¿Puede una reforma legal, por sí sola, eliminar el problema del matrimonio infantil en Georgia?

En Georgia, una de cada siete mujeres se casa antes de cumplir los 18 años y al menos dos niñas menores de edad se convierten en madres cada día. Los defensores de los derechos humanos de este país esgrimen los últimos estudios sobre los matrimonios infantiles para afirmar que estas cifras no reflejan el alcance de la realidad, oculta por la falta de estadísticas precisas sobre esta práctica, debido al elevado número de casos no registrados.

Los matrimonios infantiles proliferaron en Georgia tras la caída de la Unión Soviética, cuando el país quedó sumido en un maremagno de conflictos militares, inestabilidad socioeconómica, desempleo masivo y escasez de alimentos. Para combatir esa lacra, el Estado prohibió en 2017 la inscripción de matrimonios de menores de 18 años.

Hasta entonces estaban autorizados con el consentimiento de los padres y, poco después, con el permiso del tribunal, a partir de los 16 años de edad.

Sin embargo, a pesar de esta enmienda progresista, la práctica persiste y adopta otras formas, como las uniones informales y los compromisos matrimoniales de menores de edad, que afectan desproporcionadamente a las niñas.

De hecho, los informes del Defensor del Pueblo de Georgia sobre pedidas de mano a menores de edad han alcanzado un máximo. Nino Iakobidze, del Departamento de Igualdad de Género, atribuye este repunte al intenso debate que suscitan estos compromisos matrimoniales con menores de edad y a una mayor conciencia de la opinión pública sobre los efectos perjudiciales de esta práctica.

Desde una perspectiva de género, esta tendencia pone de manifiesto el peligro que supone específicamente para las niñas estos compromisos matrimoniales, porque se las presiona con mayor frecuencia para que entablen tales relaciones, debido a las expectativas sociales, y porque "a diferencia de los niños, las niñas tienen menos posibilidades de negarse a aceptar estos compromisos". Por todo ello, corren un riesgo mayor de contraer matrimonios forzados", subraya Iakobidze.

Bella, de 24 años de edad, procede de una pequeña aldea de etnia azerbaiyana situada en la región oriental de Kakheti, en Georgia. Se comprometió en matrimonio justo después de graduarse de la escuela secundaria. Aunque en ese momento acababa de cumplir 18 años, los planes de su familia de casarla comenzaron mucho antes de que ella alcanzara la mayoría de edad. Bella se enteró inesperadamente, cuando estaba a punto de mudarse a la capital, Tbilisi, para preparar sus exámenes de ingreso a la universidad y estudiar periodismo.

"Me enteré de mi compromiso cuando los invitados llegaron a nuestra casa con una caja roja que contenía el anillo de boda. La colocaron encima de una bandeja de dulces. Cuando vi la caja, miré a mi madre con la esperanza de que rechazara la petición, pero la aceptaron. Cuando me lo dijeron, me eché a llorar de frustración", recuerda.

Para estudiar en la universidad, Bella habría tenido que vivir sola, lejos de su comunidad, y sus padres consideraron que tenían que acelerar su compromiso, para proteger su honor: "Creían que dejarme vivir en la ciudad sin supervisión me colocaría en una situación indeseable, así que sellaron el trato apresuradamente. Yo era demasiado tímida para resistirme y tampoco quería complicar las cosas a mi familia", lamenta Bella, con un gesto de tristeza.

Le costó tres súplicas entre lágrimas y varios meses de conflicto con su controlador prometido, para convencer a sus padres de que rompieran el compromiso. "Cada vez, toda mi familia intentaba persuadirme de que mantuviera el compromiso. Lo consiguieron las dos primeras veces, pero al final, logré romper".

Cercenar las oportunidades

Desde entonces, Bella trabaja como periodista y habla en talleres sobre matrimonios infantiles dirigidos a comunidades georgianas con población originaria de minorías étnicas, donde, según ella, la gente ha encontrado formas de evitar que sus matrimonios sean señalados como "infantiles".

