Accidentes mortales, demoliciones ilegales, acusaciones de corrupción: la otra fachada del megaproyecto ’Belgrade Waterfront’

Accidentes mortales, demoliciones ilegales, acusaciones de corrupción: la otra fachada del megaproyecto 'Belgrade Waterfront'

En primer plano, las residencias del proyecto urbanístico Belgrade Waterfront, terminadas en julio de 2018, mientras continúa la construcción de los apartamentos Belgrade Waterfront Vista, justo detrás de ellas. Foto tomada el 19 de octubre de 2018.

(Nick Ashdown)

El megaproyecto inmobiliario Belgrade Waterfront, en pleno centro de Belgrado, suscitó nuevas críticas a mediados de septiembre, a raíz de la muerte de dos trabajadores que cayeron desde el piso 22 de uno de los edificios en construcción.

"Los trabajadores estaban en el suelo sin moverse (...). Los huesos de los muslos de uno de ellos le habían atravesado el pantalón y el otro tenía las piernas dobladas hacia un lado", dice un trabajador que se encontraba en el lugar cuando ocurrió el accidente y no quiso dar su nombre por temor a ser despedido.

"Inmediatamente después cundió un pánico generalizado. Los jefes y los empleadores expulsaron a todos los hombres que trabajaban ilegalmente, porque carecían de los documentos adecuados", añade.

Mientras presentaba sus condolencias cinco días después, el presidente serbio, Aleksandar Vučić, –uno de los principales valedores del megaproyecto Waterfront Belgrade desde que lo anunciara en 2012– sugirió que en Estados Unidos muere un limpiador de ventanas cada diez segundos. Uno de sus colaboradores había desenterrado este falso dato de la web satírica de noticias The Onion.

A los expertos expertos no les hace tanta gracia. Dicen que las condiciones laborales en las obras de construcción de Serbia, incluido el proyecto Waterfront, suelen ser muy deficientes.

“Es obvio que no se aplicaron las medidas de seguridad, y esto condujo a la muerte de los trabajadores", apunta Saša Torlaković, presidente del Sindicato Autónomo de Trabajadores de la Construcción. Afirma que los trabajadores que se desempeñan a esa altura tienen que hacerlo llevando arneses de seguridad.

El trabajador que habló con Equal Times dijo que las condiciones en la obra donde trabaja son pésimas y que, a menudo, ignoran las medidas de seguridad: "Las condiciones son, en una palabra, catastróficas".

Los inodoros portátiles están situados muy lejos y son de difícil acceso, por lo que los hombres suelen hacer sus necesidades en el suelo de la obra. Es frecuente que los trabajadores no usen equipo de seguridad, como tapones para los oídos.

"A nuestro lado han caído trozos de hormigón, piedras, tablas y otros objetos sin que nos diéramos cuenta", explica, y añade que los trabajadores murieron porque estaban sobre una plataforma que no estaba totalmente construida.

Torlaković explica que los bajos salarios han empujado al extranjero a los obreros de la construcción cualificados, sobre todo a países de la Unión Europea que pagan más, y se han quedado los trabajadores poco cualificados. Los míseros salarios obligan a estos hombres a hacer horas extras y a trabajar exhaustos.

"Eso es lo que lleva a los accidentes: pierden la concentración y se cansan", dice Torlaković.

El trabajador confirma que él y sus colegas trabajan más de 60 horas semanales, a pesar de que sus contratos estipulan sólo 40 horas, y a pesar de ello sólo ganan 422 euros al mes (unos 477 dólares USD).

Un representante de Belgrade Waterfront se negó a hacer comentarios, pero envió a Equal Times un comunicado de prensa expresando sus condolencias a las familias de los trabajadores y asegurando el compromiso del proyecto con los más altos estándares de seguridad:

"La empresa contrata exclusivamente a contratistas de renombre que respetan los más altos estándares de salud y seguridad y todos los edificios pasan inspecciones periódicas, que se llevan a cabo durante la ejecución de los trabajos de construcción, de acuerdo con la ley".

