Bolivia, en el filo de la navaja

Bolivia, en el filo de la navaja

The current Bolivian crisis is rooted in a long history of abuse against the country’s large indigenous population, which was partially rehabilitated by the government of Evo Morales, thanks to the recognition of long-ignored rights and notable material improvements for the most disadvantaged.

(Juan Antonio Sanz)

ANÁLISIS | La convulsión política que vive Bolivia pone sobre el filo de la navaja las reformas emprendidas por Evo Morales en los últimos trece años, así como la recuperación económica que impulsó el ya expresidente. Ahora, Bolivia encara unos momentos de gran incertidumbre que pueden infligir un daño irremediable a su economía, ralentizada en los últimos tiempos por el notable incremento de la deuda pública, la caída en la producción de hidrocarburos, el déficit fiscal y la reducción de sus reservas internacionales de divisas.

La actual crisis boliviana hunde sus raíces en una larga historia de abusos contra un amplio sector de la población, de origen indígena, que fue rehabilitado en parte por el Gobierno de Evo Morales, gracias al reconocimiento de unos derechos largo tiempo ignorados y a las notables mejoras materiales para los más desfavorecidos.

En las elecciones de octubre pasado, a las que se presentó Morales ignorando el “no” mayoritario (a concurrir a la reelección presidencial) en el referéndum de febrero de 2016 (pero que luego autorizaría el Tribunal Constitucional), Evo hacía frente a ocho candidatos opositores, entre ellos el expresidente Carlos Mesa. Tal fragmentación de la oposición ofrecía una idea cabal del panorama político de Bolivia, en el que el aún mandatario todavía recogía los frutos de sus más de trece años de Presidencia a pesar de las sombras que ya se cernían sobre el país.

La clave del éxito de Evo en la dirección de Bolivia estuvo en primer lugar en el ámbito social, con el empoderamiento de la enorme masa de población de origen indígena que forma parte de los 11,3 millones de habitantes del país. En el último censo, un 62,2% de los bolivianos se declaró indígena.

En segundo lugar, la estatalización de los hidrocarburos en 2006 (al cumplir cien días de su primer Gobierno) permitió revertir en la población los beneficios de la comercialización del gas y así aumentar la demanda y el consumo internos. La electricidad y su venta a los países vecinos conformaron la segunda pata del modelo energético de Morales. Además, se fomentó la cooperación con los grandes propietarios agrarios del este del país y se hizo la vista gorda ante la economía informal, que conforma más del 80% de la economía boliviana. Con estos instrumentos, se rebajó la pobreza extrema del 38,2% al 15,2%, y la pobreza general cayó del 60,6% al 34,6%, según datos gubernamentales.

Bolivia se benefició además del “superciclo de las materias primas, 2004-2014” que favoreció el crecimiento económico en Latinoamérica en general. Sin embargo, el año 2015 marcó el punto de inflexión. Brasil y Argentina, los principales clientes del gas boliviano comenzaron a diversificar sus compras y las multinacionales de Rusia, Francia, España y China, entre otros, reclamaron nuevas exploraciones en territorios no tradicionales para seguir invirtiendo. El compromiso inicial de Morales con el medio ambiente cambió al apostar por nuevas prospecciones de gas en los grandes parques naturales, decisión no exenta de polémica. Otro proyecto muy criticado en su segundo mandato fue la aprobación de la construcción de la hidroeléctrica del Bala, que afecta a grandes extensiones de selva virgen y de comunidades indígenas.

Elecciones en un contexto económico de desaceleración

En vísperas de las elecciones del pasado mes de octubre, el panorama económico no era, pues, tan esperanzador en Bolivia. El crecimiento del PIB se había desacelerado (del 6,8% en 2013 al 4,22% de 2018), la deuda pública se había disparado del 38% del PIB en 2014 al 53% en 2019, no se había creado el imprescindible tejido industrial que asegurara la productividad interna, Bolivia tenía el mayor déficit fiscal de la región, la reducción de la pobreza se había estancado y la caída de las reservas internacionales estaba incidiendo en la competitividad de la producción y las exportaciones.

Los candidatos opositores acudieron a los comicios con el mensaje añadido de que la situación económica del país era crítica por la pérdida de casi 2.000 millones de dólares anuales de los beneficios derivados de la explotación de los yacimientos de gas debido a la caída de los precios internacionales del combustible y al déficit comercial.

Muchos de los programas sociales llevados a cabo con el dinero del “superciclo de las commodities” habían tenido que ser ralentizados también y, pese a la reducción evidente de la miseria, Bolivia seguía siendo el país más pobre de Sudamérica.

Los cuantiosos ingresos derivados de la explotación de los hidrocarburos aumentaron el nivel económico de los bolivianos, pero no garantizaron algunas de las condiciones de vida básicas, como la asistencia sanitaria. Las protestas de médicos y de la población por las carencias en hospitales están en la base de las movilizaciones contrarias a Morales en otros ámbitos sociales. Ese descontento social latente se vio reflejado en las manifestaciones que estallaron tras las denuncias de la oposición por presunta alteración de los resultados del Tribunal Supremo Electoral en los comicios de octubre; en dichas protestas se exigió la salida de Evo del poder.