"Algunas niñas casadas no dan a luz hasta que cumplen 18 años, así evitan que aparezcan casos de madres menores de edad en los hospitales. Otras interrumpen su educación secundaria para casarse, pero no dicen en su escuela la verdadera razón por la que la abandonan", explica Bella.

Según un estudio realizado en 2017 por el Centro Nacional para el Control de Enfermedades y la Salud Pública de Georgia, el 98% de las niñas que se casan antes de los 18 años no cursan estudios superiores.

En Georgia se tiene la percepción de que los matrimonios infantiles abundan entre las minorías étnicas y las comunidades rurales, pero estudios recientes demuestran que son comunes en todo el país, independientemente del origen étnico y de la ubicación geográfica, lo cual es indicativo de una mayor desigualdad entre los hombres y las mujeres y de unos problemas socioeconómicos del país mucho más profundos.

"Los matrimonios infantiles se contraen por igual en comunidades de etnias georgianas y minoritarias, les diferencian sus características y causas. En el primer grupo, la media de edad para contraer matrimonio es de 16-17 años y entre las minorías étnicas [la pedida de mano] puede tener lugar hasta a los 13 años", dice Natia Gvritishvili, coordinadora de proyectos en Union Sapari, una ONG que defiende la erradicación del matrimonio infantil.

"Recibimos menos solicitudes de asistencia de personas de etnia georgiana porque con ellas no se producen compromisos matrimoniales forzosos [a diferencia de lo que ocurre en otras comunidades étnicas]", explica Gvritishvili.

Aparte de las normas de la cultura patriarcal, otro factor que impulsa el matrimonio infantil es la pobreza, que cercena las oportunidades de las jóvenes socioeconómicamente vulnerables en Georgia, especialmente en las periferias del país. En 2016, la tasa de desempleo entre jóvenes de 20 a 24 años ascendía al 30%.

Apenas hay posibilidades de desarrollo personal y ello empuja a muchos jóvenes georgianos a optar por casarse cuanto antes, como solución viable a las privaciones económicas. En tales circunstancias, las niñas sufren más. Los datos de 2015 de la Oficina Nacional de Estadística de Georgia desglosados por sexo y edad muestran que, en todo el país, el número de casamientos de niñas de 16 a 19 años es cinco veces superior al de los varones.

"Especialmente en las zonas rurales y montañosas, donde la pobreza es el problema más acuciante, la gente contrae matrimonio siendo menor de edad como una forma de sobrevivir. Los niños y las niñas que se casan voluntariamente lo hacen para escapar de las adversidades", dice Ana Abashidze, presidenta de la ONG Partnership for Human Rights, con sede en Tbilisi.

"Por eso, a menos que el Estado resuelva el problema aplicando una política social adecuada, las medidas punitivas impuestas sólo a quienes están intentando sobrevivir serían injustas", agrega.

Para hacer frente a todas las formas de matrimonio infantil en Georgia, la Asociación para los Derechos Humanos pide al Estado que introduzca medidas de prevención integrales, mecanismos adecuados de ejecución y, lo más importante, que se reconozca el problema como un mecanismo de control coercitivo sobre las mujeres.

"Aunque la modificación de la legislación fue un paso adelante correcto y necesario, la situación general no ha cambiado", dice Abashidze.

"El matrimonio infantil, que es una de las raíces de las desigualdades entre los hombres y las mujeres, destruye las perspectivas que tienen las personas en la vida, especialmente de las niñas, razón por la cual los políticos deben hacer campaña y comunicar abiertamente que esta práctica es el origen del control social de las mujeres, priva a las personas de oportunidades y aumenta el riesgo de abusos. A menos que el problema se aborde con voluntad y medidas políticas, resultará difícil eliminar el matrimonio infantil en Georgia", concluye.

Este artículo ha sido traducido del inglés.