Alemania y el adiós definitivo al carbón: la lenta (y no siempre consistente) transición

Alemania y el adiós definitivo al carbón: la lenta (y no siempre consistente) transición

The reconversion of the Zollverein coal mine in Essen (western Germany) is now a tourist attraction (as a World Heritage Site), as well as being host to some 50 enterprises from the creative and digital sectors, a design university and a business incubator, among others. Photo taken in 2010.

(AP/Jens Meyer)

“Hasta el cierre de la última mina ni un solo trabajador se quedará en el camino”, es un lema repetido en la región de Renania del Norte-Westfalia, el corazón minero de Alemania, desde hace décadas. Ahora, ese momento ha llegado. El lugar que una vez llegó a quemar de 3,5 millones de toneladas de carbón anuales verá sus dos últimas minas de hulla cerrar en diciembre, poniendo punto y final a una era.

Hasta el momento, en la región han echado el cierre más de 100 minas, lo que ha hecho desaparecer 350.000 empleos en el sector en 50 años. Los ciudadanos han visto cómo gradualmente se cambiaban chimeneas por turbinas, como parte del Energiewende, la política de transición del Gobierno alemán, cuyo objetivo es producir el 35% de la energía eléctrica a través de fuentes renovables para el año 2020 y el 50% para 2030. El cambio de paradigma brinda oportunidades, pero no está exento de retos.

Un ejemplo es la mina Prosper-Haniel, en Bochum, uno de los dos yacimientos aún abiertos. Aquí, un equipo de cincuenta investigadores está trabajando en una batería de agua gigante que funciona con energía solar, eólica e hidráulica.

“La profundidad del pozo proporciona la infraestructura perfecta y las turbinas podrían funcionar durante cuatro horas, suministrando 800 megavatios-hora de energía de reserva, suficiente para hacer funcionar 200.000 hogares”, explica a Equal Times André Niemann, coordinador del proyecto en la Universidad de Essen-Duisburg. Está acostumbrado a hablar con la prensa; desde que se anunciara este proyecto el año pasado decenas de periodistas y políticos se han desplazado hasta la mina.

“Recibimos una delegación [lo mismo] de Virginia [que de] Polonia, y acabamos de volver de Sudáfrica”, cuenta. El proyecto también ha llamado la atención de China, principal productor y consumidor mundial de carbón. El entusiasmo, sin embargo, no viene acompañado de inversiones, se quejan: “El problema es que a todo el mundo le gusta esta idea, pero el mercado del almacenamiento por bombeo aún no existe”.

El coste inicial es de 600 millones de euros (unos 687 millones de dólares USD). “Los inversores no se atreven a correr el riesgo; actualmente es una apuesta, pero si elevamos nuestra dependencia de las energías renovables, en 10 o 15 años será realmente necesario”, y advierte: “el momento de pasar de la teoría a la práctica es ahora o la oportunidad podría pasar de largo”.

De llevarse a cabo y de forma exitosa, esta propuesta podría dar solución a una de las grandes barreras de las renovables: el almacenamiento de energía para poder aprovecharla cuando no corre el viento ni luce el sol. También reduciría el desempleo. Sin ir más lejos, el sector del almacenamiento de energía ya emplea a alrededor de 11.130 trabajadores, más de la mitad del número de personas que la industria de lignito, otro tipo de carbón mineral muy contaminante, según cifras de la Asociación Alemana de Almacenamiento de Energía.

Mantener la esencia y mirar hacia el futuro

La antigua cuenca minera se ha propuesto, además, ser líder en tecnología. Hay 200 minas en desuso y diferentes proyectos van viendo la luz. Pocos kilómetros más allá de Bochum se encuentra el complejo industrial de la mina de carbón de Zollverein, declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO (en 2001). A pesar de las apariencias, el turismo industrial no lo es todo. Alrededor de 50 empresas de los sectores creativo y digital ya se han trasladado al complejo minero. También se ha levantado una universidad de diseño y una incubadora de empresas, entre otros. En 1986, 3.000 mineros trabajaban allí. En 2016, la cifra de empleados ha llegado casi a igualarse: 2.780.

“Los visitantes no imaginan que una antigua mina pueda ser la sede de una empresa. A la hora de reconvertir las minas entran en juego muchos factores, tanto medioambientales como económicos. Municipios, ciudadanos, inversores: todos deben estar detrás del proyecto antes del inicio de cualquier procedimiento de aprobación”, indica Hans-Peter Noll, director de la Fundación Zollverein.

