Bosnia: ceder la contaminación del aire y la salud pública a cambio de empleos en el acero

En un gueto de romaníes checos, a la sombra de grandes acerías, el aire huele a azufre y una espesa chapa de contaminación pesa por encima de las cabezas. Un amasijo de viviendas bajas y destartaladas a las que se llega por caminos de tierra sin luz. En una oscura noche de noviembre, la zona aparece extrañamente iluminada por las luces siempre encendidas de los hornos de acero.

Aquí, en las afueras de la ciudad de Ostrava, en la región oriental de la República Checa, el ruido y la luz de la acería vecina es constante. Igualmente constante es la elevada contaminación del aire.

Ostrava es uno de los lugares más contaminados de Europa, y la gran acería de ArcelorMittal, con una superficie de diez kilómetros cuadrados, es la que contribuye en mayor medida.

Los niveles de polvo en la ciudad a menudo son cuatro veces superiores a la tasa permitida por la Unión Europea y, en las zonas más cercanas a la planta, las emisiones nocivas pueden superar con mucho los límites admitidos. En invierno, las alertas a la contaminación son aceptadas como parte de la vida de la ciudad, al igual que las recomendaciones habituales dirigidas a los niños, los ancianos o enfermos crónicos para que permanezcan en el interior.

Los residentes locales realmente no esperan que la situación mejore. “Sabemos que la contaminación no va a desaparecer. Vivimos en una ciudad industrial”, señala Rostislav, un ingeniero de 57 años que ha vivido en Ostrava la mayor parte de su vida. “Sin embargo, el problema es grave y no va a cambiar pronto”.

Los activistas afirman que no existe voluntad política para hacer que ArcelorMittal, importante empleador e inversor extranjero, cumpla con las reglamentaciones. Los residentes a su vez, también están divididos sobre el tema, ya que el empleo de miles de ellos depende de la acería y temen perder su puesto de trabajo.

Sin embargo, se han observado algunos avances en Ostrava. En 2007, las emisiones de dióxido de azufre eran hasta seis veces más elevadas que en la actualidad, de acuerdo con la organización checa no gubernamental Arnika. Tras años de una incesante campaña por parte de agrupaciones ciudadanas, finalmente se ha conseguido que la acería tome algunas medidas para reducir los niveles de ruido y de contaminación. Las medidas no son suficientes, afirma Arnika, pero la situación ha mejorado.

 

Niveles escandalosos de contaminación

De hecho, las mejoras en las acerías de Ostrava se ven como un ejemplo a seguir en otra planta, también propiedad de ArcelorMittal. En Zenica, Bosnia y Herzegovina, los niveles de contaminación actuales son similares a los registrados en Ostrava en 2007. Y, al igual que en Ostrava, ArcelorMittal es el que más contribuye a esta contaminación. Sin embargo, la empresa, que hace funcionar esta acería desde hace diez años, afirma que no puede permitirse el lujo de introducir mejoras con mayor rapidez.

“La contaminación atmosférica alcanza niveles escandalosos desde la década de los años 1990”, señala Samir Lemes, presidente de la organización no gubernamental Eko Forum Zenica, que presentó en septiembre una demanda contra ArcelorMittal Zenica (AMZ).

“Lamentablemente, paralizadas por el miedo a perder puestos de trabajo, las autoridades cierran los ojos ante niveles de contaminación ‘escandalosos’”.

La organización indica que la acería está “envenenando” a los 120.000 residentes de la ciudad, y acusa a las autoridades de Bosnia de “cerrar los ojos” ante las prácticas contaminantes de la empresa.

El año pasado la planta excedió durante 252 días los límites de las emisiones de dióxido de azufre, señala Lemes. “La ley permite que se excedan estos límites hasta un máximo de tres días al año”, comenta a Equal Times.

Asimismo, afirma que desde diciembre de 2014, la planta ha estado funcionando sin disponer de algunos de los permisos ambientales requeridos. Aun cuando la empresa indica que ha solicitado nuevos permisos, hasta la fecha no se ha emitido ninguno.

De hecho, desde noviembre de este año, revela, la acería ha estado funcionando sin ningún tipo de permiso ambiental vigente.

“Todos los permisos ambientales que le quedaban vigentes expiraron el 24 de noviembre de 2015, por lo que ahora todo el conjunto de la acería trabaja sin un solo permiso válido: la planta de sinterización, la planta de coque, altos hornos, plantas de energía, tren de laminación”, explica.

“Las autoridades locales podrían cerrarla mañana, pero, como siempre, van a seguir mostrándose tolerantes hacia este inversor extranjero, pese a que ArcelorMittal Zenica no ha pagado el impuesto sobre la contaminación atmosférica en 2013 ni en 2014”.

 

Protestas

En 2012, miles de ciudadanos de Zenica en cólera salieron a las calles para exigir el cumplimiento de la normativa medioambiental. Después de estas protestas, “ArcelorMittal finalmente instaló algunas tecnologías obligatorias de final de proceso en 2013”, comenta Eko Forum Zenica. Sin embargo, las emisiones peligrosas de dióxido de azufre siguieron en aumento.

Las acerías, antes propiedad estatal, fueron adquiridas por ArcelorMittal en 2004. La producción en la planta se reanudó en 2008, la cual estuvo cerrada a principios de la devastadora guerra de 1992-1995 en Bosnia.