El 3 de octubre de 2018, un trabajador turco resultó gravemente herido tras caer en una de las obras de Belgrade Waterfront. Tres meses antes, 80 trabajadores turcos empleados ilegalmente en la construcción de un gigantesco centro comercial en el Waterfront convocaron una protesta ante su embajada en Belgrado por no haber recibido su salario durante dos meses.

Los políticos han promovido el Belgrade Waterfront como un proyecto que favorece la mano de obra local, pero Torlaković dice que no ha sido así: "Hay mucho trabajor ilegal y extranjeros. No vemos que los trabajadores regresen a Serbia para trabajar en el Belgrade Waterfront. Siguen marchándose fuera".

Una de las principales críticas al proyecto Waterfront es la falta de transparencia de los funcionarios.

"La mayor parte de la información sobre [la implementación] del proyecto no está disponible públicamente", dice Mario Reljanović, profesor de Derecho de la Universidad Sindical de Belgrado, especializado en cuestiones laborales.

Isidora Petrović, activista de Ne da da(vi)mo Beograd (No permitamos que Belgrado se hunda), un grupo que se opone al proyecto Waterfront, hace un llamamiento al Gobierno para que trabaje en pro del interés público, no de los inversores.

"Las autoridades e instituciones serbias están actuando como servicio de relaciones públicas de los inversionistas, a quienes entregan partes de las ciudades, pero también la vida de los trabajadores, que no tienen otro medio de ganar dinero que trabajar en condiciones inseguras...".

Polémico desde el principio

El Belgrade Waterfront, considerado uno de los mayores proyectos de renovación urbana de Europa, incluirá, entre otras cosas, el mayor centro comercial de los Balcanes, un teatro para ópera, un paseo marítimo de 1,8 kilómetros de longitud, ocho hoteles y un rascacielos de 42 pisos con 220 apartamentos de lujo. El colosal proyecto comprende un área total de construcción de 1,8 millones de metros cuadrados y albergará a 14.000 residentes en 6.000 unidades, a lo largo de la orilla oriental del río Sava, en el centro de Belgrado. Está previsto que la primera fase finalice en 2020, y que la construcción de dos fases adicionales continúe durante varios años más.

El Belgrade Waterfront ha sido un proyecto polémico desde el principio. No hubo un proceso de licitación abierto, ni un concurso internacional para elegir arquitectos, ni una consulta pública.

En abril de 2015, el contrato para financiar y desarrollar el proyecto se adjudicó sin más a la empresa de inversiones Eagle Hills Properties, con sede en Abu Dhabi. El presidente de la firma, Mohamed Alabbar, es también fundador de Emaar Properties, la constructora del Burj Khalifa de Dubai, el edificio más alto del mundo.

Un 68% de la propiedad y los beneficios serán para el promotor y un 32% para el Gobierno serbio.

Los apartamentos de lujo, los más caros de Belgrado, costarán hasta 7.000 euros por metro cuadrado (7.913 USD), aunque el salario medio en Serbia es de sólo 422 euros al mes (477 USD), uno de los más bajos de Europa.

A pesar de las promesas iniciales de que Eagle Hills invertiría la friolera de 3.000 millones de euros (3.391 millones de USD) en el proyecto, la cifra real parece ser drásticamente inferior: una inversión inicial de 150 millones de euros (169 millones de USD), con préstamos adicionales de hasta 150 millones de euros. Nadie parece conocer los detalles del acuerdo.

"El contrato principal no es secreto, pero todos los demás documentos sí lo son: no sabemos quiénes son los subcontratistas, cuántas personas trabajan o datos similares", comenta el economista Reljanović.

El Partido Progresista Serbio del presidente Vučić —un partido procomunitario, populista y de centroderecha— disfruta de un control holgado sobre el Parlamento y la Administración de Belgrado y lleva años dominando las instituciones políticas y los medios de comunicación serbios.

Los críticos acusan al Gobierno de Vučić de eludir y cambiar las leyes con el fin de acelerar el Belgrade Waterfront, además de aprovechar una laguna legal para declarar el proyecto de interés público, a pesar de que no satisface los requisitos habituales para ello.

