de la economía. El gobierno del apartheid es ilegítimo”.

Nuestra demanda era que el sistema tributario no repartiera la carga entre los pobres con el fin de subvencionar a los ricos.

La campaña incluyó negociaciones directas con el gobierno.

Las negociaciones fracasaron y se convocó una manifestación nacional masiva, apoyada por más de tres millones de personas, que paralizó el país.

Se obtuvieron concesiones para excluir la comida básica y un nuevo ministro de Finanzas, el empresario Derek Keys, substituyó al intransigente Barend du Plessis.

Tras la conmoción de la huelga por el IVA, se llevaron a cabo negociaciones con Keys y se llegó al acuerdo de establecer un Foro Económico Nacional para empezar a negociar un programa de cambios económicos.

Se admitió que una Codesa económica que acompañara a la Codesa política tenía mucho sentido.

Esta propuesta fue torpedeada por el ANC, y particularmente por su departamento económico, basándose en la vaga noción de que era responsabilidad del futuro gobierno democrático.

Sin embargo, había indicios claros de que fuerzas poderosas en la clase dirigente nacional e internacional no iban a dejar que Cosatu dirigiera las negociaciones económicas.

El Fondo nacional de empoderamiento (NEF, por sus siglas en inglés), aunque tuviera algún éxito al crear el Fondo de empleo y convertirse en un modelo en el que se basaría el lanzamiento del Consejo nacional de empleo y desarrollo económico (Nedlac, por sus siglas en inglés) como consejo socioeconómico, fue estrangulado al nacer.

Los “magnates de la industria”, optimistas y seguros de sí mismos, frenaron rápidamente cualquier intento de restructuración más radical de la economía y presentaron una estrategia de transformación económica basada en el Empoderamiento económico de la población negra (BEE, por sus siglas en inglés), la estrategia que transferiría la riqueza a precios de mercado a una élite con conexiones políticas en instrumentos de inversión especiales y que se pagaría con dividendos.

En la mayoría de los casos esto supuso el pago de un importe superior a la élite blanca establecida y que la nueva élite negra no pudiera cambiar el funcionamiento de una empresa porque afectaría al flujo de dividendos al que estaba obligada.

Esto también creó un modelo de acumulación de riqueza que no era productivo, sino rehén de intereses creados.

La comunidad que regresó del exilio, que creía que era el “gobierno en el exilio”, agravó la situación.

La suerte estaba echada para los disturbios de los que hemos sido testigos durante las últimas semanas en Marikana y las protestas con respecto a los servicios que vemos estallar en todo el país.

Dentro de Cosatu, el debate se centró en el nuevo programa para construir la democracia y así nació la idea de un pacto de reconstrucción que sería el pegamento que mantendría unida una nueva alianza tripartita.

El pacto comprometería al ANC y al Partido Comunista Surafricano (SACP, por sus siglas en inglés) a una transformación profunda y genuina que llegara a la raíz de nuestra lucha contra el apartheid - el sistema de mano de obra barata y el capitalismo monopolista basado en la raza que sofocaba la aparición de una verdadera clase emprendedora – y se basara en desarrollar la capacidad productiva industrial en Suráfrica o abordar el problema de la pobreza en nuestro país.

A pesar de la presión de no crear problemas y ahora también con el dilema de negociar con compañeros de Cosatu que ocupaban altos cargos en el ANC, el pacto de reconstrucción se convirtió en un marco para el desarrollo y nos llevó a una victoria aplastante en 1994.

Sin embargo, pronto aparecieron las divisiones políticas y de poder. Por desgracia, la dirección interna no tenía experiencia en el arte de la política de palacio.

Apenas habíamos empezado a calentar nuestras sillas, comenzando el trabajo laborioso de reconstruir el país desde las trincheras, cuando se urdió un nuevo proceso secreto.

Se dio la opción a los compañeros de aceptarlo o de ser marginados.

Aún más siniestro: sin que ninguno de los miembros del Gabinete, el Comité Ejecutivo Nacional del ANC o, desde luego, la alianza tripartita estuvieran al corriente, ya se había iniciado un proceso y se había llegado a un acuerdo en cuanto a las cuestiones económicas.

El BEE se afianzó como el modelo de transformación económica y el Plan de crecimiento, empleo y redistribución (GEAR, por sus siglas en inglés) enterró para siempre la idea del Programa de reconstrucción y desarrollo (RDP, por sus siglas en inglés).

Nuestros objetivos estratégicos de índices financieros reemplazaron el compromiso con los indicadores de desarrollo humano y nuestro trabajo para abordar los retos estructurales de la pobreza, la desigualdad y el desempleo se quedó por el camino.

Era sólo cuestión de tiempo que los funcionarios del Estado empezaran a considerar su cargo en el gobierno como una carrera para la acumulación de riqueza también.

La formación de un cuadro de dirigentes se convirtió en la plataforma de hecho para el nepotismo político y una corrupción insidiosa permeó profundamente el tejido social.

El estado era incapaz de controlar cómo los funcionarios y cargos políticos y sus familias echaban mano de las arcas públicas o utilizaban sus puestos oficiales para cerrar tratos con empresas que habían regulado anteriormente.

Y al mismo tiempo que la política asfixiaba la economía, surgió una nueva élite depredadora de intermediarios, una horda criminal de tropas de choque brutales que corrompían sin ningún reparo a algunos de los cargos más altos del gobierno.