Eko Forum Zenica afirma que la adquisición tenía que ser seguida de una inversión de 150 millones de euros destinada a introducir mejoras en la planta, pero en realidad, solo se invirtió un tercio de este importe.

En agosto de este año, la compañía puso en marcha un proyecto de 3 millones de euros destinado a reducir las emisiones de polvo.

Sin embargo, ArcelorMittal Zenica afirma que no puede mejorar su desempeño ambiental en Zenica con mayor rapidez, ya que está financiando las mejoras sin ningún tipo de ayuda financiera procedente de la Unión Europea ni de las autoridades públicas.

El Presidente Director General de la empresa, Biju Nair, expuso a Eko Forum Zenica: “A la República Checa le llevó 20 años mejorar la situación del medio ambiente. El proceso es mucho más rápido en Zenica, pero necesitamos más tiempo”.

Asimismo, añadió que la empresa “no ha recibido un solo marco [convertible bosnioherzegovino] por parte del Gobierno, de la Unión Europea ni de otras instituciones”.

No obstante, las organizaciones no gubernamentales revelan que esta afirmación no es del todo cierta, ya que la empresa recibió un préstamo de 25 millones de euros para la renovación de la fábrica por parte del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo en 2005. Martin Skalsky, de Arnika, explica que el préstamo fue “condicionado a la elaboración de un plan de acción medioambiental de la empresa. El plan mostraba grandes deficiencias y no produjo ninguna mejora significativa en la contaminación del aire”.

“Las declaraciones de la empresa en 2008 asegurando que planta cumpliría con las normas medioambientales de la Unión Europea antes de 2012 nunca se hicieron realidad”, añade Skalsky.

 

Miedo a la pérdida de empleos

El principal obstáculo al cambio, tanto aquí como en Ostrava, es el miedo paralizante a la pérdida de la inversión y de puestos de trabajo. La opinión pública está dividida, ya que el empleo de miles de residentes depende directa o indirectamente de la acería, y temen que cualquier costo adicional impuesto a la empresa se traduzca en recortes de empleos.

Estos temores se dispararon a principios de este año cuando ArcelorMittal comentó que estaba “considerando seriamente” el cierre de sus actividades en Bosnia y Herzegovina, después que el Gobierno la acusara de evasión fiscal y le exigiera 25 millones de euros de impuestos no pagados. Un responsable de la empresa declaró a la prensa local que el Gobierno estaba “poniendo en riesgo la economía”.

En un momento en que la crisis mundial del acero sigue profundizándose, ArcelorMittal Zenia “se queja y amenaza con que se verá obligada a poner fin a la producción integral para continuar solamente con el horno de chatarra de acero, conservando solamente 800 de los actuales 2.400 empleos”, revela Lemes.

Se permite estas declaraciones pese al hecho de que solamente el año pasado, afirma, ArcelorMittal Zenica obtuvo un beneficio de 11 millones de euros.

“No queremos que la acería cierre”, señala Lemes. “El cumplimiento de la legislación nacional y el uso de tecnologías modernas para proteger la salud de los ciudadanos debe ser inapelable”.

Kenan Mujkanovic, Presidente del SMFBIH (Sindicato de Trabajadores de la Industria Metalúrgica de la Federación de Bosnia y Herzegovina), es uno de los muchos residentes de Zenica que vive el dilema entre la preocupación por el medio ambiente y la seguridad laboral. Vive a solo 500 metros de la planta con su familia, y afirma estar “directamente interesado” en reducir al mínimo el “impacto perjudicial que esta planta ejerce sobre el medio ambiente”.

“Por otra parte, como representante de los trabajadores de la industria metalúrgica, me interesa mucho el buen funcionamiento de nuestras fábricas, así como ver que se pague a los trabajadores su salario y velar por la seguridad laboral”, comenta a Equal Times.

“El procesado metalúrgico de metales ferrosos y la transformación del metal son la columna vertebral de la economía y el desarrollo general de Zenica”, añade. “Toda ciudad industrial, en cualquier parte del mundo, tiene problemas con el impacto negativo sobre el medio ambiente. Zenica no es una excepción. Es nuestro destino y, en un futuro próximo, es difícil hablar de soluciones alternativas”.

Por su parte, la empresa considera la contaminación como un problema demasiado grande como para poder resolverlo sola. Esboza una imagen de Zenica como la de una ciudad que necesita de una inversión y una normativa medioambiental mucho más amplias.

“Antes de nuestra llegada a Zenica, no habían hecho inversiones desde hace décadas y nunca se habían tomado medida para la protección del medio ambiente”, afirma a Equal Times un portavoz de AMZ.

“ArcelorMittal Zenica ha estado trabajando en medidas para mejorar su desempeño ecológico desde el primer día. Sin embargo, hemos heredado equipos muy antiguos y hemos tenido que superar enormes retos tecnológicos”.

“Las medidas que hemos aplicado con nuestras inversiones de orden ecológico, las cuales representan hasta ahora casi 50 millones de euros, ya están dando resultados. Inclusive en este momento, cuando todas las plantas de acero de Europa se enfrentan a serios problemas de mercado”.

Para encontrar una solución, comenta Mujkanovic, “todas las partes deben adoptar un enfoque equilibrado, justo y responsable” a fin de determinar medidas concretas que mejoren las condiciones de trabajo y reducir la contaminación “en la medida de lo posible” sin poner en peligro el funcionamiento sostenible de la planta.

“No es nada fácil”, afirma. “Pero no hay otra alternativa”.