Camboya comienza a escuchar a las víctimas de los matrimonios forzados

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Raksmey (nombre ficticio) fue obligada a casarse con un oficial de los jemeres rojos, a pesar de que ya estaba casada con otro hombre –que desapareció durante el régimen–. La ceremonia de masas duró tan solo unos minutos y, tras el enlace, fue llevada a una habitación donde la esperaba su nuevo esposo para consumar el matrimonio.

La mujer se negó a mantener relaciones sexuales con él y, en cuanto pudo, salió del dormitorio para buscar ayuda en uno de los camaradas. El oficial, sin embargo, lejos de ayudarla la amenazó con una pistola y, acto seguido, la violó a modo de represalia y para que accediera a vivir con su marido.

"No tuve más remedio que morderme los labios y derramar lágrimas, pero no me atrevía a hacer ruido por miedo a que me matara", recuerda Raksmey.

“Nunca le había contado esta historia a nadie, pero es hora de hablar”, confesó bajo pseudónimo ante el tribunal ad hoc Salas Extraordinarias en las Cortes de Camboya (ECCC, por sus siglas en inglés) que juzga los crímenes de esta guerrilla comunista, y que está integrado por magistrados camboyanos y extranjeros.

El tribunal, creado conjuntamente por el Gobierno camboyano y Naciones Unidas (para garantizar estándares internacionales de justicia), pero independiente de ambos, juzga desde 2006 a los jefes de los jemeres rojos que siguen vivos (hoy octogenarios), por crímenes cometidos durante el régimen del Jemer Rojo (1975-1979). Desde el pasado 22 de agosto ha girado su atención a los matrimonios forzados y las violaciones dentro de los matrimonios.

 

Objetivo: alienar y aumentar la población

Hasta ahora, el tribunal camboyano no había escuchado los testimonios de los miles de hombres y mujeres que fueron obligados a casarse, a menudo con extraños, en ceremonias en masa que podían incluir hasta un centenar de parejas. Todo ello como parte de un plan para alienar y aumentar la población, uno de los aspectos menos conocidos del régimen que rigió Camboya entre 1975 y 1979.

En esta parte del juicio están llamados a testificar dos expertos, ocho partes civiles y tres testigos en el marco del “Dosier 002/02” que juzga al número dos del Jemer Rojo, Nuon Chea, de 88 años, y al jefe de Estado de la entonces llamada Kampuchea Democrática, Khieu Samphan, de 83 años.

El líder de los jemeres rojos, Pol Pot, murió en 1998 sin rendir cuentas, mientras que Nuon Chea y Khieu Samphan ya recibieron sentencias de cadena perpetua en 2014 después de haber sido encontrados culpables de crímenes contra la humanidad. En esta parte del juicio se investiga su presunta complicidad en la cuestión de los matrimonios forzados. También su implicación en el genocidio perpetrado contra la minoría musulmana cham y la población vietnamita.

Uno de los testigos del tribunal, la camboyana Chea Dieb, a quien se le asignó una unidad femenina (en el momento de los hechos hoy juzgados), apuntó directamente al exjefe del Estado Khieu Samphan en la política de los matrimonios forzados.

“Nos dijo [al grupo de mujeres al que yo pertenecía] que teníamos que casarnos para que pudiéramos producir más hijos”, expuso Dieb. Ella fue obligada a casarse cuando tenía 19 años con un hombre que no había visto nunca antes.

Para muchos hombres y mujeres camboyanos no había otra opción que la de aceptar los matrimonios impuestos. Aquellos que no querían casarse “desaparecían”, contó Raksmey ante el tribunal.

La mujer dio a luz a una niña un año antes de la caída del régimen del Jemer Rojo. Tanto ella como su marido huyeron en distintas direcciones y no se reunieron de nuevo hasta tres años más tarde, bajo la insistencia de sus familiares respectivos.

“Yo no lo quería [a mi marido]", declaró ante los magistrados.

Todavía hoy se desconoce cuántas personas fueron víctimas de los matrimonios forzados, si bien todos los hombres y mujeres que contaran con entre 15 y 35 años (durante los cerca de 4 años de régimen) podían ser seleccionados para casarse en bodas que se celebraban en prácticamente todos los pueblos del país.

La camboyana Ouk Main fue una de las mujeres elegidas para casarse con un Jemer Rojo de 29 años cuando tenía tan solo 21.

“Si no me casaba quién sabe lo que hubiera sido de mí. Tenía miedo y al mismo tiempo estaba muy enfadada. Los oficiales eran arrogantes y peligrosos”, cuenta la mujer a Equal Times en una caseta de madera en la provincia de Pursat. La granjera quedó viuda un año después, poco antes de la caída del régimen en 1979.

Un segundo testigo del tribunal, Sour Sotheavi, hoy una mujer transgénero, dijo que fue obligada a casarse con una mujer y sufrió amenazas para consumar su matrimonio. Cuando la defensa le preguntó si la consumación fue voluntaria, Sotheavy subrayó que nunca se había mostrado interesada en mantener relaciones sexuales con la mujer a la cual fue unido.

"Si escucha con atención lo que le digo, entenderá la naturaleza de una persona transgénero como yo. Le dije que no me gustan las mujeres", respondió con firmeza.

 

Mujeres: mero papel reproductor y objeto de disfrute

Las parejas en muchos casos eran avisadas horas antes por los jefes de los campos de trabajo que actuaban de casamenteros. A los oficiales, puntualmente, se les permitía casarse con una mujer de su elección. Las familias no eran invitadas a la boda, o consultadas sobre los arreglos matrimoniales.

“En una sociedad con familias desestructuradas y desapegadas que eran formadas por esposos que no se conocían antes de la boda y eran obligados a casarse, los ideólogos del régimen pensaban que la población sería más leal al Estado y estaría más sometida a su poder”, explica a Equal Times Rodrigo Montero, asesor de la Agencia Alemana de Cooperación para el Desarrollo (GIZ, por sus siglas en alemán).

Cuando los jemeres rojos tomaron el poder en 1975, evacuaron completamente las ciudades, abolieron la religión, la propiedad privada, el dinero y el sistema judicial. Las familias fueron separadas por género y edad y enviadas a los campos de trabajo donde debían laborar de sol a sol para cumplir unas inverosímiles cuotas de producción. Se estima que murieron al menos 1,7 millones de personas por el hambre, las enfermedades y las purgas políticas.

Los matrimonios forzados fueron un mecanismo de dominación ejecutado por el brutal régimen de los jemeres, pero no el único.

“Los asesinatos, palizas, torturas, violaciones –muchas veces en grupo-, chantajes, extorsiones y amenazas formaban parte de la cotidianeidad del régimen en el que las mujeres eran concebidas como simples productoras y criadoras de niños y niñas leales al régimen y como trozos de carne para el disfrute sexual de líderes y soldados”, continúa Montero, quien denuncia que la falta de un sistema jurídico y de protección situaba a las personas víctimas de violencia en la soledad más absoluta.

Las violaciones también ocurrieron fuera de los matrimonios forzados durante el régimen, pero por el momento se ha excluido de la investigación “por no tratarse de una política del Jemer Rojo”, argumenta a Equal Times Sarath Young, gerente de proyectos en la sección de apoyo a las víctimas del tribunal. Se espera que las audiencias continuarán hasta finales de septiembre.

This article has been translated from Spanish.