Arte al otro lado del puente: cuando racismo y machismo se combaten con versos

Arte al otro lado del puente: cuando racismo y machismo se combaten con versos
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“Mujer, camina con otras como tú. / Ellas son tu sol”. Estos versos de Jenyffer Nascimento, autora del libro de poemas Terra fértil (Tierra fértil), resume el espíritu de Fala Guerreira (Habla, guerrera), una revista hecha por y para mujeres de la periferia de São Paulo, que pretende dar que pensar a las mujeres del barrio, valorizar sus luchas y discutir temas como la violencia machista, la sexualidad femenina o la maternidad.

Fala Guerreira nació por iniciativa de un grupo de mujeres de Jardim Ibirapuera, un barrio de la periferia sur de São Paulo. La historia del colectivo remonta a 2011, cuando presenciaron el asedio a una mujer en un sarau de poesía. De su rechazo a esa violencia, de su hartazgo colectivo, nació la Mostra das Rosas (Muestra de las Rosas), una muestra cultural feminista y periférica; la revista, nacida en 2015, fue un paso más en esa dirección.

Así lo describen ellas: “Parimos, y en las páginas de esta revista está el registro de ese proceso de gestación, muchas veces contradictorio, doloroso y por encima de todo, valiente y empoderador”.

Pero, ¿qué son los saraos, o, en portugués, saraus? Son el epicentro del movimiento literario y cultural que ha transformado la periferia de São Paulo.

Los saraus son encuentros, casi siempre en bares populares –los botecos–, en los que los parroquianos suben al palco de forma espontánea para leer poesía, de su autoría o de otros autores periféricos.

Si en el resto del mundo la poesía queda por lo general recluida a círculos pequeños y elitistas, en la periferia paulista gana terreno y se convierte en el arte más popular. Los saraus no han dejado de multiplicarse desde que surgieron, hace cerca de dos décadas, en los barrios populares de la mayor ciudad de América del Sur.

 

Arte en las quebradas

Al poeta Binho le gusta decir que una golondrina “no hace verano, pero puede despertar al bando entero”. Es decir, un hecho aislado no cambia la realidad, pero la acción de una sola persona puede ser el detonante de un cambio colectivo.

Por experiencia lo sabe él que, durante quince años, promovió en su bar un sarau que transformó el barrio de Campo Limpo. Hace tres años, tuvo que cerrar el bar, pero el sarau pervivió en su versión itinerante. Es, junto a Cooperifa de Sérgio Vaz, el más longevo de los cerca de 80 saraus que ya existen por toda la ciudad, desde sus periferias hacia el centro.

En las favelas y periferias de São Paulo, las calles y aceras están mal pavimentadas. Quebradas. Por eso la jerga popular bautizó de quebradas los barrios periféricos. En la ciudad más rica y más poblada de América del Sur, el 11% de la población, más de 2,1 millones de personas, se hacinan en favelas y barrios informales mientras el mercado de productos de lujo en la ciudad crece a pesar de la crisis.

Y esa insultante desigualdad va en aumento. En la capital paulista, en 1991 el índice Gini, que mide la desigualdad (cuanto mayor es el índice, que va de 0 a 1, más desigualdad), era de 0,57 y en 2010 crecía hasta 0,64, consolidando una virtual situación de apartheid en la que los barrios céntricos y acaudalados se distancian cada vez más de los barrios periféricos, separados por los ríos Tietê y Pinheiros, y por un muro invisible que ningún puente pareciera capaz de atravesar.

¿Y si el puente más eficaz fuese la poesía? Los saraus son, antes que nada, lugares de encuentro y militancia.

“El único espacio público que el Estado nos dio fue el bar. De pronto los bares se llenaron también de mujeres, niños y poetas. Se imaginaron que íbamos a terminar bebiendo cachaça y transformamos los bares en centros culturales; y ya no tienen forma de controlarnos, porque lo que no falta son bares en la periferia”, ironiza el poeta Sérgio Vaz, agitador, cada martes, del más concurrido y célebre sarau de la ciudad: la Cooperifa, que este mes de septiembre celebró sus 15 años de vida.

