A pesar de su retórica antiinmigrante, Polonia es el país (del mundo) que más más trabajadores migrantes recibe

La Dra. Shaina Mehra es una psiquiatra india que vive en Varsovia y trabaja en una hermosa oficina donde atiende a pacientes internacionales. Tiene una estrecha relación de trabajo con el Dr. Ansari, un neurocirujano que también es un expatriado indio. Su exnovio, Devi, también decidió instalarse en Polonia, donde trabaja en una obra de construcción. Todos viven una vida maravillosa en una ciudad fascinante. Esta historia podría sonar demasiado bella como para ser verdad, pero no pensaron lo mismo los guionistas del taquillazo Kick, producido por Bollywood en 2014, un filme ambientado y rodado en la capital polaca. En esa época, no resultaba descabellado situar una comedia romántica de acción india en un país que solo un año después ganaría notoriedad por su hostilidad hacia los refugiados y los migrantes.

El partido nacionalista de Derecho y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco) llegó al poder en octubre de 2015, precisamente en pleno apogeo de la crisis migratoria en Europa, y su retórica antiinmigrante era infamante. Durante el período previo a las elecciones, el líder del partido, Jarosław Kaczyński, rechazó recibir refugiados en un momento en el que la Unión Europea intentaba asentar entre los Estados miembros de la Unión Europea a 160.000 personas desesperadas. Kaczyński advirtió que los migrantes acarreaban “todo tipo de parásitos y protozoos, que... aunque no son peligrosos en los organismos de estas personas, podrían ser peligrosos aquí”. Polonia es uno de los países más homogéneos desde el punto de vista étnico y religioso en Europa y su discurso de “Polonia Primero” ayudó al partido a ganar el 37,6% de los votos contra la Plataforma Cívica que gobernaba en ese momento (que solo obtuvo el 24,1%).

Polonia celebrará unas nuevas elecciones legislativas el 13 de octubre de 2019. A pesar de haber protagonizado sonados escándalos en los últimos meses y violar la ley de la Unión Europea con sus controvertidas reformas judiciales, la mayoría de las encuestas esperan que el PiS repita su victoria de 2015, gracias a una combinación de gasto social generoso, una economía en auge y la promesa de mayores prestaciones, entre las que se cuentan mayores prestaciones para los niños, mejores pensiones y un salario mínimo más alto. Sin embargo, en lugar de demonizar a los migrantes para garantizar el éxito electoral, esta vez el “enemigo a las puertas” del país es la “ideología de género”: derechos reproductivos, educación sexual, igualdad de género y, sobre todo, los derechos LGBTI, considerados como una amenaza para la existencia de los valores familiares católicos de Polonia.

“No estamos lidiando con una profunda crisis migratoria. No hay multitudes tratando de entrar a Europa [como las hubo en 2015]. Por lo tanto, el Gobierno no puede mostrar imágenes dramáticas”, afirma el profesor Antoni Dudek, politólogo e historiador de la Universidad Cardinal Stefan Wyszyński en Varsovia. “Además, la migración es un tema que no les conviene”.

En 2017, Polonia concedió la residencia a 683.000 extranjeros, según Eurostat: una quinta parte del total de permisos emitidos en todos los Estados miembros de la UE-28 y, con mucho, el mayor número para un solo país. El 87% de estos visados eran para trabajar. Además, según las Perspectivas de migración internacional de la OCDE, Polonia ha acogido a un número récord de migrantes en los últimos años: en 2017, con 1,1 millón de trabajadores migrantes registrados, Polonia fue el principal destino del mundo para la migración temporal, por delante de los Estados Unidos.

Vienen del este, e incluso de países más al este

A pesar de recibir un número récord de migrantes laborales, Polonia necesita todavía más trabajadores para impulsar su economía en auge: 1,5 millones más para 2025, según PricewaterhouseCoopers. En julio, los niveles de desempleo mostraron un mínimo histórico del 5,2% y han salido del país 1,7 millones de polacos –en búsqueda de mejores salarios y mayores oportunidades– desde la adhesión de este país a la Unión Europea en 2004.

Desde siempre, Polonia suele volver los ojos hacia su vecino en el este, Ucrania, y en menor grado, a otros antiguos Estados soviéticos para colmar sus necesidades de mano de obra. Hoy día, se calcula que hay dos millones de ucranianos que viven y trabajan en Polonia, en su mayoría efectuando trabajos mal pagados que los ciudadanos polacos no aceptan hacer. Las “similitudes culturales y étnicas” (léase: una población mayoritariamente blanca y cristiana) de los dos países hacen de Ucrania la fuente predilecta de trabajadores invitados.