"Los políticos utilizan Belgrado como un botín", asegura Dragoljub Bakić, miembro de la Academia de Arquitectos de Serbia.

Al acuerdo del Waterfront también le han llovido críticas por otorgar a la empresa emiratí Eagle Hills "derechos extraterritoriales", es decir, la libertad efectiva de controlar el proyecto sin tener que acatar las leyes serbias.

"Cuando el proyecto entró en la fase [de implementación], se evidenció que no iban a respetar muchos procedimientos, mecanismos y competencias legalmente establecidas", dice Reljanović.

"Existe una extraterritorialidad de facto, porque ninguna de las inspecciones [del Gobierno] tiene autoridad para [intervenir] en las ilegalidades que se cometen en las obras de construcción de BW (...). El contrato estipula que Serbia no adoptará ninguna ley que pueda contravenir los intereses de la empresa BW", abunda Reljanović.

"Un fracaso urbano completo"

Cientos de hogares y negocios han sido trasladados de tierras estatales para dar paso al proyecto, pero hubo gente que se negó y acabó produciéndose el incidente más controvertido relacionado con el Belgrade Waterfront.

El 24 de abril de 2016, —la noche de las elecciones en Serbia—, decenas de enmascarados armados con bates de béisbol y escavadoras demolieron ilegalmente varios edificios que obstaculizaban el proyecto, en el barrio de Savamala, recientemente renovado, mientras inmovilizaban a los transeúntes y les confiscaban sus teléfonos.

Se avisó a la policía, pero esta había recibido órdenes de no acudir. El propio Vučić dijo que estaban involucrados "los más altos funcionarios de la ciudad" (sin nombrar a ninguno). La exesposa del entonces alcalde Siniša Mali (hoy ministro de Finanzas) dijo que él le había confesado haber ordenado las demoliciones. El asistente de Mali se negó a hacer comentario alguno para Equal Times.

Decenas de miles de ciudadanos furiosos tomaron las calles en varias ocasiones para protestar. Se convocaron las mayores manifestaciones de Serbia en más de una década. El activista Petrović afirma que la prensa, en su mayoría progubernamental, se apresuró a calificarles de "traidores" y "mercenarios" y a acusarles de estar respaldados por potencias extranjeras.

La única consecuencia de las demoliciones ilegales fue la suspensión de empleo y la declaración de culpabilidad del comandante de policía de turno esa noche.

"Se puede concluir fácilmente que el Gobierno [decidió] que bastaba con sacrificar a alguien en la parte baja del escalafón, en lugar de dirigirse a los organizadores", dice Petrović. "La demolición requirió una planificación elaborada".

El arquitecto Bakić, que tiene 44 años de experiencia en proyectos en más de una docena de países, dice que el principal problema del proyecto es que carece de un plan urbano coherente.

"Se trata de un fracaso urbano total, de una equivocación desde todos los puntos de vista: urbanístico, arquitectónico, del tráfico, de las infraestructuras y de la política social", asegura, para añadir: “Están construyendo una ciudad separada en medio de la capital".

Bakić afirma que la zona donde se está construyendo el proyecto es la más valiosa de Belgrado y debería estar abierta al público.

"Nosotros, los arquitectos y urbanistas, queremos convertirla en el centro cultural de Belgrado una vez que la ciudad sea lo suficientemente rica, con bibliotecas, universidades, un teatro para la ópera, salas de música; con edificios de no más de tres pisos", apunta.

Para Bakić, la deteriorada infraestructura de Belgrado no puede soportar el proyecto Waterfront, y el tráfico supondrá un enorme problema en esta ciudad de 1,7 millones de habitantes.

"La infraestructura de Belgrado es muy antigua, lleva descuidada desde hace muchos años, y ahora van a construir viviendas para 25.000 personas en el centro de la ciudad", resume —utilizando una cifra que incluye espacio de oficinas para 12.000 personas en el proyecto—.

"Belgrado no sobrevivirá a esto. Un día, el tráfico se detendrá sin más".

Este artículo ha sido traducido del inglés.

Con información adicional de Saša Dragojlo.