Acoso laboral, una lacra tabú

Acoso laboral, una lacra tabú

El estigma social del acosado está tan arraigado en el sector laboral, que las víctimas prefieren mantener el anonimato y la mayoría de casos no se denuncian. Las empresas no quieren contratar a víctimas de acoso. Se les considera trabajadores difíciles o débiles, por lo que su reincorporación al mercado laboral es casi imposible.

(Voisin/Phanie/Phanie via AFP)
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“No quiero ser una víctima. Yo era una tipa que llevaba una 9mm Parabellum en el bolsillo. Nunca me he considerado una persona débil. Pero esos años de acoso me acabaron afectando, minaron mi autoestima”, explica a Equal Times Ana (nombre ficticio), una superviviente de acoso de 48 años.

Lleva más de una década esperando la indemnización de la batalla legal que inició en 2009 contra sus acosadores en la empresa de seguridad para la que trabajaba en Bilbao. Las tensiones se iniciaron cuando ella se negó a ignorar las irregularidades cometidas por sus superiores. Empezaron los insultos, las humillaciones y la violencia se fue incrementando hasta llegar a la agresión física mediante empujones. “A mí no me han callado la boquita, yo les empujaba también. Pero psicológicamente te van minando cada vez más y te hacen sentirte como un pajarito”.

Al no amedrentarse empeoró las cosas. Su resistencia duró más de un año, pero su exposición al hostigamiento le ha dejado secuelas de por vida: estrés postraumático, ataques de ansiedad que derivaron en una enfermedad autoinmune, diversas operaciones y una incapacidad permanente. Sin contar las decenas de miles de euros invertidas en llevar su caso a los tribunales y centenares de horas de terapia.

Los mismos síntomas que deja una violación o un conflicto armado, según los expertos. El acoso laboral produce en las víctimas depresión, ansiedad, enfermedades físicas y, a largo plazo, invalidez permanente o incluso el suicidio.

El estigma social del acosado está tan arraigado en el sector laboral, que las víctimas prefieren mantener el anonimato y la mayoría de casos no se denuncian. Las empresas no quieren contratar a víctimas de acoso. Se les considera trabajadores difíciles o débiles, por lo que su reincorporación al mercado laboral es casi imposible.

El Convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo es el primero a nivel internacional contra el acoso y la violencia laboral con implementación legal vinculante. Entró en vigor en junio de 2021, pero hasta ahora solo diez países lo han ratificado, entre ellos dos europeos, Italia y Grecia. Y de esa decena, únicamente Uruguay, Fiji y Namibia lo han implementado.

En el caso de España, abogados, terapeutas y trabajadores sociales especializados en acoso laboral aseguran que el problema ha ido en aumento en los últimos años. En un momento en el que en España empieza a hablarse de la salud mental como una prioridad, el acoso laboral sigue siendo un tabú –una situación similar que se reproduce en otros vecinos europeos, pero con matices–. Y esto a pesar de que todo apunta a que la salud y la seguridad en el trabajo (que incluye la salud psicológica) podría convertirse en un derecho fundamental de los trabajadores a mediados de año, objetivo por el que está batallando el mundo sindical dentro de la OIT.

Conocer el alcance implica dedicarle recursos

A falta de estudios estandarizados y estadísticas, psicólogos y psiquiatras de los centros de atención primaria y hospitales españoles consultados por Equal Times aseguran que la mayoría de sus pacientes acuden a su consulta como consecuencia de traumas y enfermedades desencadenados por el acoso laboral y que la cifra ha aumentado. Pero no se elaboran estadísticas.

Del total de 14 millones de trabajadores asalariados en España, se calcula que el 3,5%, o 490.000, sufre acoso laboral. De ese total, menos de un 2% se judicializa, y el porcentaje de casos ganados por las víctimas es desalentador. Son datos del Observatorio Vasco sobre Acoso y Discriminación, basados en el estudio de 1.100 sentencias sobre acoso laboral en España registradas entre 2014 y 2019. Es el estudio más reciente basado en datos tangibles, como son los casos judicializados.

Los datos de estos casos facilitan un perfil de acosadores, acosados y tipos de acoso. Un 75,9% de los acosadores son hombres, y un 24,1% mujeres. Entre los acosados, un 51,2% son mujeres, y un 48,8% hombres. La mayoría de mujeres son acosadas por mujeres. El principal tipo de acoso es moral (90%), seguido de discriminación origen étnico, religión, edad u orientación sexual (5,34%), un 2,11% es por razón de género (misoginia) y un 2,39% es acoso sexual. El 88% del acoso es vertical, de jefes a empleados.

Un estudio anterior publicado tras la crisis financiera y económica de 2008, el Informe Cisneros, sitúa el porcentaje de trabajadores acosados en España entre un 13 y un 15% de la población activa, basándose en 1.250 entrevistas a trabajadores en la Comunidad de Madrid, con garantía de anonimato, y un criterio más amplio sobre la definición de acoso. “Estamos hablando de un caudal de sufrimiento enorme no identificado que afecta a millones de personas. A las víctimas se las considera personas conflictivas, vagos, etcétera”, explica a este medio Iñaki Piñuel, psicólogo e investigador de la Universidad de Alcalá de Henares responsable del informe. “Llevo 20 años trabajando este tema. En junio de 2001 comparecí ante el Senado. Y poco se ha avanzado desde entonces. A la víctima de acoso laboral se la sigue tratando como un enfermo mental, un enfermo de estrés. Nuestras bien pensantes autoridades siguen pensando que el problema no existe”, agrega Piñuel.