Uno de los retos de la transformación es mantener la esencia del lugar. Lo sabe bien el antiguo minero Heinz Spahn, de 78 años, quien en este mismo complejo solía separar el carbón de las rocas e impurezas. Ahora trabaja como guía turístico. “Empecé asistiendo a los tours como oyente, pero siempre tenía algo que añadir, conozco este lugar como la palma de mi mano”, indica, y señala lo que él llama la “Torre Eiffel de la cuenca del Ruhr” –el pozo de la mina, que cuenta con una torre de 55 metros, la principal seña de identidad de Zollverein–. Spahn intercala información detallada con sus propios recuerdos. No hay que escarbar demasiado para darse cuenta de que la memoria individual y colectiva estará asociada de por vida al proyecto resultante de la transformación.

Mantener viva la identidad es fundamental, pero no es lo único que hay que conservar. En Alemania, la etapa posterior a la extracción se denomina Ewigkeitslasten. La traducción literal de ‘Ewigkeit’ es ‘eternidad’. De hecho, a partir de 2019, la única empresa minera de Alemania, RAG, deberá gastar alrededor de 220 millones de euros anuales para cumplir con sus obligaciones posteriores al cierre.

“La mayor parte se gastará en bombear agua para evitar que los pozos se inunden”, indica Hubert Hüls, jefe de operaciones de la mina. Actualmente hay 6.000 mineros empleados en las dos últimas minas –Prosper e Ibbenbühren–. Los mayores de 49 años son elegibles para la jubilación anticipada, no obstante, una parte de todos ellos ha comenzado a formarse para hacer su incursión en otros sectores, o bien para lo que traiga la segunda vida de las minas.

Una puerta se cierra, y otra se abre. En el máster de estudios posmodernos de la universidad Technische Hochschule Georg Agricola (THGA) los estudiantes lidian con la subsidencia, la contaminación del agua o las explosiones de gas metano en las minas, y a su vez buscan nuevos usos para los yacimientos abandonados. La mayoría de los alumnos provienen de la región, pero también de otras partes del globo, como Luis Hormaza, ingeniero procedente de Bogotá. “Alemania cuenta con la tecnología y la experiencia para dar ejemplo al mundo en este ámbito; hay muchísimo campo que aplicar en Colombia”, comenta a Equal Times.

El coste de proteger el carbón

En esta transición, sin embargo, no todo es de color de rosa. El carbón todavía deja grandes manchas. Alemania seguirá importando hulla, ya que esto resulta más barato que extraerla dentro de sus fronteras. Y, sobre todo, seguirá quemando grandes cantidades de lignito para producir energía, por lo que el Gobierno de Angela Merkel ha sido acusado de mantener una política de doble rasero.

Alemania ha instalado más turbinas de viento que cualquier otro país de Europa, pero también es el país más dependiente del carbón, para generar electricidad, de toda la UE. Esto pone en duda que pueda cumplir sus compromisos medioambientales. “Es poco probable que Alemania cumpla sus objetivos climáticos en 2030”, sentencia Claudia Kemfert, responsable del área de energía, transporte y medioambiente del centro de investigación German Institute of Economic Research. El combustible fósil que una vez sentó los cimientos del mercado común ahora divide al viejo continente.

“Los políticos son reacios a decidir sobre una fase de salida de carbón concreta, ya que temen a los sindicatos del carbón y a posibles pérdidas de empleo; [el sector minero] tiene una conexión históricamente fuerte con los socialdemócratas (SPD), aunque curiosamente hay cinco veces más personas trabajando en el área de energías renovables que en el del carbón”, añade.

Otras voces, por el contrario, defienden que se necesita más tiempo. “Una de las lecciones aprendidas de la eliminación de la hulla es que debe darse un consenso entre todas las partes involucradas: los políticos, las comunidades locales, los ciudadanos, los sindicatos y el sector privado. Para que la salida del lignito se produzca de forma ordenada, ha de ser un proceso largo, probablemente lleve de nuevo una década”, añade por su parte Jürgen Kretschmann, director del master de THGA Georg Agricola.

El pasado junio, precisamente, se puso en marcha la esperada comisión del carbón, que reúne a 31 miembros entre los que se encuentran políticos, representantes de la industria, líderes sindicales, medioambientalistas y científicos. Su cometido es el de encontrar el difícil equilibrio entre renunciar al carbón y propiciar una transición justa (para los trabajadores del sector).

Se espera que la comisión presente una fecha “de salida” del carbón en el marco de la conferencia climática COP24, que tendrá lugar este año en diciembre en Katowice, Polonia.

A Heinz, nuestro guía en Zollverein, ya no le importa la política. Sus palabras denotan respeto por el futuro junto con cierto orgullo. “He asistido a todas las protestas; he vivido mi vida, mis hijos y mis nietos no trabajan en la industria y eso está bien, pero mi principal preocupación [ahora] es si toda esta tecnología será [finalmente] inútil. No olvides que todo está hecho de oro negro, incluso este lápiz con el que estás escribiendo tus notas”.

This article has been translated from Spanish.