Las empresas establecidas que no seguían las normas del juego eran llamadas al orden.

Las empresas del BEE que no pagaban al partido (una tasa que permitía comprar votos en nuestras conferencias con maletas llenas de dinero en efectivo) eran marginadas rápidamente.

La corrupción basada en el nepotismo político penetró profundamente en todos los rangos del estado.

Las llagas purulentas de la desigualdad empeoraron. Sólo se evitó la hambruna absoluta porque uno de cada tres surafricanos vivía de subsidios sociales.

Y, ¿dónde estamos ahora?

Tenemos un sistema educativo que falla a los más pobres.

Sabemos que la mitad de los 12 millones de niños en el sistema educativo no adquirirá, en 12 años de estudios, las competencias necesarias para conseguir un trabajo a lo largo de su vida.

Necesitamos rediseñar la educación. Tenemos que reconocer la urgencia que existe en la educación y acabar con la actitud de negación que vemos en el gobierno actualmente.

Necesitamos una cumbre de la educación que sea una negociación para crear una nueva hoja de ruta.

Tenemos que tomar medidas contundentes contra los funcionarios corruptos que privan a nuestros niños de libros de texto, bibliotecas, aseos e infraestructura escolar.

Necesitamos un enfoque de tolerancia cero hacia los depredadores sexuales y los docentes ausentes o incompetentes.

Necesitamos un plan serio para la creación de empleo que genere medios de vida: una Codesa económica que vaya más allá de los agentes dominantes actuales.

El sector privado y los fondos de pensión de Suráfrica están sentados sobre reservas de dinero en efectivo que ascienden a tres billones de rands.

Hay que tomar decisiones difíciles si queremos que esos fondos se inviertan de forma productiva.

No se trata de pronunciar discursos grandilocuentes ni de celebrar cumbres de dirigentes espectaculares.

Se trata de adoptar medidas prácticas para garantizar la responsabilidad y la transparencia en el sector público y la promoción de emprendedores que puedan producir buenos resultados.

Esta semana, la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos votó a favor de ratificar la enmienda Cardin-Lugar sobre la transparencia de las industrias extractivas sin excepciones para ninguna empresa u operaciones en ningún país.

Esto significa que a partir del ejercicio financiero 2014 todas las empresas extractivas que coticen en la Bolsa en EE UU, alrededor de unas 1.100, tendrán que declarar el pago de más de 100.000 dólares a gobiernos extranjeros, sin excepciones. Quisiera ver a nuestros legisladores insistir en que estas contribuciones – incluidas las donaciones políticas al partido y los tratos comerciales – sean obligatorias y públicas.

 El país está en un estado de fermentación.

No nos vamos a recuperar jamás de la masacre en la mina de Lonmin en Marikana, en la que se perdieron innecesariamente 44 vidas.

Tshwane se quedó en un estado de confusión, ya que los vendedores informales fueron desplazados de sus lugares de venta habituales y trasladados por los agentes de la policía municipal a lugares más adecuados.

Los medios de vida de la población y su derecho a un salario decente y condiciones de trabajo y de vida decentes se encuentran en pleno centro de todas estas agitaciones.

Estos disturbios brindan una oportunidad para un nuevo discurso político.

Sin embargo, necesitamos mantener la calma y adoptar soluciones pragmáticas.

Necesitamos un programa de cambio que nos aleje del borde del precipicio en el que nos encontramos.

La situación exige dirigentes honrados que entiendan el poder del servicio y la humildad. Suráfrica es un polvorín.

Hay una ira, una hostilidad y un desasosiego profundos en el país. Las tensiones étnicas, tribales y raciales y la violencia xenófoba están a flor de piel.

No se necesita demasiada demagogia para encender emociones que dan lugar a la pérdida de vidas y de propiedad.

En última instancia, el barómetro real de nuestro éxito será nuestra capacidad de garantizar que cada padre tenga la dignidad humana de ganar un sueldo que ponga comida en la mesa para sus hijos, que nuestras escuelas sean lugares para el aprendizaje, que las clínicas sean lugares en los que la población se sienta cuidada y que nuestras comunidades sean lugares seguros y protegidos.

Marikana ha sido un punto decisivo para nosotros.

Es nuestra segunda oportunidad de hacer que nuestra democracia esté al servicio de la población.

El próximo congreso de Cosatu es un paso importante en el camino a Mangaung.

Espero que los dirigentes actuales sean valientes y audaces y que se enfrenten a los errores que hemos cometido como movimiento y como sociedad.

Espero que eliminemos la cultura de arrogancia política, corrupción y derechos adquiridos que crece entre nosotros y nos aleja de las bases de nuestro movimiento.

Asimismo, espero que reconozcamos que muchas de las decepciones que sufre nuestro pueblo hoy en día se forjaron bajo nuestra atenta mirada, seamos críticos con nosotros mismos y retomemos la senda de construir una vida mejor para nuestro pueblo, como prometimos en 1994.

Esto es lo que sinceramente espero y deseo. Mi generación le ha pasado el testigo a la tuya y, como todos sabemos, “cada generación tiene su propia lucha”.

 

 

 

 

Este artículo fue publicado originalmente en The Daily Maverick

 

 

 

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.