¿A qué se debe esta falta de estadísticas? “A que no existe ningún interés por parte de las administraciones públicas, que son quienes deben implementar los medios para que se pueda conocer exactamente cuál es el alcance del acoso. Si se conociera su alcance real, habría que dedicar muchos recursos. Mientras que si se desconoce, no hay necesidad de hacerlo”, nos explica el presidente del Observatorio vasco, el abogado Juan Ignacio Marcos.

Los expertos advierten que la crisis económica desencadenada por la pandemia de la covid-19 empeorará la situación, ya que el mobbing (acoso en el lugar de trabajo) se intensifica con el aumento del desempleo y la reducción de los salarios. Al fin y al cabo, el acosador sabe que es el terror a perder el empleo lo que irá mellando a la víctima.

Según un informe de la UE, la ansiedad producida por riesgos laborales, entre ellos el acoso, es la segunda causa de enfermedad después de los trastornos musculoesqueléticos (TME), y se convertirá en la primera en 2022 o 2023. Sin embargo, tampoco a nivel europeo hay estadísticas fehacientes sobre hostigamiento laboral.

El tsunami que se prepara

La pandemia ha desencadenado “un tsunami” en la incidencia y prevención de riesgos laborales, “cuyo impacto se verá reflejado en la encuesta del 2024”, explica Xabier Irastorza, jefe de proyecto de la Unidad de Prevención e Investigación de la European Agency for Safety and Health at Work (EU-OSHA), cuyo informe ESENER es el único que se lleva a cabo a nivel europeo sobre prevención de riesgos laborales. Los resultados de esta encuesta son muy sesgados, ya que sólo participan empresas de forma voluntaria, es decir, las que mejor aplican protocolos contra riesgos, y se entrevista al empresario o directivo en empresas de menos de 40 trabajadores, y al técnico en prevención de riesgos en empresas de más de 40 trabajadores.

En el último informe ESENER de 2019, basado en entrevistas a más de 45.000 empresas en la Europa de los 28 (todavía con Reino Unido) más Islandia, Macedonia, Noruega, Serbia y Suiza, España se sitúa en la media europea, pero Irastorza facilita las claves para interpretar esta estadística y descubrir en qué países existe más incidencia de acoso laboral. “En el caso de España, cuando comparamos con otros países en materia de riesgos psicosociales, como el estrés, la violencia en el trabajo y el mobbing, vemos que en 2019 hay un mayor porcentaje de empresas con procedimientos para prevenir el bullying, comparado con el informe anterior de 2014. El porcentaje ha subido de un 41 al 56,3%”. Esto no indica una mayor incidencia del acoso, sino todo lo contrario, una mayor concienciación. A mayor conciencia, mayor prevención y, en consecuencia, menor incidencia de acoso.

En este sentido, se interpreta que las empresas que dicen no sufrir ningún problema de riesgos laborales, son las más preocupantes.

En España, un cuarto de empresas asegura no padecer ningún riesgo: “eso no puede ser, el riesgo siempre está”, asegura Irastorza; mientras que en Dinamarca solamente un 9% asegura carecer de riesgos, al nivel de otros países nórdicos. Eso significa mayor sensibilidad hacia el acoso, que consideran un “riesgo de organización” y que, por tanto, se puede prevenir.

El indicador que más luz arroja sobre el acoso laboral es si los trabajadores están implicados o no en la confección del protocolo de la empresa para riesgos laborales. “Resulta interesante que más de un tercio de los establecimientos entrevistados, un 34% de la EU de los 28, no tiene en cuenta a los trabajadores”, señala el informe. Los países que menos cuentan con sus trabajadores (para confeccionar su protocolo de riesgos laborales), lo que indica un mayor riesgo de mobbing, son Portugal (68%), Letonia (63%) y Polonia (61%).

“Esperábamos que el 49% en España fuera mayor. En la UE la media es de un 57%, por lo que España no está tan lejos. Pero tanto en la UE como en España la implicación de los trabajadores en la definición de medidas de prevención (incluido el acoso) ha bajado en el periodo del 2014 al 2019. Es preocupante que solo la mitad de las empresas españolas nos digan abiertamente que implican a sus trabajadores en la confección de riesgos, incluidos los psicosociales”, explica Irastorza.

Otro dato que indica la efectividad de la prevención de riesgos psicosociales es la elección del técnico por parte de los trabajadores, ya que si este es designado por los directivos, suele favorecer a la empresa y no al empleado. En este sentido, los países que más implican al trabajador son Finlandia e Italia (80%) y Suecia (75%). España está sobre un 30%, mientras que a la cola quedan la República Checa, Suiza, Alemania, Holanda y Reino Unido.

Según una infraestimación, el acoso laboral cuesta hasta un 4% del PIB. De esa cuantía se suele hacer cargo la seguridad social, el empresario no paga y suele recurrir las sentencias en su contra. Ana ganó su caso en los tribunales españoles a un altísimo precio. Pero no se arrepiente: “Mereció la pena. Me queda una victoria de momento, que la empresa ha tenido que cerrar. Yo moriré con las botas puestas y con la satisfacción de no haber bajado la cabeza”.