‘Black Lives Matter’, también en el mundo árabe

‘Black Lives Matter', también en el mundo árabe

A demonstration held in front of the Municipal Theatre in Tunis was a protest over a racist attack in late 2016.

(Ricard González)

La eclosión del movimiento Black Lives Matter (BLM, o ‘las vidas negras importan’), reforzado a raíz del asesinato de George Floyd en Minesota (EEUU), ha reabierto un necesario debate en la sociedad estadounidense sobre la persistencia de un racismo estructural. Sin embargo, la discriminación étnica o racial es un fenómeno global presente en prácticamente todos los rincones del planeta. Y el mundo árabe, con una larga tradición esclavista, no representa una excepción. La enorme repercusión de las protestas en EEUU ha servido en bandeja a los activistas árabes a favor de la igualdad la oportunidad de abordar en el espacio público un verdadero tabú: el racismo contra los negros.

Una vez más, Túnez se ha situado a la vanguardia de la región. A principios de junio, cientos de personas se congregaron en el centro de la capital para mostrar su solidaridad con el movimiento BLM y denunciar los maltratos y abusos que padece la comunidad negra del país. Aquella fue la única manifestación de apoyo a BLM en todo el mundo árabe. Las noticias provenientes de EEUU animaron a los activistas locales, como explica Inés, creadora de la página BLM Tunisia en Instagram: “Decidimos crearla porque el mundo entero había dicho basta. Nuestro objetivo es documentar abusos contra los negros y concienciar a la sociedad”.

A finales de 2016, un crimen racista conmocionó a la sociedad tunecina y empujó a las autoridades a actuar. Tres jóvenes congoleños fueron apuñalados en el centro de la capital sin razón aparente.

Poco más de un año después, el Parlamento aprobó la primera ley contra la discriminación racial del mundo árabe, una vieja reivindicación de Mnemty (“mi sueño”, en dialecto árabe), la principal ONG antirracista del país, creada después de la revolución de 2011.

Según la legislación, los insultos o comentarios despectivos se sancionan con entre un mes y un año de cárcel, además de multas de hasta 350 euros (unos 410 dólares USD). “La ley constituye una victoria importante para nosotros. Es necesario contar con una ley que nos permita denunciar. Ahora bien, se está aplicando poco. Es necesario educar a la ciudadanía en sus derechos, así como a las instituciones, sobre todo, a la policía”, advierte Rania Belhaj, una activista que ha militado durante años en Mnemty.

Un pequeño paso en este marco, pero “histórico” –según la organización de derechos humanos Minority Rights Group International (MRG) y Mnemty–, se dio hace tan solo una semana, cuando el tribunal de primera instancia de Médenine (Túnez) juzgó a favor de Hamdane Atig Dali, un ciudadano de 81 años que solicitaba retirar ‘Atig’ (literalmente ‘liberado por’, un remanente de la esclavitud en el país) de su nombre en todos sus documentos oficiales, por perpetuar la discriminación, humillación y el desprecio a la dignidad humana.

Un debate prácticamente ausente (salvo en las redes sociales)

“El racismo es un serio problema en todos los países árabes. Pero quizás es más pronunciado en el Norte de África por el mayor peso histórico de la esclavitud de personas del África subsahariana”, comenta Marta Scaglioni, una investigadora de la Universidad de Milán que ha publicado recientemente un libro sobre la materia. “Ahora bien, tradicionalmente, se ha expresado de una forma diferente que en Occidente. La discriminación no está vinculada con el color de la piel, sino más bien con el hecho de pertenecer a un linaje de esclavos. Si tienes la piel oscura pero tu genealogía es árabe, no hay estigma”, añade Scaglioni.

En su obra La esclavitud en el islam, el antropólogo argelino Malek Chebel escribió que “de una dinastía a otra, de siglo un siglo a otro, la esclavitud se convirtió en una realidad musulmana”. De hecho, la práctica (con todos sus matices y contexto histórico) es avalada en el Corán. Túnez presume de ser el primer país del mundo árabe y musulmán en abolir la esclavitud en 1846, antes que algunos países occidentales (concretamente los EEUU). Pero en Marruecos fue legal hasta 1922, y aún era tolerada hasta la mitad del siglo XX. “No existen cifras oficiales en ningún país, pero en Túnez, los activistas cifran la población negra entre un 10 y un 15% de la población [total]. En Marruecos podrían ser más”, apunta Scaglioni.