Es un hecho que hasta el pueblo más pequeño de Bolivia tiene una cancha de fútbol o un estadio para practicar deportes, muchos de ellos inaugurados por el propio presidente boliviano. Pero son muchísimos menos los que cuentan con dispensarios de salud y menos aún con hospitales básicos. En realidad, el 51% de la población –según datos oficiales del Gobierno– no tiene ninguna cobertura médica y no se están formando nuevos médicos ni dotando de las infraestructuras mínimas a los hospitales.

La crítica de la oposición en este sentido es dura: nunca hubo tanto dinero en las arcas del Estado y nunca se despilfarró tanto. Las denuncias de aquella señalan los millones de bolivianos (la moneda de Bolivia) dedicados a “subsidiar” el apoyo a Evo entre los dirigentes campesinos, mineros e indígenas en general, simplemente para asegurar una masa de seguidores dispuesta a todo para conservar los privilegios económicos adquiridos. Cuando Morales en esta crisis abandonó La Paz, antes de ser acogido en México, el aún presidente se dirigió al Chapare, la zona de Bolivia con más fieles acólitos, muchos de ellos dedicados al cultivo de la hoja de coca. A éstos se atribuye la destrucción con el fuego de buena parte de la Amazonía boliviana para extender sus cultivos.

Capítulos pendientes de cara a la transición política

Bolivia sigue siendo el país latinoamericano con mayor violencia contra la mujer. Según datos oficiales, de 86.679 hechos delictivos ocurridos en 2018, un total de 28.000 fueron agresiones contra mujeres. Bolivia es el país de Sudamérica con un mayor porcentaje de feminicidios: 2,3 de cada 100.000 mujeres fueron asesinadas en este país ese año. La infancia es otro de los sectores sociales que no se ha visto beneficiado por la bonanza económica. El trabajo infantil está generalizado en Bolivia y este país ha sido el primero en legalizarlo, primero permitiendo el trabajo a partir de los 10 años, con la ley de 2014, y después, ante las críticas internacionales, subiendo ese límite de edad a los 14 años. Según las estadísticas oficiales, el 17% de los menores entre 7 y 17 años trabaja en Bolivia.

Un asunto que saltó a la palestra informativa tras la salida de Evo del poder y en medio de las acusaciones de “golpe de Estado” orquestado desde el exterior fue el de los yacimientos de litio bolivianos, los mayores del mundo, con 21 millones de toneladas métricas. Se atribuyó la caída de Morales al presunto interés de potencias extranjeras en ese mineral. Los hechos, sin embargo, no parecen secundar la afirmación.

Este mineral es empleado en la fabricación de baterías recargables para dispositivos electrónicos y vehículos eléctricos, de ahí el interés en la explotación del carbonato de litio. Sin embargo, el potencial del mineral no está en su mera extracción, sino en la alta tecnología y el conocimiento científico que depara la fabricación de tales dispositivos y sus baterías. Para llegar a este nivel se precisa de un tiempo mínimo y países vecinos con grandes reservas de litio, como Chile y Argentina, van ya décadas por delante.

Las acusaciones lanzadas por sectores de la izquierda internacional a Estados Unidos, y recogidas por la prensa, sobre su supuesto plan para apoderarse del litio boliviano no se sostienen mucho cuando se comprueba que el interés de ese país apunta a los yacimientos de Chile, con quien las relaciones diplomáticas son excelentes, o los de Australia, mucho más fáciles de explotar que los de Bolivia, donde el mineral contiene magnesio difícil de separar del litio. Las condiciones del salar de Uyuni, donde se encuentra buena parte del litio boliviano no son favorables para la extracción y precisan de multimillonarias inversiones tecnológicas que, de momento, solo empresas chinas parecen dispuestas a afrontar. Otros obstáculos son la inestabilidad social de los Departamentos de Potosí y Oruro, donde están los salares con litio, y el hecho de que esa explotación tendrá un impacto medioambiental muy negativo en una zona del mayor interés natural y turístico.

A las dificultades económicas que enfrentará Bolivia si no se hace una transición política adecuada se pueden unir viejas complicaciones. El partido de Morales, el Movimiento Al Socialismo (MAS), no ha buscado una alternativa a Evo, reflejando así el personalismo que, a juicio de los expertos, está también detrás de la caída de Morales.

El expresidente de Bolivia no escuchó la alarma que la desaceleración económica estaba activando, a pesar de que no era la primera vez que hacía frente a semejantes avisos. Ya en enero de 2011 su Gobierno estuvo a punto de caer en medio de protestas masivas cuando, tras anunciar la eliminación de los subsidios a los combustibles, el precio de éstos se disparó hasta casi un 80%, lo que repercutió en la subida de los precios de los productos básicos y de la propia inflación. Evo tuvo que dar marcha atrás y dejar sin efecto la eliminación de los subsidios.

Entonces Morales no quiso cruzar la línea roja que le plantó la población boliviana. En octubre de 2019, sí traspasó esa línea (al buscar un cuarto mandato) y lo pagó caro. Queda ahora por ver si, en la transición de la era Evo, Bolivia tiene en cuenta los indudables muchos logros de ese gobernante, pero, más importante aún, si aprende de sus errores.

This article has been translated from Spanish.