Sin embargo, la situación está cambiando. Por ejemplo, los ciudadanos de Ucrania, Bielorrusia, Moldavia, Rusia, Georgia y Armenia pueden trabajar en Polonia sin permiso de trabajo hasta seis meses al año. No obstante, dado que la Unión Europea concedió a los ucranianos una entrada sin visado (solamente para asuntos de negocios, turismo y visita a familiares y amigos) en 2017, cada vez se desplazan más hacia el oeste a países como la República Checa y Eslovaquia para aprovechar sus oportunidades de trabajar en la economía informal en países donde pueden obtener mejores ingresos. Además, en 2020, Alemania planea abrir sus puertas cada año a 25.000 trabajadores migrantes no pertenecientes a la Unión Europea adicionales, Polonia teme perder un número aún mayor de trabajadores ucranianos.

Ahora Polonia busca trabajadores en el sureste asiático para paliar su déficit de mano de obra.

Cualquier empleador polaco que quiera contratar a un extranjero debe demostrar primero que el puesto no puede ser ocupado localmente para poder solicitar un permiso de trabajo (emitido por la autoridad local y que tiene una validez de hasta tres años). La mayoría de las empresas recurre entonces a una de las 8.642 agencias de contratación que emplean tanto a trabajadores temporales (contratados directamente por la agencia y destacados a misiones de carácter temporal en diferentes empresas) como a trabajadores a más largo plazo (contratados directamente por una sola empresa) para buscar mano de obra, preparar la documentación, organizar el viaje y formar a los trabajadores para prepararlos a ocupar los puestos vacantes.

Según Michał Wysocki, experto en derecho migratorio, las empresas polacas de primera fila prefieren contratar trabajadores directamente: “Los empleadores que invierten en la importación de un trabajador extranjero desde ahora quieren crear un vínculo entre ellos y la empresa para que puedan quedarse en Polonia y traer a sus familias”.

Actualmente, el número de trabajadores asiáticos en Polonia es aún reducido, pero se espera que aumente significativamente en los próximos años. Según datos del Ministerio de Trabajo a los que ha tenido acceso Equal Times, el segundo mayor número de permisos de trabajo concedidos a un solo país en 2018 fue el de 22.336 trabajadores nepaleses (en relación con los 262.461 permisos concedidos a trabajadores ucranianos y los 21.007 permisos para trabajadores de Bielorrusia, el tercer número más importante para un solo país). Ese mismo año, 10.002 trabajadores de Bangladés y 9.706 trabajadores indios recibieron permisos de trabajo.

Vulnerables a la explotación

No obstante, la emisión de un permiso de trabajo (que indica que una empresa confía la ejecución del trabajo a un trabajador en particular, así como el tipo de trabajo a realizar) es solo el comienzo del proceso: no garantiza que se concederá un visado de trabajo (que debe ser solicitado por el trabajador en su país de origen), o que el trabajador realmente empezará a efectuar el trabajo para el que ha sido contratado. Es un proceso largo y los representantes de las empresas afirman que pueden pasar hasta 18 meses antes de que un trabajador migrante pueda ocupar un puesto vacante.

El número de permisos de trabajo concedidos en 2018 a ciudadanos extranjeros originarios de África fue muy reducido, y más reducido aún el de extranjeros originarios del Oriente Medio (por ejemplo, 375 etíopes, 123 ghaneses, 93 nigerianos, 46 jordanos y 51 libaneses, según las estadísticas publicadas por el Ministerio de Política Laboral y Social), pero las redes de contratación existentes en el sudeste asiático convierten a la región en una fuente ideal de trabajadores calificados.

Sin embargo, aun cuando los trabajadores migrantes de bajos salarios de todas las nacionalidades son vulnerables a la explotación, muchos trabajadores asiáticos, que se encuentran lejos de su país, que no hablan el idioma local y cargan con los estereotipos de ser “trabajadores”, corren un riesgo particular.

“Los trabajadores de Asia son sólidos, minuciosos y precisos, como resultado de su educación en Asia”, afirma un encargado de contrataciones de nombre “Jack”, de Gdansk, al presentar sus servicios de contratación de trabajadores de Nepal, Bangladés e India en la bolsa de empleo de Lento.pl. “Son buenos para realizar trabajos físicos repetitivos, que requieran habilidades manuales, resistencia y atención”. Jack ofrece a las empresas una garantía de “prueba antes de comprar”, es decir, si al cabo de un mes, un trabajador no cumple con los requisitos del empleador, la empresa recibirá otro trabajador sin asumir costo alguno.