Ante la falta de libertades en la mayoría de países árabes, el debate sobre el racismo ha tenido lugar sobre todo en las redes sociales. Además de los posts de activistas y ONG, la cuestión ha adquirido una notable visibilidad gracias al posicionamiento de algunos famosos negros, como la modelo saudí Abeer Sinder o el actor egipcio Mohamed Ramadan. Los testimonios recogidos en las redes sociales son muy parecidos de punta a punta de la región, y algunos han suscitado decenas de mensajes de odio.

En un vídeo con más de dos millones de visualizaciones, la actriz palestina Maryam Abu Khaled denuncia cómo desde pequeña ha escuchado comentarios despectivos sobre su aspecto, y recuerda que de niña algunas madres de sus amigos decían: “no estés bajo el sol que te quemarás y te parecerás a Maryam”. En Túnez, Belhaj también se ha cansado de escuchar comentarios negativos sobre la negritud, asociada a la suciedad o fealdad: “Es muy habitual que la gente te trate de abid [esclavo, en árabe], wasif, la palabra con la que los patrones llamaban a los esclavos, o kahlouch, que significa ‘negro’, en nuestro dialecto”. A menudo, se cruza la línea de la violencia. “Tenía un novio que era blanco, y su hermano me lanzó amenazas muy graves, incluida la de matarme, si no abandonaba la relación”, asevera.

Hija de madre marroquí blanca y padre centroafricano, Sophia Griss Bembe ha experimentado en sus propias carnes el estigma de las parejas mixtas. “La familia de mi madre nunca aceptó el matrimonio, y durante años fue un motivo de conflicto en nuestros viajes a Marruecos. Este racismo se reproduce también en las comunidades migradas a Europa”, asevera esta joven residente en Francia que ha creado la página Mazeej (“mezcla”) con el fin de reflexionar sobre la identidad árabo-africana.

A pesar de todas las evidencias, una mayoría de la población en los países árabes niega la existencia de un problema de discriminación racial. Bajo este razonamiento, en 2012, el Gobierno de Marruecos negó la autorización necesaria para la constitución de ONG que querían combatir el racismo contra los negros, y diversas iniciativas legislativas para castigar la discriminación no han llegado a buen puerto.

“La narrativa dominante es que, en el islam, todos somos hermanos y no hay discriminación. Y cuando explicas que a menudo te llaman ‘kahloucha’ o ‘wasifa’, argumentan que son apelativos cariñosos, pero, obviamente, no lo son”, comenta Belhaj.

“Durante las últimas décadas, ha aparecido un nuevo racismo de tipo fenotípico, como el occidental basado en el color de la piel, sobre todo en las grandes ciudades, y que se ha visto reforzado por la llegada de miles de migrantes extranjeros”, advierte Scaglione. En muchos países árabes, el racismo se solapa con el clasismo, asentado sobre sistemas legales que no protegen a los refugiados o migrantes, como el de la kafala, muy extendido en el Golfo Pérsico y en Líbano. “El sistema de kafala permite a los patrones el control sobre el estatuto legal de los trabajadores migrantes, lo que facilita los abusos y la explotación, incluido el racismo... Ciertamente, la discriminación racial y de clase están vinculadas”, sostiene Rothna Begum, investigadora de Human Rights Watch.

Nour Khalil, un consultor egipcio especializado en los derechos de migrantes y refugiados, denuncia que estos son víctimas de los comportamientos racistas más violentos. “En mi trabajo, no he encontrado un refugiado o migrante africano que no haya padecido el racismo, al menos verbal... Los niños son los más vulnerables y lo sufren a diario en las calles”, explica a través de un e-mail. A menudo, son víctimas de agresiones físicas que pueden desembocar en heridas graves o incluso la muerte. En Libia, un país sumido en el caos, la trata de personas, la mayoría de origen subsahariana, es una auténtica lacra.

Ante esta dura realidad, activistas y expertos abogan por aprobar leyes que persigan y castiguen estos comportamientos. “Aunque la Constitución egipcia de 2014 prohíbe cualquier tipo de discriminación racial, el Código Penal no define los crímenes ni prescribe penas”, apunta Khalil. Ahora bien, también se debe actuar en el campo de la cultura, como sugiere el ejemplo de Túnez. “No basta con una ley. Se debe educar a los niños en las escuelas contra el racismo. Los medios deben también tratar este tema, y se debe promover la presencia de negros en el periodismo, la política, la Academia, etc.”, sugiere Inés, de BLM Tunisia.

This article has been translated from Spanish.