De Vaz son los aforismos que, en carteles o grafitis, decoran las calles de la periferia sur: “Revolucionario es aquel que quiere mudar el mundo y tiene el coraje de comenzar por sí mismo”. “Ayer soñé tu sueño / sin saber que también era mío”. Un sueño que los llevó a Buenos Aires en 2013, cuando los saraus de Binho y la Coooperifa acudieron, invitados por la Feria del Libro de la capital argentina, para explicar al país vecino qué son los saraus periféricos.

En Brasil, las clases sociales tienen color: a este lado del puente, la ciudad se ennegrece y se vuelve mestiza. “El mundo es diferente del puente para acá”, dijeron los Racionais MC’s, una banda de rap de la periferia sur.

Cuando aparecieron estos raperos en los años 80, barrios como Campo Limpo, Capão Redondo y el Jardim São Luis ostentaban escandalosas cifras de homicidios relacionadas con el narcotráfico y la criminalidad, pero también con la violencia policial, que acosa a los jóvenes negros, pobres y periféricos: según un estudio de la Universidad de São Carlos, en São Paulo, con un 30% de población negra, un 61% de las víctimas de muerte a manos de los agentes policiales son negros; entre los jóvenes de 15 a 19 años, dos de cada tres muertos a manos de la Policía Militar son negros.

Aquel sueño tiene que ver con la recuperación de la identidad y la superación del estigma. Los poemas que se recitan en los saraus hablan de racismo y discriminación, pero también “registran rutinas, sonidos, movimientos y paisajes que afirman una cultura del ser periférico, ya no partiendo de la idea de carencia, sino, por el contrario, de la idea de riqueza cultural”, escribe Lucía Tennina, investigadora y docente de la Universidad de Buenos Aires.

Y ahí está la victoria de los saraus: “Las clases dominantes construyen en el imaginario colectivo ideas que inferiorizan al sometido y sostienen su dominación. La televisión muestra la periferia como algo feo; pero no lo es, así como los africanos o los indígenas no eran primitivos”, sostiene Binho.

 

La voz de las guerreras

Ocurre que ese arte por y para las periferias no siempre quiso incluir a la mitad de esas comunidades: las mujeres. Y ellas comenzaron a entender la necesidad de llevar a los saraus las discusiones que interesan a las mujeres, y comenzaron a cuestionar los machismos, micro y no tanto, que atraviesan toda la sociedad, y que tiene su reflejo en los saraus.

Para denunciarlo, un grupo de mujeres lanzó la campaña: #NãoPoetizeSeuMachismo (no poetice su machismo). “Poetizar el machismo es disfrazar actos machistas, como asedios y violencias, a través de poesías y conversaciones que tratan de minimizar el error”, explica Camila Costa, una de las articuladoras de la campaña y del Sarau Antene-se.

“Creemos que todas las mujeres son feministas, aunque todavía no lo sepan”, señala Silvana Martins, diseñadora de Fala Guerreira y fundadora del Sarau da Ademar, uno de los primeros saraus con una importante presencia femenina.

Hoy, cada vez más, ellas ganan terreno para hacer escuchar la voz de las mujeres negras y periféricas, una voz a menudo ocultada tanto por el feminismo blanco de clase media, como por los varones del movimiento periférico. Se han atrevido incluso con referentes de ese movimiento, desde los Racionais MC’s a las novelas de Férrez.

El cambio que han provocado los saraus no es abstracto: está ahí, en las decenas de personas que “no sabían lo que era un poema y ahora están editando libros”, como recuerda el músico y escritor Zinho Trindade. También en los jóvenes de Capão Redondo que antes ocultaban su procedencia y ahora reclaman con orgullo su identidad periférica. Quince años después de que arrancaran los primeros saraus, éstos han transformado la vida en los barrios. Ahora, ellas han tomado la palabra.