Una decisión “monumental” abre paso a la sindicalización en la economía gig

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Tras la revolucionaria decisión que se tomó el mes pasado, los conductores que trabajan para Uber, Lyft y otras aplicaciones móviles de “chóferes por encargo” en la estadounidense ciudad de Seattle tienen ahora derecho a sindicalizarse. Esta medida, si se mantiene, podría tener importantes repercusiones en todo Estados Unidos, donde la denominada “economía por encargo” o “economía gig” no deja de expandirse.

“Es una decisión histórica. En realidad es una decisión monumental”, dice Giacomo Santangelo, profesor de economía especializado en cuestiones laborales en la Universidad de Fordham. “Esta es la primera medida verdaderamente importante y acertada que se toma a nivel municipal contra la economía gig en EE.UU”.

Los trabajadores gig por encargo son un subconjunto relativamente nuevo de mano de obra. A pesar de estar técnicamente clasificados como contratistas independientes, autónomos o vendedores, estos trabajadores dependen de determinadas plataformas tecnológicas corporativas para la realización de trabajos puntuales como conducir, escribir código o desempeñar tareas específicas.

Poco, o nada, cuenta su opinión respecto a la frecuencia con que reciben estos trabajos o sobre cuánto les pagan por ellos, y mientras que empresas como Uber dicen que los “conductores-asociados” pueden llegar a ganar hasta 30 USD por hora, en realidad, la media de lo que los trabajadores gig, como son los chóferes, ganan es mucho menos.

“Algunos lo aclaman como una victoria para los derechos de los chóferes, mientras que otros lo perciben como un reflejo de la creciente economía gig, en la que los trabajadores de empresas por encargo, como Uber, eligen dónde y cuándo trabajan”, explica Melissa Gonzalez-Boyce, editora jurídica en XpertHR.

A decir verdad, el descontento está aumentando entre los trabajadores gig, que están creando sitios web para comunicarse y compartir sus frustraciones. Hay quienes han organizado incluso huelgas y manifestaciones en importantes ciudades de EE.UU. y en otros puntos del planeta. Los activistas sindicales dicen que es muy probable que todo esto continúe.

“La economía del futuro – ya se trate de limpieza de casas, creación de contenidos, cuidado de mascotas o algún otro trabajo – va a incluir gigs. Tenemos que asegurarnos de que esta economía no se esté haciendo rentable a costa de las personas que hacen el trabajo”, señala Kati Sipp, de la plataforma Hack the Union.

 

Nueva economía, nuevas formas de sindicalización

La economía gig sitúa a los trabajadores en una relación personalizada con las empresas con las que trabajan. El equilibrio de poder está considerablemente inclinado hacia el lado de la empresa, que es la que dicta los términos de empleo y pago y se reserva además el derecho a modificar dichos términos en cualquier momento y sin previo aviso.

Según Santangelo, los beneficios que esto proporciona a los trabajadores, y a los usuarios, no son tan evidentes como mucha gente cree. “La ilusión del control personal que ofrece la economía gig o compartida no es más que una distracción tecnológica”, dice Santangelo.

“Nos creemos que estamos obteniendo un servicio – hotel, transporte – más barato, pero sin embargo terminamos pagando por él de otras maneras, como por ejemplo los aumentos de los impuestos municipales para financiar las subvenciones estatales que se pagan a los taxistas desplazados”.

Además, el impacto económico de la economía por encargo es todavía incierto. Aunque pueda parecer que cada vez hay más gente haciendo trabajos gig, en realidad es sólo la última oleada de una mayor tendencia a largo plazo a alejarse del empleo a tiempo completo y acercarse al trabajo subcontratado o a tiempo parcial.

“Los empleadores como Uber están acelerando las tendencias que nosotros llevamos experimentando desde hace ya varias décadas: concentración de la riqueza y los ingresos en el nivel superior de la jerarquía directiva, en combinación con una tendencia a la baja del riesgo y la imprevisibilidad para los empleados/contratistas independientes de estas firmas”, expresa Jake Rosenfeld, profesor adjunto de sociología y experto en temas laborales en la Universidad de Washington en St. Louis, Cincinnati.

Como los trabajadores están a menudo aislados, tienen pocas posibilidades de establecer contacto o coordinarse con otros trabajadores. Este es el clásico problema que los primeros sindicatos trataron de resolver al principio: crear voces colectivas para equilibrar la balanza de poder entre la dirección y el personal.