Equal Times también vio un anuncio de JDM Poland, una agencia de contratación de Varsovia, que anunciaba que los trabajadores migrantes de Gumtree estaban “100% disponibles y dispuestos a trabajar más de 200 horas al mes”. Según el Código de Trabajo de Polonia, por regla general, el tiempo de trabajo no puede exceder una media de 40 horas de una semana laboral de cinco días. La agencia asegura a los posibles empleadores que “las horas extras se pagan a la misma tarifa horaria [que las horas regulares]”.

Grzegorz Sikora, director de comunicaciones del Foro de Sindicatos (FZZ), comentó a Equal Times: “Nos encontramos ante la próxima etapa de la división mundial poscolonial”. Aun cuando los sindicatos reconocen que Polonia necesita mano de obra migrante, la preocupación es que “la política de contratación y la gestión de estos trabajadores no cumpla con las normas europeas”. El dumping social, así como la disminución de los salarios y de las normas de trabajo son peligros que los sindicatos tratan de evitar. “Cuanto más al este Polonia contrata su mano de obra, más grave se vuelve el problema”, afirma Sikora.

Aspectos positivos y desafíos

No obstante, es poco probable que dejen de contratarse trabajadores en el extranjero a corto plazo, especialmente debido a que los representantes de las empresas actualmente presionan al Gobierno para facilitar los procedimientos de contratación de trabajadores migrantes. La embajada polaca en Nueva Delhi, por ejemplo, que abarca India, Nepal y Bangladés, actualmente tiene un número de solicitudes de visado superior a su capacidad de tramitación.

Como resultado, muchas agencias de contratación ahora tienen los ojos puestos en trabajadores filipinos para ocupar puestos de trabajo en el sector de las TIC y en trabajadores de Vietnam para cubrir las vacantes en fábricas y obras de construcción. “Si se tienen en cuenta las necesidades en el mercado derivadas de la demografía, la emigración de los polacos y la escasez de mano de obra, Polonia no tiene más remedio que traer trabajadores de Asia”, señala Grzegorz Tokarski, un experto del sector privado y director gerente de Filipino Overseas Workers, una empresa de contratación de trabajadores.

Las nuevas oportunidades para los trabajadores migrantes que llegan a Polonia se abren a unos pocos privilegiados. El amor trajo a Rahul Pathare, de 35 años, a Polonia desde Alemania, donde hizo estudios empresariales internacionales. Originario de Mumbai, Rahul se mudó a Polonia en 2016 para vivir con su ahora esposa, Katarzyna, a quien conoció cuando estudiaba en Friburgo.

Los recién casados se establecieron en Uniejów, un pequeño pueblo a una hora al noroeste de Łódź, la tercera ciudad más grande de Polonia. Rahul trabaja durante la semana en una agencia de publicidad en Varsovia y vuelve a casa con su esposa y su hija Sara, de dos años, los fines de semana. “Me siento bien en Polonia”, nos comenta. “Tengo aquí un trabajo fantástico, una casa y una familia”.

Latika Bhardwaj ha vivido una situación más difícil. “Polonia no está acostumbrada a los inmigrantes morenos y negros”, dice la analista de facturas de 26 años, que llegó a Polonia desde Auckland hace un año para trabajar. “No digo que todos los polacos sean racistas”, aclara, pero sí que ha encontrado cierta hostilidad, particularmente en las tiendas, hostilidad que ella atribuye al color de su piel.

Según una nueva investigación de la Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos de la OSCE (OIDDH) y el Comisionado para los Derechos Humanos de Polonia, los delitos de odio contra los migrantes (específicamente los de África, Ucrania y aquellos que son visiblemente musulmanes, o se supone que lo son) habitualmente no son denunciados en Polonia. Y cada año, el 11 de noviembre, la Marcha de la Independencia, organizada por grupos nacionalistas y de extrema derecha para conmemorar la independencia del país, se ve empañada por incidentes de cánticos y violencias racistas y xenófobos. Sin embargo, Latika no está dispuesta a que esta situación le impida vivir en Polonia. “¿Por qué debería dejar este país? En Nueva Zelanda, trabajé por debajo de mis cualificaciones. Siempre quise tener un trabajo relacionado con la empresa y el francés, y lo encontré aquí. Este tipo de personas [racistas] se encuentran en todas partes. No puedes dejar que sean ellas las que dicten tus decisiones”, afirma desafiante.

Este artículo ha sido traducido del inglés.