“Lo que la decisión de Seattle pone de relieve son cuestiones de actualidad relativas a la clasificación de los trabajadores en EE.UU, una cuestión que está cobrando mayor importancia a medida que crece la economía gig”, explica Rosenfeld a Equal Times. “Para un empleador como Uber, definir a sus conductores como contratistas independientes les permite trasladar a los propios empleados gran parte de los riesgos y los costes asociados a la contratación de personal”.

Al fin y al cabo, la única diferencia entre la economía gig y lo que las grandes empresas han estado haciendo durante décadas es que, hoy en día, las nuevas tecnologías permiten una mayor fragmentación del trabajo, generando aún más ingresos para las empresas – y más incertidumbre para los trabajadores.

 

Alternativas a la economía gig

A principios de este año, varias plataformas de la economía por encargo, entre ellas Lyft, Etsy y Handy, pero no Uber, causaron sensación cuando se unieron al creciente llamamiento para crear una tercera categoría de trabajadores, aparte de los contratistas independientes (que es como se clasifica actualmente a todos los trabajadores gig) y de los empleados. Una diferencia clave sería establecer una red de seguridad flexible de beneficios transferibles, pero los detalles sobre la posible administración de la misma todavía no están claros.

Kelly Ross, Subdirector de Políticas de la confederación sindical estadounidense AFL-CIO, piensa que estas iniciativas no van a repercutir en los contratistas, sino que simplemente van a apartar a los trabajadores de las protecciones inherentes a la condición de empleado, y que de poco van a servir para ayudar realmente a los trabajadores gig.

“Lo que están proponiendo es quitarles protecciones a los trabajadores para convertir en contratistas independientes a personas que en estos momentos son empleados, y eso es algo que nosotros no podemos apoyar”, explica Ross.

A Ross le gustaría que hubiera disposiciones más sólidas destinadas a mejorar el estatus de los contratistas independientes, y que se incluyeran derechos de negociación colectiva. Cree además que la legislación actual, junto con iniciativas como las de Seattle, son suficientes para satisfacer las necesidades de los trabajadores gig que, de hecho, trabajan casi tanto como los trabajadores a tiempo completo.

“Los trabajadores [gig] deberían ser empleados. Son empleados. No deberían clasificarse como contratistas independientes”, añade Ross. “Si estuviésemos hablando de personas que son efectivamente contratistas independientes, y pensando en maneras de proporcionarles más derechos y protecciones, eso sí que tendría sentido”.

La AFL-CIO ha publicado una serie de principios para la economía por encargo en la que se incluye la portabilidad de beneficios, la inclusión social y salvaguardias de la relación empleado-empleador. La federación cree que, si estos principios se adoptaran, se lograría una economía por encargo en la que se respetarían los derechos de los trabajadores.

De hecho, este tipo de modelo ya existe en un ámbito donde los sindicatos son fuertes, pero el trabajo a tiempo completo es poco habitual, de modo que la mayoría del trabajo se realiza mediante los gigs. Esto sucede en la industria de las artes escénicas donde, durante décadas, sindicatos como la American Federation of Television and Radio Artists han estado ofreciendo beneficios a trabajadores que son contratados por varios clientes.

“Muchos artistas tienen varios empleadores distintos a lo largo de un año. En consecuencia, sus sindicatos han desarrollado sistemas para recaudar por parte de todos esos empleadores los pagos de beneficios, responsabilizándose después de proporcionar atención sanitaria a los trabajadores que estén cubiertos”, dice Sipp. Ese modelo podría adaptarse a la economía por encargo.

De momento Uber se ha comprometido a luchar contra el caso de Seattle, y los expertos están divididos en cuanto a si las normativas se mantendrán o no. Al mismo tiempo, puede que sea demasiado tarde – los trabajadores y los sindicatos raramente utilizan la tecnología de la comunicación que hizo posible Uber, Lyft, Taskrabbit y toda la economía por encargo, para organizarse con el fin de obtener mejores derechos. Eso es lo que, más que nada, podría anunciar una verdadera transformación de la economíagig.

“Los sindicatos y otras iniciativas de organización de tipo cooperativa serán todo un éxito si resuelven cómo ser el gestor de los beneficios y el apoyo político para los trabajadores”, dice Sipp. “Es fácil imaginarse una plataforma tecnológica que funcione con un grupo de trabajadores de la economía gig para traer a los empleadores a la mesa de negociaciones y encontrar soluciones que permitan responder a las necesidades de los trabajadores”.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.